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Actor antes que político

14 de Octubre de 2008 | 15:47 |
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“Yo me reconozco burgués”, dice Julio Jung para explicar porqué partió en su adolescencia pegando afiches de Jorge Alessandri y hoy es parte del PS, partido con el que ganó la concejalía de Providencia, su eterna comuna, en 1996.

Desde la terraza de su departamento en Hernando de Aguirre, asegura que no se presentó para las Elecciones Municipales 2008, porque le habría significado detener la gira que actualmente tiene con Francisco Pérez-Bannen, con la obra “El gran regreso”, además de las filmaciones de varios cortometrajes.

“Mi profesión es actuar y tengo que vivir de eso, no de la política. Yo soy político porque soy un animal político, pero soy fundamentalmente actor, uno que tiene muy claro lo que es hacer buena política”.

-¿No quedaste desilusionado de la política?
“Estoy desilusionado de la que se está haciendo en Chile, pero no de la política, porque todo es político. A mí me asombra y me da risa cuando me dicen que las películas chilenas son políticas. Porque yo haría una aclaración: desde que se inventó el cine, todas las películas que se han hecho son políticas. Todas, sin excepción. Lo que pasa es que para algunos chilenos ‘Rambo’ y ‘James Bond’ no es política, pero cuando el tema trata de Chile, sí y eso es grave.
“Ahora se acaba de reestrenar una obra que se llama ‘La muerte de un vendedor’, de Arthur Miller. Tomás Vidiella la reestrenó años atrás. En ese entonces, los críticos dijeron al fin teatro-teatro y no teatro político. Si Arthur Miller hubiera leído esa crítica se hubiera hecho el harakiri. Todo pasa en Brooklyn, donde Willy Loman queda cesante, en un sistema determinado, en un momento determinado… Ahora, si se hubiera llamado Raúl Astudillo y hubiera vivido en la población Nueva Estrella, habría sido la obra más política que se hubiera estrenado en Chile”.

Al finalizar su concejalía, Jung partió a Barcelona como agregado cultural, cosa de la que prefiere aclarar: “No tuvo nada que ver el partido”. Estando allá, coronó su labor que terminó en el 2005, participando en el Palau Saint Jordi de “Neruda en el corazón”, un evento en conmemoración al centenario del poeta, en el que estuvieron presentes personajes como Ana Belén, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Miguel Bosé, Julieta Venegas y Víctor Manuel.

Hoy, tras la experiencia de tratar de expandir la cultura chilena -con poco presupuesto para la causa, como lo criticó en su momento- dice tener fe en que “antes del Tricentenario podamos gozar de una transformación de índole cultural, realmente importante, que nos permita tener claro cuál es nuestra imagen país, esto que anda buscando ProChile”.

-¿Están muy perdidos?
“Hay que mirar a la Argentina. Su imagen país no son los paisajes, no es Sernatur. Son los tangos, Gardel, Maradona, Evita, Borges, Cortazar… En Brasil es el Carnaval, Pelé, Chico Buarque, Caetano Veloso, Maria Bethania, el bossa nova… Y aquí como que les cuesta, como que les da vergüenza… Lo que debería hacer ProChile es exportar nuestro cine, exportar a Neruda, a la Gabriela Mistral, a Nicanor Parra, a Vicente Huidobro y a muchos otros que son desconocidos a pesar de su gran calidad. Si uno se fija, los que han trascendido lo hicieron porque se fueron a vivir afuera, no porque este país haya hecho algo por exportarlos. Matta se fue, Claudio Bravo se fue, Claudio Arrau se fue y a nadie en ProChile se le ocurre pensar que tenemos a nuestra gente, que son la imagen del país, no el huaso. Es su gente y su cultura, la gente del intelecto”.

-¿Una imagen con contenido?
“Sí, lo que somos. Pero eso es lo que todavía no tenemos definido. Todavía creemos que la cueca es campesina, que no es un baile urbano y que hay que bailarla vestida de huaso. Además, si vemos al huaso en los cuadros de Rugendas, tiene ese gorro maulino, la manta larga… Ése es el huaso, no Fernando González desfilando en las Olimpiadas”.

-Pero él es imagen país…
“Por supuesto. Igual que Zamorano y Marcelo Salas, el Chino Ríos. La gente es la imagen de Chile. Hay que mostrar cuáles son los logros en lo económico, cultural y social”.

Como agregado cultural, fue la segunda vez que Julio Jung vive lejos de su país. Antes, en 1974 partió a Venezuela, donde su primera esposa, la actriz María Elena Duvauchelle, se encontraba con su compañía de gira.

“Dieron orden de hacerme desaparecer de la pantalla y entre eso hacerme desaparecer de la faz de la tierra había un solo paso. Decidí partir a Venezuela y parece que con buen olfato, porque Eugenio Ortega, casado con la Carmen Frei, en un viaje que hizo a Venezuela para ver a Jaime Castillo que estaba exiliado, le comunicó que yo tenía dos decretos de prohibición de ingreso al país. Dos. No uno, dos. O sea, yo no podía volver porque estaba expulsado”.

Antes de regresar a Chile, en 1984, Julio pudo cultivar su fama en Caracas, participando en teleseries y radioteatros en Radio Caracas Televisión y Venevisión, además de consagrarse con su personaje de Rumildo, creado para hacer campaña del buen uso del combustible y ahorro de energía.

-¿Por qué volviste si te estaba yendo súper bien?
“Volví porque si había que hacer algo para el retorno a la democracia, había que hacerlo en Chile. Quería vivir aquí con todo lo que ello conllevaba. Seguí proscrito, pero a pesar de todo logré entrar a Canal 13 y arrendamos el galpón de Los Leones, donde estrenamos obras bastante conflictivas en ese momento. La primera fue ‘Regreso sin causa’, que ganó el premio de la crítica de ese año. Después recibimos el Premio Municipal, pero el alcalde Carlos Bombal nos lo quitó y eso que yo tenía una buena relación con él. Protestamos y fuimos con los jurados, que dieron fe de que habían votado por nosotros, pero el alcalde decidió eliminar para siempre los Premios Municipales… Volvieron con Jaime Ravinet y lo primero que hizo él fue entregarle a ‘Regreso sin causa’ el premio quitado años atrás”.

-¿Qué otros problemas tuviste a tu regreso?
“Tres amenazas de muerte. Una fue en el primer cumpleaños que celebraba de regreso acá, el día 21 de marzo. Y como no era efeméride nacional, encontré muy raro que me llegara una corona fúnebre fantástica de camelias, con una nota que decía que era el último cumpleaños que celebraba en mi vida. Lo firmaba el comando Simón Yévenes. Después amenazaron con una supuesta bomba que fue colocada cuando hacíamos funciones para los pobladores de La Victoria. Hubo desalojo del teatro, llegó el Gope, pero fue una amenaza falsa. Después fuimos amenazados 80 actores y hubo una reacción internacional y llegaron cientos de mensajes y el sindicato norteamericano de actores mandó a Christopher Reeve”.

-¿No te dieron ganas de volverte a ir?
“No era mi gran preocupación lo de las amenazas. Era jodido y al principio hubo bastantes agresiones. Incluso después, cuando volvió la democracia… Me tiraron la camioneta encima. Pero ya han pasado 20 años y hay que reconocer que vivimos en un país mucho más civilizado, donde ya no hay agresión gratuita”.
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