Extraemos el oxígeno del aire que nos rodea, la atmósfera, y el aumento de su consumo durante el ejercicio implica un aumento de la respiración, es decir, una mayor circulación de aire entre el ambiente y los pulmones. Este aumento de la ventilación que pone a nuestra disposición más oxígeno en condiciones de polución atmosférica nos hace respirar también más unidades de contaminantes que en condiciones de reposo.
El aire ambiente que rodea las grandes metrópolis contiene pequeñas cantidades de gases y partículas que se mezclan entre el oxígeno, el dióxido de carbono, el nitrógeno, los gases inertes y el vapor de agua, sus constituyentes normales. Muy bien sabemos que en tiempos de estancamiento del aire y de inversión térmica, muchos contaminantes atmosféricos alcanzan niveles críticos para la salud, produciéndose entre otros efectos, merma del rendimiento deportivo, enfermedades y síntomas subjetivos.
Entre los contaminantes atmosféricos comunes, los oxidantes, principalmente el ozono, los óxidos de azufre y los óxidos de nitrógeno (Nox), han sido sugeridos como posibles agentes de daño cardiovascular; y la evidencia de un efecto directo es leve. Por otra parte, el monóxido de carbono (CO), a niveles muy bajos de consumo interfiere fuertemente en la función cardiovascular.
El monóxido de carbono es un gas que los sentidos humanos no detectan fácilmente, aunque se absorbe en forma expedita cuando se inspira, combinándose luego con la hemoglobina en forma mucho más fuerte que con oxígeno. Esto produce un "bloqueo" de la hemoglobina, disminuyendo la capacidad de transporte de oxígeno de nuestra sangre al estar esta proteína de transporte "rellena" de monóxido. Cuando la unión de monóxido supera un 4,3 por ciento de la hemoglobina, se detectan significativas bajas del consumo de oxígeno, bajando notablemente también el rendimiento deportivo.
Cualquier persona que haya tenido la experiencia de hacer ejercicio en un ambiente cargado de oxidantes (el ozono constituye un 90% de los oxidantes fotoquímicos), siente que su habilidad para funcionar se reduce notablemente. Además produce irritación ocular, opresión torácica, dificultad respiratoria, tos y náuseas.
Los óxidos de nitrógeno producen efectos similares al ozono, aunque además se deteriora la función del sistema nervioso central. Los óxidos de azufre son irritantes de la nariz, garganta, tráquea y de los bronquios, aumentando la secreción y la resistencia al paso del aire, ya que la irritación los cierra.
El hecho de vivir en una metrópoli contaminada obliga a médicos y deportistas a una profunda revisión y reflexión sobre el costo de salud que significa entrenar en la urbe. Porque la mayor parte de los deportistas no pueden suspender sus actividades en la época de mayor contaminación, puesto que el deporte de alto rendimiento exige la práctica continua. En estos casos se recomienda entrenar en las horas de menor contaminación: muy temprano en la mañana, y evitando, en el caso de entrenamientos pedestres, las calles de gran circulación de vehículos. Igualmente se debe evitar entrenar en las áreas que concentren fuentes emisoras de contaminantes, y aquellos días en que se llega a niveles de contaminación peligrosos.
Más allá de presentes y futuras soluciones de descontaminación, hay que buscar las horas y lugares más propicios. En Santiago, Farellones es un sitio ideal. Sin contaminación y a una altitud sobre los 2 mil metros, este enclave además potenciará nuestro entrenamiento aeróbico. La solución está más cerca de lo que pensamos.