Lleva dos consejos asesores presidenciales en el cuerpo y dice que ha aprendido mucho. Y eso sorprende si se toma en cuenta que es doctor en economía del MIT.
Estudió ingeniería comercial en la Universidad Católica y, casada, partió a Boston a hacer un master. Tras cuatro años de intenso estudio, Andrea Repetto regresó en 1998 a Chile y se integró al Centro de Economía Aplicada del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Chile.
En sus espaldas tenía algunos años de investigadora en Cieplan y, luego, sumó una consultoría en el Ministerio de Hacienda, en 2001.
A los 39 años, está en un proceso de reinvención tras dejar la Chile e integrarse, hace poco, a la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Separada, con dos hijos de 9 y 6 años y nueva pareja, es lo suficientemente trabajólica como para que además de sus responsabilidades de madre y académica haya sumado su participación en los consejos asesor presidencial de Equidad Social y Reforma Previsional.
-Te estás convirtiendo en experta en comisiones, vas en la segunda.
(Se ríe) “Sí, la Marcel y la Meller…”
-¿Y qué han significado para ti?
“Han sido un desafío profesional súper grande. Cuando uno trabaja en la universidad, encerrada en la oficina, entre cuatro paredes y con un computador, pensando en el mundo, estudiando y tratando de entender un fenómeno para hacer propuestas, estar en una comisión es un cambio. Es muy distinto cuando a uno le preguntan qué propondría, de verdad, en la práctica, con un problema real.
“Cuando la Presidenta anunció que iba a conformar un Consejo de Reforma Previsional yo estaba con la mano levantada diciendo llámenme a mí porque yo sé qué hacer, he pensado este problema. Y resulta que se partió con las audiencias donde asistían pobladores, trabajadores, los que no tienen pensión y empiezas a contrastar eso con todo lo que pensaste encerrada en tu oficina… eso te remueve mucho”.
-¿Cómo?
“De alguna manera veo esto como un voluntariado, algo parecido al Servicio País, en donde le dedicas, gratis e intensamente, muchas energías e ideas a un proyecto de un país mejor. El consejo no sólo es para la Presidenta, sino que para el país y en ese sentido esto ha sido crecedor. He tenido la opción de opinar sobre temas contingentes del país, he podido trabajar con personas de distintas formaciones –aunque la comisión Marcel era chiquitita y acotada y en la comisión Meller éramos 38 personas y sin temas acotados- religiosos, sociólogos, gente de la Alianza y la Concertación, economistas, independientes. Para mí esto, tener esta opción, ha sido puro crecimiento y estoy orgullosa de lo que hemos hecho, a pesar de que muchas cosas son controversiales”.
Realmente comprometida con la labor de las dos comisiones, Andrea insiste en que se aprende a escuchar, a conversar… “y parte de lo que le pasa a este país, de lo que le falta, es que los técnicos se sienten y dialoguen más”.
-¿Es una buena forma de ir construyendo país, pese a la crítica que se hace a la ‘comisionitis’?
“No sé cuál es la mejor forma, pero creo que se ha probado que esto se puede hacer como con la reforma previsional. Se pueden tener frutos concretos en el corto plazo porque en esa comisión entregamos el informe a mediados del 2006 y dos años después, la reforma está entregando las primeras pensiones.
“Hay temas que son más conflictivos que otros y a la Presidenta le quedan menos de 2 años, pero eso no significan que no sirvan, quedan trabajadas, conversadas, quedan para el país. Esto tiene valor aunque no lo hayamos resuelto; hablamos de indemnización por años de servicio, el reemplazo en huelga, cosas que dan dolor de guata en este país; acá eso no pasó, dejamos nuestras opiniones escritas y en la mayoría de los casos el diagnóstico es común.
“Mucha gente me pregunta ¿y no te frustra?…”
-¿Y no te frustra?
“Para nada, no estoy para nada frustrada. Durante el proceso se hizo pesado muchas veces; es difícil hacer esto, pero uno va construyendo confianzas, aprendiendo a conversar y creo que lo que sacamos, en ambas comisiones, fue valioso”.
