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Confiada en que la crisis nos vuelva más sencillos

La presidenta de la ONG “Casa de la Paz”, dedicada a promover el desarrollo sustentable asegura que sólo menos consumistas, egocéntricos y desconfiados podremos generar un cambio positivo a nuestro alrededor. Desde su mundo más privado, a un año de haber publicado un libro sobre el drama del cáncer infantil, hace un balance.

02 de Abril de 2009 | 08:44 |
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Estudió periodismo en el campus de la Chile ubicado en Macul en plena revolución de las flores. Quizás, por eso, la ONG que encabeza se llama “Casa de la Paz” y se dedica a promover el desarrollo sustentable y cuidado del medio ambiente.

Sin embargo, los primeros años de su vida laboral, más de 15, no fueron en el mundo del activismo social, sino que en el de la publicidad. Convencida –tras una agitada práctica en los patios de la Cancillería- de que el reporteo no era su norte, Ximena Abogabir enfiló sus pasos hacia el mundo del avisaje y se convirtió en uno de los nombres de la destacada agencia Porta.

Ayudaron en este reciclaje el hecho que, una vez casada, se trasladó a Valparaíso y, junto con trabajar- se dedicó a criar a sus tres hijos. Hoy, con la distancia, señala que haberse desligado del periodismo la protegió de haber sufrido algún apremio en el gobierno militar, donde muchos de sus compañeros de universidad tuvieron “un triste final”.

Un hecho personal, como fue su traumática separación, la pusieron en la senda que hasta hoy sigue. En 1983 consultó a Lola Hoffmann como psiquiatra buscando una respuesta a su fracaso matrimonial y el remezón fue tan intenso que no dudó en abandonar la agencia y crear “Casa de la Paz”, desde donde, sin ideologías y con mucha fe en la especie humana, ha desplegado una intensa labor promoviendo la participación ciudadana en la construcción de un mundo mejor.

Optimista lunes, miércoles y viernes –tal como le decía su amigo Francisco Varela- al mirar lo que nace y florece en “Casa de la Paz” y, pesimista martes, jueves y sábado, cuando da un vistazo a la prensa, Ximena Abogabir es una convencida que la paz no puede quedar en manos de los políticos y por eso, los ciudadanos deben organizarse y tomar el control de las cosas.

La ONG ha ido adecuando su misión a los tiempos. En los 80 estuvieron enfocados en la paz por razones obvias, dice; en los 90 en la protección del medio ambiente y ahora, en la sustentabilidad, cuestión que asegura se hace muy necesario en un país que tiende a mirar todo en forma segmentada: los del norte y los del sur; los mapuches o los chilenos.

“La sustentabilidad es persé una negociación entre lo económico, lo social y lo ambiental; no puede ganar sólo lo ambiental o sólo lo económico, hay que buscar un equilibrio”, afirma.

-Una trilogía bastante difícil de alcanzar.
“Claro, pero es indispensable que busquemos una salida”.

-¿Es viable en un país donde cada actor hace una defensa corporativa?
“Es una cuestión de supervivencia encontrar una salida a esta ecuación. Pienso que hoy las empresas globales lo están viendo y son ellas las que están liderando el proceso, mucho más que el Gobierno”.

-¿Esas empresas que eran depredadoras?
“Esas empresas que dependen de los recursos naturales y han entendido que o llegan a un equilibrio con ellos o se les va a terminar su giro, su negocio. No estoy hablando de las chilenas, porque, en general con muy pocas excepciones, son cortoplacistas, súper miopes. Estoy hablando de las empresas globales”.

-Iniciando el 2009 hagamos un balance. ¿Cómo estamos en este tema?
“Veo el vaso medio lleno; hemos avanzado mucho. Del año ’90 a la fecha, tenemos una institucionalidad que funciona, tenemos una cultura ambiental que se ha ido instalando, pero, evidentemente, es un horror todo lo que nos falta por hacer. Nos falta mucha normativa, mucha mayor fiscalización, pero –desde mi perspectiva- lo que más nos falta es un cambio cultural de todos. Los ciudadanos insisten en andar en auto, la gente de La Dehesa insiste en prender la chimenea”.

-Esto hace imposible preguntarse si los chilenos tenemos real conciencia de este tema. ¿La tenemos con una mirada global o sólo desde nuestro metro cuadrado?
“Hay una encuesta que hace una agencia japonesa en donde se evalúa cuáles son los mayores cambios. A nivel mundial, lo que más avanzado está es la educación ambiental, ubicándose al medio el reciclaje, el desarrollo de las tecnologías, y lo último, es el cambio de hábitos.
“Es verdad que hoy la gente tiene más conciencia, pero quiere que cambie el otro”.

-El que se preocupa del desarrollo urbano es al que le pusieron el túnel en la puerta de la casa...
“Exactamente...”

-Difícil construir un país así.
“Por eso es que este tema es ético, evolutivo. Para poder construir ese país soñado tenemos que ser mejores personas. Me tiene que importar el túnel ya sea que esté al lado de mi casa o al lado del otro”.

-¿Y cómo estamos en esto los chilenos?
“Creo que en eso vemos los resultados de la cultura vivida en los 80, de egoísmo, agresividad. El PNUD dice que Chile es el país más desconfiado en el continente más desconfiado, ergo, nos hemos replegado desde lo público a lo privado. La gente no quiere participar ni en juntas de vecinos ni en partidos políticos y se encierra en su hogar y se relaciona sólo con su familia. Incluso la cantidad de amigos ha disminuido.
“Todo lo desconocido es un potencial agresor. Tenemos un daño tan profundo en nuestra alma”.

-Eso no era lo que se esperaba de la democracia.
“No, es todo lo contrario. ‘La alegría ya viene’ era volver a los espacios públicos, abrazarnos con los desconocidos”.

-El sistema político debía promover la participación.
“En ese sentido, el momento cúlmine de esto se vivió en el gobierno de Lagos con su instructivo de 2001 sobre la creación de consejos consultivos en todas las reparticiones, pero que tras la crisis de 2003, se olvidó. Aylwin heredó el romance de la alegría ya viene; el de Frei fue bastante pragmático, hizo la instalación ambiental pero sin participación ciudadana que es fundamental”.

-Un informe tuyo de 2000 no era muy auspicioso, ¿sigues viendo el futuro en una nebulosa?
“Creo que hay que darle un vuelco importante a la sustentabilidad, no sólo al tema ambiental. Si miras la industria minera o la forestal, hoy te encuentras ahí con un tema étnico, de derechos humanos que no está resuelto y para lo cual no estamos preparados. Por eso, insisto, algo grande tiene que pasarle al alma chilena.
“La sustentabilidad requiere de una ética que hoy no tenemos, pero que a mí me apasiona como horizonte”.

-¿Te sientes frustrada del gobierno de Bachelet en lo que se refiere a esto?
“Efectivamente muchas cosas quedaron atrás, como el tema participativo donde se hizo cero. En el tema ambiental se agregó muy poco; la discusión se entrampó en la creación del ministerio, que desde mi perspectiva no resuelve las cosas. El tema ambiental es transversal, no es de un ministerio de medio ambiente, involucra pesca, economía, transporte, minería, agricultura....”

-¿Qué debiera pasar, cómo nos refundamos?
“A mí me gustan estas crisis como la que estamos viviendo, porque si bien traen una carga de dolor que adquiere la forma del desempleo, el resultado que espero, mi deseo, es salir de la burbuja de consumismo en que nos encontramos y bajar a una vida más simple, más de buenas conversaciones y disfrute de la naturaleza”.


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