EMOLTV

"La buena madre es un mito"

Lleva décadas estudiando la condición de la mujer y causó revuelo en los '80 negando la existencia del instinto maternal, en el libro "L'Amour en Plus". Ahora, esta gran defensora de la igualdad entre sexos está preparando, para 2010, el segundo volumen de esa obra que marcó un antes y un después en el debate sobre la maternidad en el mundo moderno. Hoy, asegura que se revirtió el modelo maternal, y que se está dando un fenómeno de regresión que sobrerresponsabiliza y culpabiliza a las mujeres. "En este momento, valores muy conservadores pesan sobre la sociedad, y nosotras las mujeres, y en particular las madres, somos las primeras en pagar el costo", lamenta.

17 de Septiembre de 2008 | 10:56 |
imagen
Elisabeth Badinter recuerda perfectamente el día en que se convirtió en feminista. Tenía 16 años, iba en una micro en París y estaba leyendo "El segundo sexo", de Simone de Beauvoir. "Fue una revelación", ha dicho al respecto.

Cerca de cincuenta años más tarde, esta estudiosa del siglo XVIII y de la historia de la mujer, famosa por su agudeza intelectual y la solidez de sus argumentos, no ha perdido nada del entusiasmo que la ha caracterizado en su lucha por una mayor igualdad entre los sexos que no convierta a los hombres en rivales. En sus más de veinte obras, ha tocado temas que no pierden contingencia, como la evolución de las relaciones entre hombres y mujeres, y la construcción de la masculinidad. Pero fue sin duda con su primer libro, "L'Amour en Plus" (traducido como "¿Existe el amor maternal?" y publicado en 1981), que causó más revuelo. En él niega la existencia del instinto maternal como factor genético y lo atribuye a una construcción cultural.

Desde su departamento, que bordea el parque del Luxemburgo en París, Élisabeth Badinter reconoce -en conversación exclusiva con Revista Ya- que sigue convencida de que no existe el instinto maternal, y que observa con decepción los cambios que ha vivido la sociedad occidental en las últimas décadas. "Estoy decepcionada, pero soy filósofa. Así es... Observo tales retrocesos y no sólo respecto de la condición de las mujeres, sino que en lo político y judicial. Estamos viendo un gran efecto boomerang y lo colectivo ya no existe. Pero ésa no es una razón para rendirse en lo que concierne a las mujeres", enfatiza.

Por eso, hoy tiene un nuevo proyecto. Para celebrar los 30 años de "LAmour en Plus", está preparando para el 2010 su segundo tomo. "Será lo que sigue en la historia, lo que pasó entre 1980 y 2010, porque siento que ha habido una inversión respecto a "L'Amour en Plus", y si se publicara ese libro hoy, la gente diría que es un escándalo. Voy a analizar todo lo que pasó en el Occidente, con el derrocamiento del feminismo, del modelo maternal y de las exigencias de la sociedad. En mi opinión, estamos hace treinta años en una especie de regresión".

-En ese contexto, ¿cómo ve a las mujeres en las sociedades occidentales?
-Considero que la situación de las mujeres hoy, y particularmente de las más jóvenes, es compleja y ambivalente. Aún no nos hemos repuesto de la crisis de los años '90 que mandó a las mujeres de vuelta a la casa. Aunque no haya sido un fenómeno mayoritario, sí fue importante. Hay una especie de desaliento frente al trabajo, porque hoy es terriblemente difícil encontrar un empleo y es una crisis que se amplificó con la mundialización. Las empresas cambiaron de actitud frente a sus empleados. Ellos tienen hoy el sentimiento de que son tan desechables como un pañuelo de papel. Eso ha sido un golpe que lleva a las mujeres a pensar "para qué voy a comprometerme con esta empresa si tengo hijos", y que generó que jóvenes mujeres digan "voy a dejar de trabajar durante tres o cuatro años para criar a mis hijos". Son mujeres que tenían a veces hasta siete años de estudios y que trabajaban en las áreas más interesantes. A eso se suma una especie de contragolpe, de efecto boomerang de los sicólogos que les recalcan a las mujeres que la madre es imprescindible durante los primeros años del niño y que si no se preocupan de ellos en esa etapa los ponen potencialmente en peligro para el futuro.

-¿Usted no cree que eso sea así?
-No. Desde el inicio de la humanidad ha habido madres que se quedan en su casa y los resultados no han sido mejores que cuando las madres salieron a trabajar. Después de todo, el descubrimiento de las neurosis por Freud ocurrió dentro de la familia tradicional. No hay que hacer como si esa familia - papá afuera trabajando, mamá adentro ocupándose de la casa y de los niños- , no hubiera llevado a los peores casos de figura en los niños. Así como en familias completamente fracturadas y disociadas hay fracasos y hay logros también. Hay que dejar de pensar que existe un sólo modelo de familia posible para los niños. ¡Es totalmente absurdo! Como decía Freud, de todas formas la educación es un fracaso. Ser educador y ser padres son las peores profesiones, porque uno quiere lo mejor para sus hijos y no necesariamente las cosas se desarrollan conforme a lo que uno esperaba.

La era de las madres culpables

Según esta intelectual - ex profesora de la prestigiosa École Polytechnique en París y esposa del célebre abogado, ex ministro de Justicia de François Mitterrand y actual senador, Robert Badinter- , las consecuencias de este escenario han sido nefastas. "Las mujeres hoy viven la maternidad de manera muy culpable, mucho más que en mi época, en los años '70. Nosotras conquistábamos el mundo y ellas son el objeto de todas las culpas. Pienso que el peso del discurso ecológico sobre las madres es catastrófico. Se les pide que amamanten no durante tres semanas o un mes, sino que durante seis meses e incluso más. Esa idea de que las madres tienen absolutamente que amamantar para que sus hijos tengan posteriormente una buena salud es para matarse de la risa, pero funciona. El aumento de la esperanza de vida de hombres y mujeres es considerable hoy en Occidente, y ¡todos ellos son gente que fue criada tomando leche Nestlé!", dice.

-¿En qué es tan perjudicial pedirles a las madres que amamanten tanto tiempo?
-Lo que pasa es que si no amamantan se sienten muy culpables. Ahora hay una circular europea que les pide a las maternidades públicas no darles leche en polvo a las guaguas, sino que pedirles a sus madres que las amamanten. Ésa es una presión inadmisible sobre las mujeres. Uno acaba de dar a luz, está debilitada por el parto, sobre todo si es su primera guagua y no sabe qué hacer, y llega una enfermera a decirle que si amamanta salva a su hijo de miles enfermedades futuras. Por supuesto que uno no resiste. Pero eso no significa que sea una gran felicidad amamantar. Lo es para algunas, pero otras se obligan. Y si uno amamanta es probable que no pueda retomar su trabajo, sobre todo si se desempeña en una fábrica.

-Por lo que dice, las mujeres parecen muy sensibles a la culpa. ¿Cómo lo explica?
-Es muy cierto. Las mujeres se sienten muy culpables, en primer lugar, porque siempre son ellas las interlocutoras cuando se quiere hablar de los niños. Siempre son ellas las responsables del niño. Y hay, además, por lo menos en Francia, un discurso subyacente de psiquiatras infantiles que recalcan una y otra vez que todo depende de los tres primeros años de vida del niño. No se limitan a promover el apego madre-hijo que es necesario, sino que tienen todo un discurso en el que les dicen a los padres: "Usted no tiene espacio aquí, no tiene que intervenir en este tête-à-tête madre-hijo". Ese discurso ya no lo escuchábamos en los años 60-80 y volvió con mucha fuerza en los '90. Entonces las madres piensan "si mi hijo tiene mala salud es culpa mía, y si consume droga a los 15 será culpa mía también". Es inmenso como responsabilidad.

-¿Qué es ser una buena madre hoy?
-Una buena madre es un mito. Somos madres promedio, aceptables, tengo casi ganas de decir mediocres. La buena madre es una ilusión, es la utopía. Uno puede ser una madre relativamente adecuada para uno de sus hijos y menos para otro de sus hijos, sin embargo uno es la misma mujer y es muy difícil. Yo creo que la condición promedio de madre mediocre es a lo que uno debe apuntar. No hay un modelo, como tratan de hacernos creer, de la madre soñada como la que se ve en los libros de niños. No es cierto. Es complicado y esa es la condición humana. Hay que dejar de decirles a las mujeres que tienen que ser una buena madre o una madre perfecta. Uno hace lo que puede con sus pocos medios y está limitada. En una familia hay niños a los que les va bien y al hermanito o hermanita no tan bien. Así es. No somos diosas.

Aun así, esta madre de tres hijos y abuela de dos nietos, confiesa haber conocido a buenas madres. "Antes decía que una buena madre era un genio tan raro como Mozart, la madre que recibe una cierta gracia. En toda mi existencia yo he conocido sólo a dos. Las seguí durante treinta años. Son genios y su genialidad está en haber encontrado la distancia adecuada: ni demasiado, ni demasiado poco. No hay que ser ni acaparadora, ni demasiado ausente o alejada. Ése es el secreto y son pocas las que lo encuentran espontáneamente. Ellas son pequeños milagros".

La ilusión humana

Pese a la sobreexigencia que pesa sobre las madres actuales, Élisabeth Badinter piensa que los padres actuales han dado pasos positivos. "Los hombres que tienen hoy entre 30 y 45 años son distintos a sus propios padres. No han cambiado completamente, no han cambiado lo suficiente pero se preocupan más de sus hijos y de sus responsabilidades hacia ellos. Desde ese punto de vista, no está todo perdido, pero pienso que su involucramiento es insuficiente. Y falta que la sociedad se haga cargo de eso, porque es cierto que sigue siendo más difícil para un hombre no estar en la oficina cuando su hijo está enfermo; se lo perdonan menos que a una mujer".

Por eso, dice, las mujeres tienen que seguir pidiendo que se mejore el sistema de cuidado infantil y que los hombres participen más en la crianza, incluso de los niños más pequeños. "Ésa es la única manera de permitirles a ellas tener una vida completa, porque cuando es el padre el que cuida al niño se sienten más tranquilas que cuando es otra persona. Hay que tener ese discurso de la corresponsabilidad: se trae un hijo al mundo de a dos, se lo cría de a dos".

-¿Cómo ve los años que vienen?
-No soy vidente y prefiero abstenerme porque me sofocó observar el retroceso que ha habido respecto al combate que se llevaba del principio del feminismo. Creo que todo puede cambiar y desarrollarse en su contrario. Creo que no terminamos con nuestro período regresivo, porque estamos angustiados por la evolución de la naturaleza, creemos que el calentamiento global es culpa nuestra, nos preocupa el desarrollo sustentable. En este momento, valores muy conservadores pesan sobre la sociedad y nosotras las mujeres, y en particular las madres, somos las primeras en pagar el costo.

-Pero usted es un buen ejemplo de una mujer que no tuvo que optar entre familia y trabajo...
-Tuve la suerte de que mi marido pudiera mantenerme mientras estudiaba, de que pertenezco a la clase favorecida y por lo tanto tenía ayuda en la casa. Pero esa no es la condición de todos. Y aun así, incluso con ayuda y con un marido particularmente atento al modelo de igualdad, me sentí como todas las mujeres responsables de mis hijos, pude ver hasta qué punto es difícil y complejo ser mamá. Uno cree hacer las cosas bien, y resulta que no era lo que había que hacer. Todo eso lo viví, y entendí mirando alrededor mío que no existía esa madre ideal que nos meten en la cabeza. Pero es una ilusión que le pertenece a toda la humanidad. Cuando uno espera a un hijo, aunque ya tenga otros y sepa que es difícil, siempre está esa ilusión de que quizás sea la condición de la reproducción. Y es que cada vez que una está embarazada fantasea un hijo perfecto, que será el más feliz y brillante. Es una ilusión muy humana de la cual no nos deshacemos nunca.

La crisis masculina

El camino hacia la igualdad de los sexos no ha dejado a los hombres indiferentes. Según Élisabeth Badinter, viven una crisis de identidad. En su libro "XY" (1992), la filósofa explicaba que para hacerse hombres los niños necesitan, en la adolescencia, afirmar su virilidad a través de esquemas bastante elementales. "Cada niñito y cada adolescente necesita afirmarse como un pequeño macho. Necesita hacerlo con sus pares para estar seguro de que es hombre y por lo tanto distinto de las mujeres. Luego, una vez adquirida su identidad viril, se aleja de esos modelos infantiles y juveniles para llegar a la edad adulta en que deja de lado esa virilidad agresiva y bastante ridícula", aclara.

Hoy sin embargo, la situación se ha complejizado. "El modelo de la igualdad de sexos en la que no hay ninguna función reservada a los hombres y desconocida por las mujeres hace que ellos ya no saben cuál es su especificidad. Las mujeres, pase lo que pase y aunque no sea fácil ser mujer hoy en día, saben que pueden hacer algo que los hombres no pueden hacer, es decir, un hijo. En cambio los hombres ya no tienen un área que les sea exclusivamente reservada. Eso crea una mayor dificultad en la adquisición del sentimiento de identidad masculina".

Según Badinter, los hombres, además, entran a la adultez a una edad cada vez más tardía. "Hoy el hombre joven occidental es verdaderamente adulto a los 35 años. Hasta esa edad no son capaces de tomar responsabilidades, sólo quieren pasarlo bien con sus amigos y tienen relaciones sexuales con las mujeres, pero encuentro que el amor romántico desapareció para la gran mayoría de ellos".
Ese fenómeno tiene una explicación. "Las mujeres esperan que los hombres tengan todas las virtudes del antiguo modelo y todas las del nuevo modelo; es decir, que sean a la vez protectores, que tengan toda la cortesía de antaño, aunque haya sido superficial, y a la vez que compartan lo que tienen con las mujeres incluyendo las cargas tradicionalmente femeninas. Es demasiado. No se puede pasar de un modelo a otro en dos generaciones".
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?