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Con lo penal en la sangre

Esta joven abogada reconoce que a lo largo de su carrera ha ido endureciendo su visión respecto al crimen, pero cree que aún falta mucho por hacer en materia de prevención y rehabilitación, especialmente, para rescatar al joven en el inicio de su carrera delictiva.

19 de Marzo de 2009 | 08:48 |
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Se nota que está con la agenda apretada desde la semana pasada, pero igual se da tiempo para contestar el llamado de su madre y ponerse de acuerdo en asuntos de sus hijos. Aunque sus nuevas responsabilidades le están implicando más llamados telefónicos y reuniones, la sonrisa pareciera no borrarse de su cara.

Francisca Werth, la nueva gerenta general de la Fundación Paz Ciudadana, está feliz con sus nuevas obligaciones y sabe que, aunque no es la primera mujer en el cargo, ella puede imprimirle un nuevo sello a la institución.

Con 37 años, casada y tres hijos que van de los 11 a los 5 años, esta abogada siente que el nombramiento no sólo es un reconocimiento a su persona, sino que a los miembros de Paz Ciudadana que trabajan en temas de seguridad desde hace más de una década.

Egresada de la Universidad Católica, le bastó un corto período de tiempo en un estudio de abogados para comprobar que el derecho comercial no era su camino. Estar a cargo de patentes y marcas no era lo que esperaba de una profesión que siempre la entusiasmó y más, cuando realizó su práctica en penal.

Trabajar con los presos de la Penitenciaria, motivada por el profesor que la marcó, el hoy fiscal Luis Elías Morales, y luego con las mujeres del COF, mucho antes de titularse, fue determinante a la hora de introducirse en el mundo del derecho criminal.

A la Fundación llegó hace 8 años, cuando se enteró de que había ahí un trabajo temporal por cuatro meses. Carlos Valdivieso, entonces gerente, se lo ofreció remarcándole que era a plazo y ella lo tomó con gusto porque estaba ad portas de partir a Londres por estudios de su marido. A su regreso, la estaban esperando y aunque venía embarazada de su segundo hijo, igualmente se integró definitivamente al staff. Tras la muerte de Carlos y la llegada de Gonzalo Vargas, asumió la dirección de proyectos cuando Javiera Blanco partió a la subsecretaría de Carabineros.

-¿Si te gustaba penal, por qué te pusiste a trabajar en comercial?
“Nooo, encontré trabajo. Siempre estuve muy metida en el tema penal; es bien entretenido, pero también duro y en esa época existía el sistema antiguo de justicia que no permitía litigar. Yo lo pasé muy bien tramitando en penal y estar en las cárceles te abre otra perspectiva”.

-Algunos que hacen práctica en penal no regresan porque se deprimen.
“Sí, es un mundo muy duro, pero yo sigo yendo a las cárceles ya que soy parte de una comisión de supervisión de centros para jóvenes infractores. Ahora, desde acá, las cosas no lo son tanto porque es un mundo en el cual uno se permite soñar sobre las políticas públicas. Pero conocer la realidad es fundamental para ello, no te puedes parar y decir que las cosas se deben hacer de tal o cual manera sin haber hecho terreno, haber estado ahí.
“Uno no puede hablar del mundo de la cárcel sin haber estado nunca ahí para bien y para mal, sin conocer sus fortalezas y debilidades; es eso lo que te permite pararte al otro lado y decir yo creo que las cosas debieran ser así”.

-¿En cuál parte te has sentido aportando más?
“De todas maneras en el tema de los jóvenes cuando me involucré en la ley penal juvenil. Lamentablemente, esa experiencia fue un poco frustrante porque trabajamos, con una perspectiva técnica, en el proyecto de ley y en su tramitación se le destruyó y terminó siendo un sistema que nadie quería. Pero es mi área más querida, porque siento que es en la que más se puede aportar; si no se apuesta por los jóvenes, en los inicios de una potencial carrera delictiva, estamos mal”.

Francisca reconoce que los actores involucrados en los temas de seguridad ciudadana tuvieron, al inicio, una perspectiva más de control, una visión más persecutoria, que de rehabilitación y prevención, pero, asegura, se han dado pasos en esto último.

-¿Y Francisca ha experimentado el mismo giro?
(Se ríe) “No, al revés, me ido poniendo más dura. Cuando partí con mi trabajo en las cárceles tuve una experiencia súper cercana con la gente que estaba ahí. Las condiciones son bien extremas; el COF estaba en manos de las hermanas del Buen Pastor.
“Era joven, era mucho más idealista que hoy, creía mucho más en la posibilidad de reinsertarse y tener una nueva oportunidad. Además, tenía ingenuidad y me comía los cuentos que me contaban. Me acuerdo que uno me rogó porque le pidiera la libertad, la alegue y se la dieron un jueves y cuando volví el lunes a trabajar estaba adentro de nuevo, porque había robado una radio el fin de semana. Pero creo que el sistema debe ser justo”.

Con hijos pequeños, relata que su trabajo no la ha transformado en una madre aprensiva y en su casa, las medidas de seguridad son mínimas. “Mis hijos saben en qué trabajo y todavía se recuerda en mi familia que cuando estaba haciendo la práctica llevé a una sobrina al COF cuando todavía estaban las monjas porque no era peligroso. Trato de no vivir extremadamente preocupada y mis niños son bastantes libres, no vivo atemorizada”.

-¿De verdad?
“Sí, aunque cuando llego a mi casa nunca veo programas policiales o de delincuencia como el ‘133’. Trato de cortar el nexo, salvo que deba verlo por trabajo”.

-¿No experimentas ese alto índice de temor que los chilenos tienen?
“No, quizás porque no he sido víctima. Eso marca una cercanía. Probablemente si fuera asaltada tendría más susto. Siempre me acuerdo que al papá de la Javiera (Blanco) lo asaltaron y le pegaron y el comentario de ella fue que había comprobado en forma personal como el temor aparecía.
“Si uno trabaja en esto, una se da cuenta de lo grave que es la victimización y cómo afecta la calidad de vida de las personas. Al estar en esto una capta la dimensión del problema, cuestión que muchas veces la gente no entiende; por qué la gente llega a ser delincuente. Lo he podido entender y trato de transmitirle a mis niños que la gente que comete delitos hizo algo malo, pero hay que ver si eran queridos, estaban solos, los cuidaba una mamá. Lo hago para que se den cuenta de la suerte que tienen y también para que vean que hay opciones en la vida”.

-¿Cómo manejas la angustia que genera este tema?
“Me pasa que a cada comida que voy terminan interrogándome sobre la delincuencia y sí, agota un poco y a mi marido también. La gente demanda de mí explicaciones, incluso bien técnicas como por qué no tenemos penas más altas. Siento en los ambientes sociales que hay una ansiedad y me agobia un poco”.

Está consciente que su jornada de trabajo, desde sus nuevas responsabilidades, se hará más larga, pero afirma con vehemencia que seguirá intentado –“autoimponerme”- un horario razonable y respetar el de los demás. Para hacerlo, se lleva pega para la casa y, como, todas las mujeres, “se las arregla”.

-¿Qué te impulsó a aceptar?
“Es un cambio seguro, conozco a todo el equipo y también era un desafío para la fundación; era una señal súper potente que el nuevo rostro saliera de ella. Lo sentí como un reconocimiento y tengo un montón de ideas y ganas por cosas que hacer porque hay muchas áreas en las que aportar”.