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Un hippie de los ‘90

14 de Enero de 2009 | 12:33 |
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Atrás han quedado los malos recuerdos. Hoy ya ni siquiera vive en la casa de Vitacura, porque dice que se le hizo muy chica a su familia, así que aprovechó una buena oferta y se mudó a Las Condes, comuna que no deja de aparecer en las noticias por robos de las mismas características que sufrió él.

“Pero ojo, que los asaltos que ocurren en Las Condes salen en los diarios. Los que se producen en Puente Alto o en San Miguel, la comuna con más victimización que hay en Chile, generalmente, si no hay un homicidio terrible no se conocen. Nosotros nos enteramos de los asaltos que ocurren en el sector oriente, pero si uno ve los índices de victimización, Las Condes está fuera de las primeras 20 comunas de la lista. Para qué decir Vitacura o Lo Barnechea.

Las primeras son San Miguel, Lo Espejo… Allá se vive la delincuencia pura y peor aún, muchas veces Carabineros ni siquiera llega, por cosas como que no tuvo capacidad o no tuvo bencina para echarle al auto”.

Gonzalo tiene sus ideas claras. Siendo el rostro de su ONG y líder indiscutido de esta campaña antidelincuencia, no desaprovecha oportunidad alguna para hablar de los cambios que espera en el sistema, que van desde mejorar y ampliar la rehabiltación de los presos, hasta lograr que el Estado dé un giro importante en el tema de la delincuencia, apoyando organizaciones civiles, como la suya, porque “los gobiernos pasan”, dice.

-¿Cómo es esto de que algo tan negativo haya cambiado el rumbo de tu vida para mejor?
“Es lo que tenía que ser, el destino que nos tocó vivir. Hay cosas en la vida que a uno le pasan y uno se pregunta por qué. Tal vez tenía que pasar un momento desagradable para después hacer algo por los otros, no sé. Fue algo que sucedió y ahí está... Uno es medio no más”.

-¿Te reconocen en la calle?
“De repente. Pero yo no me siento alguien público ni ando pendiente de esas cosas, porque creo que no hay que creerse el cuento. A uno la vida lo puso en esto, está ayudando y bien. Lo más importante es tener los pies en la tierra y entender que uno es un ser humano que está ayudando, aunque muchas veces no se puede ayudar lo que uno quisiera. De repente me paran en la calle y me felicitan o me piden ayuda. El otro día me decían: Mister... Usted, usted es el de la delincuencia. Oiga, me robaron... Pero tampoco es algo tan habitual, pasa poco”.

-¿Te piden fotos?
“Alguna vez sí. Pero no hay que creerse el cuento en esto. Cuando uno conoce el mundo político uno ve que hay mucho ego en esto. Y que de repente eso te impide ser de la calle, y si uno quiere aportar tiene que estar dispuesto a estar en la calle, porque ahí están los problemas. En eso, el ego es la peor ayuda, destruye”.

-¿Te han ofrecido cargos públicos?
“Sí. La verdad es que a mí me pican las manos por hacer algo y siento que como ciudadano común y corriente ya he hecho todo lo que he podido. Si la vida me tira para un camino de representación y hay que dar la pelea por esto, por provocar cambios, ten por seguro que la voy a dar. Pero es otro mundo... Hay que formar parte de un partido, tener plata para una campaña, calzar con cierta gente con la que ideológicamente no calzas, pero si ése es un medio, bienvenida la pelea”.

-¿Qué sientes cuando ves delitos similares al que sufriste en la tele?
“Ahí trato de ser súper respetuoso con el dolor de la víctima. Jamás he ido a tocarle el timbre a una víctima que salió en la tele. No sé si es bueno o malo, pero, en el fondo, soy medio pudoroso. De hecho, cuando nos llaman de un canal de televisión preguntando por casos, nosotros les decimos que no somos agencia de víctimas. Hace poco que me llamó la mamá de la Soledad Lapostol, antes del juicio y hasta nos emocionamos. Me dijo que hace mucho tiempo quería hablar conmigo. Hubo mucho desahogo y mucha rabia. Yo ya había tomado contacto con el marido (de Lapostol, Alfredo León) cuando todo sucedió, diciéndole si quería ayuda. Le dije que lo que debía hacer de este caso un tema mediático. No me hizo mucho caso y ahora salió la sentencia... Él y su hijo salieron declarando (León dijo que la jueza Mariela Jorquera –quien dictó condena de presidio perpetuo simple para Luis Araya- ‘tenía una tendencia exagerada a la protección del imputado’), pero ya es tarde. Ese trabajo lo debieron hacer antes”.

-Hace cerca de un año tu esposa decía temer que debido a lo que vivieron, sus hijas tuvieran traumas. ¿Cómo las has visto?
“No he visto nada que pudiera atribuírselo al delito. Ahora, la mayor (Paloma) entiende que nosotros abrazamos una causa, pero bueno, es parte de la historia que le tocó vivir. Ella entiende la palabra delincuente. No sé si todas las niñitas de 5 años entiende que un delincuente es una persona mala o tiene internalizado que puede sufrir un robo. Quizás, porque nosotros hablamos tanto de delincuencia le es normal, pero es lo que le tocó vivir. Obviamente, nuestra psicología es explicarle que hay gente buena y mala y que la mala no es la mayoría y que hay que confiar aunque hay que ser precavido. No pretendo inculcarle el terror. Ella es lo más libre que hay”.

-Soledad pinta, pero tras el asalto no pudo retomar su actividad...
“Hace como 6 meses empezó a pintar de nuevo, después de 2 años. Era re buena y tenía una carrera ascendente. Hoy está pintando un poco lo que ha vivido acá, que también ha sido súper enriquecedor como artista, porque se ha conectado mucho con las emociones de personas que ha conocido aquí”.

-¿Tú dejaste de hacer algo después de ese día?
“No, al contrario, empecé a hacer cosas que antes no hacía, como esto; meterse en el tema público, en temas políticos, tomar un contacto con la gente, con sus emociones... Yo siempre fui inquieto socialmente, pero es distinto cuando uno intenta ayudar en lo emocional. Trabajé harto cuando salí de la universidad (Católica) en el Hogar de Cristo y estuve un año viviendo con los niños de la calle. Me iba todos los jueves a dormir a una hospedería y buscaba mostrarles que había oportunidades, pero éste es otro cuento porque uno se conecta con gente dañada y emocionalmente muy afectada. Ir al juicio y escuchar el drama de una víctima, cómo se lo explican a los jueces, llorando, sabiendo todo lo que ha pasado... Esas dos horas son agotadoras. Nada de eso había hecho. Y meterse en todo este cuento de transformarse en alguien que da entrevistas y que sale en la tele, que tiene que hacerlo bien, sin equivocarse, o que uno dice una cosa y después te la contradicen... Así empecé a hacer cosas que antes no hacía y seguí haciendo lo de antes, trabajando en una empresa que formé el año 2000, que está ligada al tema de los artículos de deporte. Mucha importación y China y esas cuestiones”.

-Dos trabajos. ¿Te queda tiempo para la familia?
“Me organizo. Trabajo hasta como las 8 y media. Al principio, cuando estaba partiendo con la empresa, trabajaba todos los domingos, pero ya no. Ahora, con las víctimas me pasa como hace unos días que fui a ver a una a las 11 de la noche. Si hubiera estado trabajando en un estudio de abogados, el día de San Blando me habría podido dedicar a esto.
“También hago harto deporte. Buceo, voy al gimnasio, juego tenis, nado. Salgo a trotar casi todos los días. Hubo un tiempo en que por tiempo me saltaba el almuerzo, pero aprendí a organizarme y a decir que no. El año pasado hice clases de liderazgo en la Universidad del Desarrollo pero lo dejé porque el tiempo se me apretó mucho. Aunque ahora me llamaron de la Adolfo Ibáñez y ya lo estoy pensando...”

-¿Cómo traspasas preocupación social a tus hijas?
“Ahora son muy chicas, pero eso se hace de a poco, es un proceso y depende también de dónde se eduquen. En los ’80, Chile era un país más pobre y vi que había una realidad social distinta... Desde muy chicos, 7 años, ya íbamos (él y sus compañeros del Verbo Divino) a hogares de ancianos y les hacíamos show. Más grandes íbamos a La Pincoya o a misiones en Arauco. Si uno mismo quiere tener la vida que sueña, tener una familia y comodidades, debe entender que se vive en un país con muchas necesidades y falta de oportunidades, y hay que hacerse cargo de eso de alguna forma.
“Soy de una generación de los ‘90, que ha vivido en democracia y que siente que tiene una responsabilidad social potente, con una forma diferente de ver las cosas y de entenderlas, una que tiene algo que decir. Yo pertenezco a ese ADN y por eso no me quedé callado. Las cosas pasan y no pasan por el lado, uno se hace responsable y se involucra”.

-¿En los hogares qué show hacías?
“Organizábamos obras de teatro... Yo tenía un grupo de música... Toco hasta hoy. Me gustaría tener un grupo ahora pero no tendría tiempo y ahí sí que me echarían de la casa. Es que esa cuestión es una droga y te chupa porque hay que ensayar y quieres tocar, y si lo hiciste bien te invitan a otro lado, fuera de Santiago...”

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Soy fanático de la música; me fascina su historia y los datos freak. Cuando alguien sabe de esas cosas me quedo mucho rato conversando de detalles y anécdotas. Tengo un libro, “1.001 discos que hay que escuchar antes de morir”, y siempre estoy leyéndolo... Mi vicio es ir a comprar el disco que veo ahí. También me meto mucho a youtube para ver recitales. Yo soy muy fanático de la música de los ‘60 y ver en internet a un artista en vivo, ver su cara, me encanta. Me gusta saberlo todo, por ejemplo, la Jane Asher fue polola de Paul McCartney, hasta que él conoció a la Linda y la dejó. Pero ella fue el amor platónico de Mick Jagger y por eso le escribió la canción ‘Lady Jane... El otro día estaba viendo tele y apareció la antigua (1966) versión de ‘Alfie’–en la nueva (2004) sale Jude Law- es con Michael Caine y ahí actúa la Jane Asher, que es como la buenamoza de la película-. Ahí yo me sentía en los ‘60. Me encanta la música y la historia, así que cuando surgen esas combinaciones me puedo quedar el día completo estudiando y escuchando música. En otra vida, tal vez, fui músico”.

-¿Hippie o rockero?
“Totalmente hippie. Soy de alma hippie. En el ‘73 habría sido MIR de todas maneras. Habría vivido en una peña y habría sido gran amigo de los Quilapayún”.
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