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Mamá ¿te hiciste una cirugía plástica?

Después de acoger las preguntas que las mamás le hacían en su consulta, el cirujano plástico estadounidense Michael Salzhauer publicó "My beautiful mommy", un libro infantil que, aunque tiene varios detractores, ha puesto en la agenda pública un nuevo tema: ¿Deberían los hijos saber que sus mamás se harán una cirugía? ¿Cómo se les explica? Aquí entregamos la postura de Salzhauer y de los especialistas chilenos.

30 de Enero de 2009 | 09:40 |
"Cuando me hice una rinoplastia hace un par de años, no supe cómo enfrentar este tema con mi hija mayor, de entonces cuatro años. Al verme llegar a la casa, llena de vendas, ella se horrorizó y lloró sin parar durante más de treinta minutos. Pasaron los días y me hizo miles de preguntas que no supe bien cómo responder".

Fue después de este episodio que el médico estaodounidense Michael Salzhauer pensó que debería haber un mejor modo de preparar a los niños para las cirugías plásticas de sus padres.

Michael Salzhauer (36), oriundo de Florida, lleva más de una década de experiencia como reconocido cirujano plástico y su prestigio lo ha llevado a ser invitado frecuente en programas estelares de la televisión estadounidense (CNN, NBC, CBS, ABC, Fox News y Telemundo, entre algunos) para hablar sobre las últimas tendencias en cirugía y exponer sobre su nuevo libro, que es tema obligado en los medios de comunicación estadounidense.

Convencido de que sería un acierto, el doctor Salzhauer publicó el año pasado "My beautiful mommy", un libro infantil con 24 páginas de ilustraciones en estilo pedagógico - para niños entre cuatro y ocho años- que busca calmar los temores de los más pequeños frente a las cirugías plásticas de sus mamás.

El cuento, traducido al español, alemán y francés, relata la operación y recuperación de una mamá que se ha realizado, al mismo tiempo, una operación de nariz y una reducción de abdomen (abdominoplastia). Una historia con un final feliz, que ha sacado chispas en algunos grupos de la comunidad estadounidense.

Michael Salzhauer, quien mantiene un elevado nivel de actividad quirúrgica, con más de 600 operaciones por año, cuenta que su libro está orientado exclusivamente para que los pacientes expliquen a sus niños de manera honesta y comprensible los cambios físicos que van a experimentar.

"Es importante que las madres entiendan que la decisión de hacerse una cirugía estética tendrá consecuencias en sus hijos y que deben prepararse para que éstas sean lo más leves posibles. Es necesario que los niños se sientan parte de este gran evento, aunque no comprendan completamente cómo funciona una cirugía; ellos son muy perspicaces y es casi imposible ocultarles una noticia como ésta", comenta a Revista Ya desde su moderna consulta en el exclusivo sector de Bal Harbour en Miami Beach.

A pesar de que sus opositores lo acusen de haber creado un libro que muestra una imagen irrealista de la belleza, el doctor Salzhauer insiste en defender la posibilidad de verse bien: "Yo me operé la nariz y eso no tiene nada de malo. Todos alguna vez hemos querido cambiar algo de nuestra apariencia".

El profesional atiende unas 200 madres al año: "Realizo los llamados "mommymakeovers", procesos estéticos donde las mamás se operan partes de su cuerpo que han sufrido algunos cambios después de los embarazos. Las cirugías más requeridas son la lipoaspiración y el implante de mamas", confidencia.

El profesional plantea que, en la mayoría de los casos, la piel de las mujeres se estira después de los embarazos y ésta nunca vuelve a quedar como estaba antes. Además, al amamantar, los pechos se tienden a caer, lo que no se repararía con dietas o ejercicios.

Según Salzhauer, en Estados Unidos la cirugía plástica se está convirtiendo en una realidad extremadamente popular entre jóvenes mamás mayores de 30 años. Lo cierto es que de acuerdo con la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos (ASPS), durante 2007 un tercio de las 348 mil cirugías mamarias y de las 148 mil abdominoplastias fueron intervenciones realizadas a jóvenes madres que quisieron corregir alguna parte de su cuerpo tras subir de peso en sus embarazos.

Graduado en la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington (St. Louis), para construir esta historia, el profesional se tardó tres meses. Durante este tiempo leyó decenas de libros infantiles y se asesoró por su mujer, sicóloga de profesión. Además, utilizó los conocimientos que había obtenido de una maestría en sicología (cursada en el college) y entrevistó a decenas de pacientes, todas jóvenes madres de niños pequeños. "Y no hay que olvidar que también me sirvió ser padre de cinco hijos menores de nueve años".

Frente a las críticas de grupos que lo acusan de haber sacado un libro que no es adecuado para niños, y que incentivaría la cirugía plástica entre los más jóvenes, el profesional insiste en afirmar que "Mi beautiful mommy" fue creado con la mejor de las intenciones, dirigido específicamente a tratar este tema y no con la finalidad que los niños lo tomen como un libro para irse a dormir.

"Para algunos, hacer una historia como ésta podría parecer una broma, pero es necesario tratar este tema, puesto que es una realidad que viven cientos de miles de familias en Estados Unidos. No intento glamorizar la cirugía plástica entre los niños, ni tampoco corromper la sociedad", defiende el doctor Salzahuer.

"Los niños necesitan respuestas"

Tintes de fantasía, bromas y preguntas inocentes condimentan el libro, basado en las experiencias del médico. En el cuento, la madre explica a su pequeña hija una operación a su nariz diciendo que "se verá más bonita" y justifica la reducción de su abdomen, porque "ya no entra en su ropa".

"Todo está idealizado en el relato. El cirujano luce como un superhéroe, porque para un niño el doctor puede ser una figura intimidante, y lo que les queremos mostrar a los pequeños es que él va a ayudar a mamá y no a lastimarla", insiste el experto.

En las páginas de la historia no se aborda el tema del implante de mamas, procedimiento que, según el médico, es el más difícil de explicar a un niño. "A los seis u ocho años, ellos no logran entender bien por qué una mamá, que no está en período de lactancia, se preocupa del aspecto de sus pechos, y tampoco comprenden que ella desee tenerlos más grandes o incluso más pequeños".

Asimismo, el especialista revela que muchas pacientes no se atreven a conversar con sus hijos sobre una cirugía y que les resulta aún más difícil hacerlo cuando son adolescentes de entre 13 y 22 años, quienes tienden a reaccionar negativamente ante la idea. "Aunque parezca increíble, los menores de 12 años toman muy bien y más naturalmente el tema, pues no tienen prejuicios establecidos al respecto". Añade. "Un niño normalmente debe tener unos siete u ocho años para comprender realmente lo que significa una cirugía plástica".

Con sus años de experiencia, Michael Salzhauer cree que la mayoría de las pacientes que ignoran una intervención por completo está actuando en forma errada, pues fomentan en los niños miedos y ansiedades innecesarias. "Ellos se ven forzados a utilizar su imaginación para llenar los espacios en blanco sobre lo que está sucediendo. O bien, usan tácticas como la mentira diciéndoles a sus hijos "me rompí la nariz" o "me enfermé, así que tuve una operación a mi estómago". Esto puede funcionar bien en el corto plazo, pero juega en contra a futuro".

Enfatiza además que el aspecto desconocido de una cirugía plástica resulta muy aterrador para los niños; el miedo más frecuente es que asocien la visita al doctor con una enfermedad e incluso la muerte. "La mera idea de perder a mamá es catastrófica. Algunos niños, que han visitado mi consulta con sus madres me preguntan: ¿por qué mi mamá está en el doctor?, ¿está enferma?, ¿va a morir? Ellos se imaginan el peor escenario, sobre todo después de la cirugía plástica. Los padres deben tener respuestas para disipar estos miedos".

Recalca que el momento clave de toda intervención es cuando las mamás regresan a su casa para recuperarse luego de una intervención: "Al verlas llenas de vendajes y moretones los niños se muestran más preocupados e inquisitivos, incluso muchos se molestan porque ven a sus mamás enfermas y no pueden jugar con ellas. Durante este proceso, es crucial explicarles bien que las heridas se curarán en pocos días", sugiere.

Su libro está diseñado para contar a los niños qué pasará desde la consulta inicial hasta el resultado final. El médico recomienda que las mamás, junto a sus maridos e hijos, lo lean por lo menos tres veces durante toda la evolución de la cirugía plástica: una vez antes de la consulta inicial con el médico (si los niños van con sus mamás), otra poco tiempo antes de la intervención, y finalmente durante la fase postoperatoria. El doctor Salzhauer advierte que cuando los resultados del bisturí no son los esperados se realiza una segunda intervención que los niños entienden mejor. "Dependiendo del tipo de cirugía, usualmente se espera unos seis meses para que los tejidos sanen totalmente. Por lo general, los pequeños ya no están preocupados por la segunda operación; después de todo, ya vieron a su madre pasar por una cirugía sin mayores problemas. Ellos guardan mayor miedo a lo desconocido que se produce con la primera cirugía plástica", explica.

Visión chilena

"Los especialistas chilenos se muestran cautos al momento de analizar si es necesario o no contar a los hijos sobre las cirugías plásticas de sus madres.

Ximena Bugueño, sicóloga y coordinadora del programa Valoras de la Universidad Católica, opina que el riesgo de explicar una cirugía plástica a un niño con frases simplistas como "Me operé para verme más linda" puede hacer pensar al menor que modificar el cuerpo a voluntad es muy fácil. Así, también se muestra cuidadosa al escoger un libro infantil para contar una cirugía plástica. "Estas historias son las más difíciles de desarrollar, pues generan un gran impacto en los niños. Las ilustraciones y los diálogos de un cuento transmiten valores porque resaltan algunos por sobre otros. En el libro, el doctor dice que no pretende idealizar la belleza, pero después de ver sus ilustraciones ésa es la idea que queda en la retina".

A su juicio, es difícil que los niños a esa edad entiendan una cirugía plástica. "Entonces, es importante que reciban información, pues una operación como ésta implicará un cambio en su rutina cotidiana. Deben saber, por ejemplo, cuánto tiempo se ausentará la mamá o quién los cuidará".

Para la sicóloga clínica Magdalena Budge, especialista en sicoterapia de la Universidad del Desarrollo en Concepción, ocultarle una cirugía plástica a un niño es absurdo, pues ellos necesitan recibir verdades, las que deben entregarse de acuerdo con su edad y desarrollo cognitivo. "Entre los dos y siete años los niños realizan operaciones mentales donde la fantasía revela más fácilmente las cosas. Por lo tanto, entregar respuestas muy abstractas no tiene sentido, pues ello no calma las ansiedades o angustias que se despiertan con una cirugía".

Según la sicóloga, es necesario orientar a los padres sobre qué valores se les transmiten a los niños con una cirugía plástica, pues este mensaje también puede repercutir en la aceptación de la autoimagen del menor. "El perfil de supermodelo de la mamá, por ejemplo, refuerza la idealización de un cuerpo perfecto. Los niños no necesitan a una mamá Barbie y tampoco a una mujer insatisfecha consigo misma. Ellos requieren madres capaces de preocuparse por sus necesidades afectivas y que transmitan confianza".

Rodrigo Ramírez, médico cirujano plástico de la Clínica UC San Carlos de Apoquindo, no está de acuerdo en que los padres les cuenten a sus hijos que se someterán a una cirugía plástica. "Como médico es muy difícil explicarles a los niños que sus papás están enfermos y peor aún es hacerles entender que no lo están, pero que igualmente deben hospitalizarse".

Enfatiza que si los padres insisten en contarles de estas cirugías a sus hijos ellos debieran hablarlo honestamente. "Deben advertirles de los riesgos y complicaciones, decirles que será realizada por un médico cirujano plástico certificado y que además tendrá como finalidad mejorar el aspecto y la autoestima". Ramírez cree que a través de un libro se puede subestimar la capacidad de entendimiento de los niños.
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