El verano del año pasado una empresa de snacks inició una campaña llamada “Que vuelvan los lentos”, con la que pretendía hacer resurgir todo el romanticismo de cuando éramos unos púberes y esperábamos nuestras primeras fiestas con el anhelo de poder bailar con el chiquillo que nos quitaba el sueño.
La idea era interesante. Se trataba de recordar, con aires de melancolía, todos aquellos momentos y detalles que hicieron de nuestro paso a la adolescencia, un período inolvidable. Así es como Ricky Martin y su “Fuego contra fuego” y Bon Jovi con “Always” se convirtieron en emblemas de lucha de todos quienes querían desplazar al reggaeton con canciones románticas.
Al poco tiempo se habían creado blogs y grupos de Facebook que albergaban a más de seis mil seguidores; se hicieron fiestas con toda la onda de los ochenta y noventa y los pantalones pitillo y los accesorios de acrílico comenzaron un nuevo reinado.
Pero hoy, un año después del destape, todo volvió a la normalidad y ya en ninguna parte se bailan lentos. Como dice Ignacio Aguirre, productor y más conocido como DJ Sahlla, de la discotheque capitalina “Las Urracas”, el boom de los lentos sólo pegó el verano pasado.
“Mientras estaba la promoción vigente, incluso poníamos un lento en la mitad de la noche”, señala, pero cuenta también que tras acabarse las vacaciones, los ritmos rápidos volvieron a retomar su reinado.
“(Hoy) sólo ponemos lentos al final de la noche, pero con el fin de bajarle las revoluciones a la gente, para que la salida sea tranquila. Es lo que se ha hecho siempre”, insiste el DJ.
Karla Zamora, gerente del área cualitativa de Adimark GFK, explica, desde sus estudios sobre marcas y publicidad, que el problema es que “estas campañas les están hablando a los jóvenes. Están dirigidas a este segmento, pero ellos no tienen idea, por ejemplo, de lo que es un lento, porque nunca alcanzaron a bailar uno. Pero para quienes lo vivimos sí que son experiencias que marcaron y eso es lo importante”.
Desde un punto de vista psicológico, el fenómeno de este rescate de la moda ochentera responde a dos conceptos. Para los que ya han pasado algunas décadas de vida, “se trata de una añoranza de todo lo que fue su juventud, en que se piensa en todos los hitos de la adolescencia”, señala Zamora.
En otro término, está el caso de las nuevas generaciones que no vivieron en los 80 ni en los inicios de los 90, pero toman estas modas para “buscar una identidad individual, es decir, un elemento que los distinga del resto”.
Es por esta razón de querer ser diferente que las modas revividas no vuelven tal cual eran, sino que ahora aparecen con un valor agregado. La psicóloga y estudiosa del tema dice que el concepto es que “estas modas vuelven tecnologizadas. En estilo es lo mismo, pero no en funcionalidad”.
Sin embargo, la especialista destaca que nuevas generaciones han demostrado que tienen gran respeto y admiración por lo pasado, que lo valoran, “lo que no quiere decir que vaya a estar de moda el florero de porcelana de la abuelita, pero sí sucede con estos elementos más onderos”, agrega.
Cosa de contacto
Es indudable que el destape de las nuevas generaciones se ve en sus bailes. Basta con un pequeño zapping en la tarde por los programas juveniles para darse cuenta de que las cosas han cambiado.
Es por esta exposición de las nuevas tendencias que la generación de las canciones románticas ve en éstas muchos elementos positivos. Es el caso de Álvaro (34), que a pesar de ser un fanático ochentero, dice que la superioridad del reggaeton sobre lo más meloso es lógica.
“Obvio que los lentos no van a volver, porque todo lo que implicaban es mucho más fácil de conseguir con el reggaeton”, dice, agregando que el contacto físico se logra más rápido con este ritmo caribeño.
“Con los lentos no era llegar y bailar, había que conversar con la elegida, tener una historia en común. Luego, posiblemente accedía a ir a la pista de baile. Ahora, estas canciones centroamericanas son de mucho toqueteo y no necesitas haber hablado más que un ‘hola, quieres bailar’ para lograr el cometido”, comenta Álvaro.
Lo mismo opina Sofía (28), quien ha pasado los últimos años fascinada con las fiestas ochenteras organizadas en diversos lugares de Santiago. Para ella la gracia de los ritmos rápidos tiene que ver con la nueva tendencia de que para salir, no es necesario tener pareja. “Los lentos son motivo de dejar la pista e ir a tomar algo, porque en realidad, las mujeres tienden a ir a las discotheques con amigas, por lo que no van a bailar lentos y lo mismo pasa con los hombres”, explica.
Por su parte, para Francisca (31), lo que sucede es más bien la imposibilidad de ir en contra de la corriente: “la campaña era muy buena, de hecho me sumé en Facebook, pero creo que el entorno no cooperó. Es que en las discotheques y en los pubs nunca ponen lentos. No se puede remar contra lo que está de moda. Hoy el reggaeton manda y hace mucho tiempo que los lentos dejaron de ser el ritmo del momento”.
Aún así, muchos nostálgicos siguen defendiendo la onda de los lentos. Uno de ellos es Pablo (33) quien sostiene que lo más interesante es que los códigos de la música romántica eran muy claros. Por ejemplo, “si ella accedía a bailar un lento contigo significaba que algo pasaba; si pretendía bailar la segunda canción, estabas más seguro que la cosa iba en serio, pero si ella apoyaba su cabeza en tu hombro, quería decir que era pololeo seguro”.
Recuerdos de un pasado ñoño
Los que deseaban con ansias que las canciones melosas que hablaban de amores imposibles volvieran a estar de moda, dicen que añoraban esas melodías, esperando revivir aquellos recuerdos de un pasado mejor; uno, en algunos casos, más inocente.
Es así como Álvaro recuerda que preparaba para cada fiesta la forma de abordar a su compañera de curso de la que estaba perdidamente enamorado: “Estaba en séptimo básico y no me iba muy bien con las niñas, pero era entretenido escuchar esas canciones para imaginarse cómo sería que en verdad me dijera que sí”.
El pasado que condena sigue apareciendo en los relatos de los ochenteros de corazón, y Francisca cuenta que, cuando comenzó a ir a las primeras fiestas, los bailes eran apenas tocándose los hombros con las manos, pero con el tiempo, la edad y la aparición de las hormonas, las coreografías se hicieron más fogosas.
“Los muy patudos apagábamos las luces cuando los papás no estaban viendo. Típico que no faltaba el patero que nos iba a acusar y, cuando encendían las luces, en cada rincón había un par de besadores”, cuenta.
Para la psicóloga, lo que sucede con la década de los 80 es nostalgia pura, porque “fue un tiempo súper marcador, un proceso en que estábamos saliendo de la dictadura y habían muchas ideas”.
Los lentos volvieron por un tiempo, pero no se quedaron. Sí lo hicieron los recuerdos de un pasado que parece haber sido mejor, de gente idealista y siempre enamorada, que, como Bon Jovi en sus videos, veían a sus musas como mujeres con las que debían superar obstáculos para vivir el amor.