Al hablar de su padre, Cecilia Valdivia (46) lo hace con el mismo cariño que le profesó desde que tenía 11 años, cuando se enteró de que era su hija. Como suele suceder en el campo, se crió desde siempre entre rumores: que el marido de su madre -quien le dio su apellido actual- no era su papá. Que su verdadero padre era Eduardo Bolívar, el sobrino de los dueños del fundo de Panguipulli donde vivía junto a su familia. Y que las dos niñitas con las que jugaba cada verano no eran sólo sus amiguitas, sino sus hermanas.
Cecilia cuenta que fue una tía cercana la que le abrió los ojos. Pero cuando ella le contó a su mamá que ya sabía la verdad, ella no quiso confirmar ni desmentir nada. No fue hasta que cumplió 24 años que Eduardo, su padre, le ratificó el lazo que los había unido por tanto tiempo, pero nunca la reconoció legalmente.
Desde ese día comenzaron a construir una relación padre-hija, en la que él le entregó a Cecilia todo el apoyo económico, y ella, dos nietos que siempre le llamaron "tata". "No pude desarrollar una relación padre-hija como la que uno tiene cuando creces con tu papá y le cuentas tus problemas", dice. "Pero llegamos a ser una familia".
Hoy Cecilia es noticia en todo Chile, porque gracias a un examen de ADN practicado en 2004 -que necesitó exhumar el cadáver del padre muerto dos años antes- se convirtió en la tercera chilena en acreditar su filiación paterna para acceder a una herencia utilizando este test como prueba. Pero más importante aún: sin el ADN, ella nunca habría podido comprobar ante la ley que era hija de su padre.
En la última década, los avances científicos, el desarrollo de técnicas de estudio genético cada vez más certeras y la automatización de la maquinaria empleada en los laboratorios, han generado una masificación del uso de tests genéticos para comprobar la paternidad. Hoy, no sólo es una prueba obligatoria en el marco de los juicios por esta causa -el procedimiento tiene un un 99,9% de certeza-, gracias a la nueva ley de filiación que empezó a operar en 2005.
La industria del ADN |
La demanda por los tests de ADN está creando una importante industria. Basta con tipear 'test de ADN' en un buscador de internet para darse cuenta de la magnitud del fenómeno. Los hay para todos los usos: para comprobar paternidad, a modo de chequeo médico o para establecer un árbol geneológico de la familia, entre otros. Buscando a los antepasados: En Estados Unidos abundan los sitios web que ofrecen buscar su linaje. Algunos laboratorios han causado polémica por vender tests 'étnicos' para saber si la persona es 'verdaderamente' americana. Hace unos años, GeneLink, fue más lejos aún, firmando un contrato con una de las principales funerarias estadounidense para vender kits de ADN que permiten hacer un análisis genético de los difuntos en las 40 horas que siguen su muerte y poder así reclamar la herencia.
La oferta de chequeos completos: Hace unos meses, en Gran Bretaña se ofrecen, de manera privada, chequeos completos del genoma por menos de mil dólares.
Tests a bajo costo: En Estados Unidos, la empresa Sorenson Genomics lanzó hace pocas semanas los primeros tests genéticos de paternidad de bajo costo. Por 30 dólares se compra el kit completo de toma de muestra en las farmacias Rite Aid o Meijer, y el análisis en laboratorio cuesta alrededor de $50.000. Es el mismo sistema que usa Taag Genetics en Chile a través de Farmacias Ahumadas. El costo sí es superior: sólo $5.000 por el kit, pero $190 mil por el análisis. Lo mismo existe en España también, donde los precios han bajado 20% de lo que costaban al principio, todo por el alto interés que demuestran los españoles y de sus vecinos de Portugal y de Francia (en ese país, la venta libre de tests de ADN en farmacias está prohibida por ley).
Nuevos instrumentos y análisis por internet: En Canadá, han desarrollado un instrumento que puede analizar hasta 96 muestras de ADN y les permite a los médicos trabajar más rápido cuando buscan identificar una enfermedad bajo urgencia. De costo relativamente bajo, es considerado como una herramienta accesible a los hospitales y centros de salud más pequeños.
Google, por su parte, financia desde fines del año pasado el sitio 23andMe, que ofrece sus servicios de análisis genético por Internet. Por mil dólares, los interesados pueden recibir un estudio completo de su ADN, con detalles de su predisposición a enfermedades, y datos extra como el parentesco con personajes célebres.
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También se ha convertido en una herramienta a la cual recurren de manera privada hombres, parejas y familias acechados por la duda. Y aunque Chile esté lejos de los países europeos y Estados Unidos, donde ya se ha desarrollado un lucrativo negocio en torno a estas pruebas, sí existe una tendencia incipiente que, de manera silenciosa, está generando una pequeña revolución dentro de la sociedad.
"Este es un servicio, un examen que los chilenos ya tienen incorporado en la mentalidad. Ya no es algo raro. Antes la gente llamaba muy tímida y preguntaba ¿Puedo saber si es el padre?, las personas no sabían si existía realmente, si se podía", explica la doctora Lucía Cifuentes, médico genetista del Programa de
Genética Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, donde se realizan estos tests de manera particular. "Hoy hay un conocimiento; ese ha sido un cambio cultural del último tiempo que viene ligado con la nueva ley de filiación. Ahora ningún padre puede eludir esta responsabilidad. Los hombres saben que no pueden arrancar".
Francisco Aguayo, sicólogo y director de EME, Masculinidades y Equidad de Género, coincide en que la masificación y progresiva validación de los tests de ADN está generando una transformación social importante. "Lo interesante es ver cómo hacer políticas públicas sobre el tema, y cómo usar estas tecnologías para que los hombres estén más comprometidos como padres: más implicados, tanto en la prevención de la paternidad como con la equidad, una vez ocurrido el embarazo, en todos los procesos, sean o no pareja los padres. De alguna manera estas tecnologías revelan las conductas sexuales que tienen las personas y obligan a pensar en cómo enfrentar eso".
"Las pruebas hoy son una necesidad"
En Chile existen cinco laboratorios genéticos que hacen pruebas de paternidad por ADN: los de la Universidad de Chile y de la Universidad Católica, las empresas privadas Taag Genetics y Genética y Tecnología (GenYtec), y el Servicio Médico Legal (SML), donde son derivadas sólo pruebas solicitadas por orden judicial. Eugenia Aguirre, bioquímica legista, encargada de la unidad de genética forense del SML, cuenta que en los últimos años las solicitudes han aumentado de forma exponencial. "En 2006 realizamos un total de 5.400 casos de paternidad. En 2007 subimos a 6.168 casos y en lo que va del 2008 ya tenemos 1.301 casos. Antes, a lo más, hacíamos dos mil al año", comenta.
Fuera del ámbito judicial también se registra un claro aumento. En Taag, el único laboratorio en Chile que vende un kit de toma de muestra a través de una cadena de farmacia, dicen que cuando partieron con ese sistema en 2004 vendieron y procesaron aproximadamente 500 exámenes. En 2007, esa cifra alcanzó los 1.200 y en lo que va del 2008, ya les han llegado 400 kits por analizar.
"Al principio hubo comentarios de la Iglesia y de algunas empresas criticando que se hiciera esto por fines de lucro (en Taag, hacerse un examen de paternidad cuesta $190.000), pero hoy es una necesidad", enfatiza María
Angélica Rubio, jefa de operaciones de Taag Genetics.
Así lo sintió la educadora de párvulos Lorena Salas. Mediante un test de ADN, ella logró comprobar que su ex pareja, Luis Ritter, era el padre de su hijo Felipe, nacido en 2001. "Yo necesitaba que Luis lo reconociera por un tema de recursos, pero también porque mi hijo sabe que tiene papá y hermanos. Felipe siempre me pregunta si su papá lo quiere", relata .
Según ella cuenta, la historia se remonta cuatro años antes del nacimiento, cuando inició una relación con Ritter, un conocido médico de Puerto Montt. Estaba a punto de tener a Felipe, dice, cuando la relación se terminó, y Luis decidió volver con su mujer y sus tres hijos.
Lorena cuenta que ahí comenzó la pesadilla para ella: "Primero, me dijo que lo reconocería en un mes, que no me preocupara porque nunca iba a faltarnos nada. Después, cuando nos poníamos de acuerdo para hacer el trámite, no llegaba al Registro Civil. Así estuvimos hasta que tuve que demandarlo, cuando Felipe cumplió cuatro años".
La demanda coincidió con un período especial en la vida del niño. Lorena quiso matricularlo en un colegio católico privado de Puerto Montt, pero no pudo porque no existía ningún antecedente del padre. Entonces, estaba recién estrenada la nueva ley de filiación y el juez requirió en septiembre de 2006 que Luis Ritter se hiciera un examen de ADN en el Servicio Médico Legal de esa ciudad. Según señala, ni ella ni el juez contaban con que el médico intentaría falsificar los resultados del test enviando a su hermano Gerardo a tomarse la muestra de sangre con su carné de identidad. Sólo las huellas digitales -que adicionalmente se toman en el SML para evitar este tipo de ilícitos- lograron desenmascarar el engaño.
Casi un año después, en diciembre de 2007, y luego de varios intentos fallidos, Ritter se realizó un segundo examen de ADN, que confirmó que él es el padre del niño. Esta prueba, contundente para la ley, permitirá darle el apellido de su padre y una pensión de alimentos. Aunque después de todo lo que pasó, Lorena asegura que lo que menos le importa es el dinero. "Quiero que mi hijo tenga su identidad, y enmendar un error que debí haber solucionado hace mucho tiempo".
Padres a todo evento
El caso de Lorena es justamente lo que el sicólogo Francisco Aguayo espera que se pueda evitar en el futuro, ya que en estas nuevas tecnologías ve un avance importante para la evolución del concepto de paternidad en la sociedad. "Traen responsabilidades y también derechos. Yo espero que estas pruebas instalen la idea de que la paternidad de los hombres es a todo evento, que si se demuestra biológicamente que eres el padre, entonces tienes que ejercer esa paternidad y hacerlo en cualquier tipo de familia, sin importar si el hijo fue el resultado sólo de un encuentro sexual, si los padres son ex parejas, o si había varias parejas involucradas.
Hasta ahora la maternidad siempre ha sido pensada a todo evento, pero no así la paternidad, entonces las madres han sido sobrerresponsabilizadas en el tema del cuidado y la crianza, y se requiere hacer más justicia", dice.
Esa justicia también tiene que valer para los hombres, que muchas veces a pesar suyo, son dejados de lado. De ahí, dice Aguayo, la importancia de que el reconocimiento de la paternidad también otorgue derechos a los padres. "La paternidad no sólo es un asunto de responsabilidades, sino también de posibilidades y beneficios. Por eso esto me parece un aporte tremendo: no sólo hay que obligar o perseguir a los hombres para que se responsabilicen como padres, sino que también tienen que surgir derechos para ellos, como reclamar una paternidad biológica cuando no se les ha informado o cuando se instala la duda. Ahí también hay mucha inequidad, porque muchos hombres quieren participar como padres, y sus parejas o la sociedad no se los permite".
Este nuevo escenario de paternidad, no obstante, también pone a la sociedad frente un nuevo reto: el hacerse cargo de situaciones afectivas que suelen ser muy dolorosas.
La doctora Lucía Cifuentes de la Universidad de Chile cuenta que en aproximadamente un tercio de los casos, los resultados excluyen la paternidad del hombre testeado. Es una tendencia, que según diversos estudios realizados por la Facultad de Medicina de esa casa de estudios, se ha mantenido en el tiempo. "En ese escenario, algunos respiran tranquilos, si eran muy jóvenes, por ejemplo. Pero en otros casos, y no con poca frecuencia, el padre queda muy dolido y muy decepcionado. Suele ser algo complicado y doloroso darse cuenta de que sus hijos no lo son, sobre todo con niños más grandes. Ahora, cada vez se hacen el test con guaguas más chicas y eso es positivo", dice.
Esos casos son precisamente buenos ejemplos de situaciones que merecen, según los expertos, abrir un debate. A Francisco Aguayo le preocupa, por ejemplo, que en una sociedad como la chilena, en la que muchas veces los abuelos y otras figuras masculinas ejercen roles paternos, quienes no son los padres biológicos queden totalmente excluidos. "A través de este escenario vuelve a instalarse la importancia de la paternidad biológica y las responsabilidades que de ahí nacen, pero creo que podrían tender a deslegitimar las paternidades sociales y eso es un riesgo, porque en mi opinión éstas debieran tener mayor legitimidad", afirma.
Carolina Franch, antropóloga del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género de la Universidad de Chile levanta preguntas similares. "Hay que ver cómo la sociedad civil se va a hacer responsable del manejo de esas situaciones que son complejas porque hay un tercero que puede tener conflictos. ¿Cómo lo asumo cuando un hijo no es mío o cuando lo es y mi pareja actual es otra? ¿Las paternidades van a ser siempre biológicas o vamos a construir otras formas de hacer familia? ¿Cómo lo hacemos si hay otros hermanos, por ejemplo?", dice. "No creo que haya que quedarse siempre en la duda, pero es importante acordarse de que construir familia no sólo pasa por lo biológico".