Poco a poco se ha ido instalando en la mente femenina que la aspiración de perfección y omnipotencia constituyen un anhelo más que una realidad. Cometemos errores, tenemos faltas e imperfecciones, nos tupimos, nos caemos, y a veces, nos cuesta pararnos.
Es necesario salir de la fantasía de la mujer toda poderosa, necesitamos una mujer más imperfecta, más real. La súper mujer es un mito, pero la renuncia a ella constituye un trabajo duro, una despedida, un duelo.
La vida es una secuencia de duelos. No hay crecimiento mental sin duelos. Los procesos de pérdida son básicos en el crecimiento de la mente; de hecho, la maduración emocional, tiene que ver con la capacidad de elaborar duelos, que se suceden unos a otros en nuestra vida y en la de nuestros seres queridos.
¿Qué significa que la vida es una secuencia de duelos?
El primer duelo comienza con la salida del útero, ambiente en que esta todo calentito y el alimento es proporcionado sin trabajo alguno.
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Luego el destete, o sea, la pérdida del pecho materno (los cambios de alimentación de la leche a lo sólido). Poco a poco tenemos que irnos separando de la mamá, ir asumiendo la idea de que no somos lo único atractivo para ella, quien tiene otros intereses como el papá, otro hijo, el trabajo, sus amigas.
Luego durante la adolescencia, aparece la necesidad de renunciar a nuestro cuerpo e identidad infantil, también perdemos a los padres idealizados de la infancia, para transformarlos en figuras más reales, lo que representa una difícil tarea con intensas emociones.
Más tarde afrontamos la universidad, irnos de la casa, abordar la identidad laboral y formar nuestro propio hogar. Y así nos vamos constituyendo como mujeres y teniendo que asumir nuestras limitaciones.
Es muy frecuente ver en la consulta la culpa que genera el no cumplir con los ideales de perfección autoimpuestos. El irse contactando y encontrando la manera más propia y genuina de integrar los distintos aspectos del ser mujer, constituye una fuente de liberación y maduración.
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