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El dilema de Felipe

19 de Febrero de 2009 | 09:48 |
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Felipe es primo de Carlo De Gavardo Prohens, aunque dice que lo de las tuercas viene de su lado del árbol genealógico, donde el motociclismo se ha transformado en el deporte familiar.

Estos genes con forma de rueda lo alejaron de la navegación -deporte heredado por parte de su mamá, cuyo padre fue marino- y del tenis. El fútbol es una de las pocas actividades que lucha por no ser absorbida por la moto, y lo ha conseguido porque es algo que puede compartir con sus amigos.

“Me regalaron la moto y dejé todo de lado”, dice Felipe, pero cada cierto tiempo insiste en explicar que esto no lo es todo en su vida. Debajo del casco está un joven de 28 años, ingeniero comercial, al que le gustan los perros -Tristán, un west highland white terrier, es como un hijo para él- y la música, pero que, por sobre todo, no deja de sentirse privilegiado al poder destacar en su pasión, de realizarla junto a su hermano y de contar con el apoyo de su hincha y auspiciador número uno: su familia, que gracias al negocio de la producción y exportación de uva desde Copiapó, ha podido fomentar el motociclismo entre los suyos.

Es por eso que fuerte sonaba el “chi, chi, chi, le, le, le”, que le gritaban su mamá y su tía en el aeropuerto de Santiago, a modo de recibimiento, mientras sujetaban una bandera nacional gigante, que había sido utilizada en el funeral del abuelo marino.

“En el momento, uno es huevón y le da un poco de vergüenza, pero fue increíble que hicieran eso. Diferente a la llegada de 'Chaleco', que lo vinieron a esperar con 100 motos. Uno es más bajo perfil y me encanta que sea así, porque para mí la moto no lo es todo. Aunque ahora que me estoy metiendo más en esto, hay que jugar a ser profesional”.

-¿Por qué jugar y no serlo?
“Es que si yo pudiera ser profesional lo haría feliz, pero el medio no lo permite. Yo me salí de mi pega, que estaba en una corredora de bolsa, y me dediqué los 6 últimos meses exclusivamente a esto. Todo con el apoyo de mi familia, sino no lo habría podido hacer... Tengo que comer, pagar cuentas... Mi viejo me dijo: ‘Vale, aperremos este tiempo para que salga todo bien’. A eso me refiero cuando digo que uno juega a ser profesional, porque si no tendría una remuneración por lo que hago, pero aquí no la tengo”.

-¿Eso de que te pagara todo, no te presionó más por obtener buenos resultados?
“No, porque mi viejo no lo está haciendo por un resultado. La presión que yo tengo es la de llegar sano no más. En el fondo, él nos apoya con esto porque sabe lo feliz que nos hace.
“Es un esfuerzo súper grande el hecho que yo haya estado en este Dakar y no se podría repetir. El otro año no está dada la situación como para que me lo pague de nuevo. Tampoco tendría cara para pedírselo. Es que, aunque somos una familia de una situación más o menos acomodada, tampoco podemos estar despilfarrando la plata, y menos con esto. O sea, es que para correr un Dakar es como pedir un hipotecario. Es mucha plata la involucrada para una carrera que puede que abandones el primer día. Y si tienes buenos resultados puedes recibir un poco de plata, pero no va a alcanzar a cubrir el 20% de lo que gastaste”.

-¿Tan poco?
“Por ejemplo, yo estaba segundo en la categoría rookie -de debutante- y ahí tendré un premio de, no sé, 3 mil euros... Pero la inscripción vale 13 mil 500 y eso sólo da el derecho a correr y a que te den un número. La asistencia cuesta 10 mil 500 euros y hay que sumar todo el resto. Creé un departamento de prensa súper chico, donde mi polola me ayudaba redactando los comunicados y mandando los correos; le pagué mil euros a un fotógrafo para que todos los días mandara fotos mías en carrera a la prensa... Por eso también digo que esto es jugar a ser profesional. Por ejemplo, tengo conocimientos muy básicos de computación, pero la página me la hice yo. Me hice un blog y compré el dominio como a 20 dólares por dos años. Todo me lo hice yo, y me eché como 40 palos en esto”.

-Pero lo comido y lo bailado...
“Obviamente, pero también tengo que sacarle el mayor provecho a esto. Ahora estoy en un dilema. Me voy a tomar este mes (febrero) de vacaciones como para cerrar el ciclo, pero me voy a poner a trabajar en marzo, aunque también voy a estar muy abierto a ver si se presenta alguna oportunidad con las motos, eso no lo descarto. Sé que si espero sentado, las cosas no van a llegar, que tengo que buscarlas, así que me voy a preocupar de hacer lo que hice durante el año pasado, que fue buscar auspicio”.

-¿Pero, por qué hablas de un dilema?
“Porque tengo 28 años y si miras mi cuenta corriente, da pena. Me gasté todo y quedé hasta encalillado con esta carrera. Tengo que ser realista. Me encantaría poder dedicarme a las motos, sé que soy bueno, aunque sé que no voy a ser un ‘Chaleco’ López... Él tiene más condiciones que el resto de los pilotos, es especial y va a ganar el Dakar. Pero yo, por ahora, soy un piloto para estar dentro de los 20 y de a poco voy a ir subiendo puestos”.

-Y ahora, ¿te vas de vuelta a Copiapó?
“No, yo vivo en Santiago (con Daniel). Terminé 4° medio y me vine a estudiar Comercial en la Portales. Después trabajé en un banco y en una corredora de bolsa, pero ahora me voy a meter en la empresa familiar. Me gusta la vida acá. No sé si quiero tener a mis hijos y a mi familia aquí, pero por ahora estoy bien”.

-¿Y cómo es la vida allá?
“Es mucho más tranquila. Mi infancia la tuve en Copiapó y quiero que mis hijos tengan una como la mía, de todas maneras. Pero a Copiapó, por como es mi ritmo de vida, prefiero irme ya con esposa e hijos, con todo armado. No llegar allá a buscar polola, por decirlo de alguna forma. A mí me gusta ir al teatro, al cine, a fiestas. Si bien soy deportista, también me gusta el hueveo, las cosas que entrega Santiago. Además, todos los auspiciadores están aquí, así que todo es más fácil”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Rayo con los chocolates. En mi velador hay una colección de chocolates. El auspiciador de Mazapanchito no es casualidad”.
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