Ha sido la banda sonora de los últimos cuatro veranos. Lo que comenzó como una simple moda discothequera se convirtió en el mayor fenómeno de la década. El reggaetón, con admiradores y detractores, es el símbolo de una generación y la música de fondo de todo un cambio social.
Hace algunas semanas, PuntoMujer publicó
un artículo en el que representantes y fanáticos de la década del 80 reconocían la supremacía del reggaetón sobre las melosas canciones lentas que bailaban en su juventud, diciendo que “todo lo que se buscaba conseguir bailando lentos, es mucho más fácil con las nuevas canciones”.
Se referían precisamente al “toqueteo”, al contacto cuerpo a cuerpo, a los bailes candentes avivado por las sugerentes letras de estas canciones. Para lo que no se necesita más que pedirle a alguna niña que vaya a la pista.
Aunque estas nuevas tendencias pudiesen parecer una aberración para los más viejos, es muy diferente la visión de los adolescentes de hoy, quienes señalan que no se trata más que un baile y que no necesariamente terminará en una relación sexual. Según Catalina, de 16 años, el llamado “ponceo” no es más que un juego, de hecho defiende a su coetáneos diciendo que “nada de esto, ni la música ni la forma de bailar significan que seamos fáciles ni que las fiestas sean lo más inmoral del mundo, sólo se trata de una moda que, además, es muy entretenida”.
Fuera de lo que puedan defenderse, es claro que estamos frente a un cambio, tal como los que todas las generaciones han propiciado en su juventud.
Este cambio se inició hace más de 15 años, cuando los lentos fueron saliendo de la pista y las mujeres comenzaron a mostrar abiertamente su independencia; entonces fue cuando ya no requerían del hombre para bailar y muchos se escandalizaron viéndolas bailar en pareja o en grupo.
Hoy el proceso hace patente la banalización del compromiso y de la sexualidad, que, aunque no sea idea de los adolescentes sino que sea una imposición de los medios de comunicación, lo cierto es que existe y hay que saber distinguir el límite.
Como señala la psicóloga especialista en infancia y adolescencia María de los Ángeles Álvarez, es evidente que ha habido un cambio. Si bien es cierto, la adolescencia es una época de cambios en sí, en que los individuos adoptan valores y reglas que son propias de la cultura joven del momento, “hoy se entiende que el valor está en la sexualidad, en desarrollar todo su erotismo, en vivirlo intensamente y desdeñar el proceso de armar compromisos y vínculos que los aten sintiéndolo como que les impide el contacto con estas posibilidades”, dice.
Para
Marcela Tarifeño, psicóloga con 15 años de experiencia en niños y adolescentes, este fenómeno se asocia a múltiples factores socioculturales. Por ejemplo, dice que “el despertar sexual de los adolescentes se ha adelantado en a lo menos dos años desde la generación de los 80 a la actual. Además, la influencia de la sociedad de consumo, que cada día los incentiva a lo rápido, lo fácil y lo cambiante como norma de vida”.
Como consecuencia de lo anterior, la especialista argumenta que “los más jóvenes, en su mayoría, ya no quieren sacrificarse, porque todo lo consiguen fácil. No han desarrollado la tolerancia a la frustración y se inclinan hacia todo lo que no les implique compromiso ni esfuerzo”. De ahí que el reggaetón tenga tantos adeptos.
Culpa de la cajita
Si bien no se trata de un tema alarmante, lo cierto es que, como reconocen los especialistas, este destape tiene una causa específica: la televisión y los medios de comunicación.
Ante la explosión de la sexualidad como tema omnipresente en la sociedad es que María de los Ángeles Álvarez dice que el erotismo “es un desencadenante que está en todas partes. Si se ve la televisión hasta el pan de molde lo venden con una mujer ligera de ropas. Eso es lo que vende y lo que manda”.
Señala que esto hace que se produzca una “sobrevaloración de lo erótico que impulsa a los jóvenes a vivir estas experiencias, a comprar estos valores”.
Es la misma opinión que tiene Tarifeño al argumentar que “los jóvenes tienden a tomar como referentes todo lo que ven en la televisión, es decir, los programas juveniles y las teleseries. Si éstos son cada vez más liberales, los adolescentes también lo van a ser”. Pone como ejemplo que “si nadie pololea y todos ‘poncean’, eso es lo que querrán hacer para estar en onda”.
Para la profesional ha habido un cambio en las costumbres y en los gustos de este sector etario. Especialmente, como señala “en su visión de cómo hay que aprovechar la juventud. Lo que ha mutado son los objetos del deseo o los resultados esperados y los tiempos en que éstos se registran”. Es así como ejemplifica que, “si antes una relación sexual no se esperaba en una primera cita, ahora quizás sí. La música refleja esa ligereza y los adolescentes crecen pensando que es normal, que es ‘nerd’ no atinar al tiro”.
De esta forma, y como afirma el psicólogo especialista en adolescencia, Juan Pablo Rivero, llegamos a un punto en que la sexualidad y el erotismo están mucho más asumidos como parte de nuestra vida social, llegando, incluso, a ser un tema más público que privado.
La gracia está en poner límites
Aunque se trate de un tema por el que antes muchas generaciones también se habían escandalizado, la psicóloga María de los Ángeles Álvarez explica que es necesario que los padres sepan poner límites.
“Es un ejercicio que los papás tienen que hacer desde la infancia”, esto quiere decir que no se saca nada con querer imponer poder sobre los adolescentes cuando antes no se ha trabajado en la obediencia.
Además, agrega la psicóloga que es importante flanquear todos los frentes con conversaciones familiares y enfrentando las situaciones conflictivas con valores, ya que “la falta de límites en cuanto a temas de sexualidad tiene que ver con la falta de ellos en lo del trago o con que se ponga a correr en auto como desbocado”.
Si bien las nuevas tendencias de los adolescentes de hoy no son un tema alarmante, el psicólogo Juan Pablo Rivero concuerda con Álvarez al decir que “es necesario acompañarlos durante este proceso”. Señala que “el compromiso afectivo y la sexualidad en pareja se dan con otro por lo que resulta fundamental guiar el desarrollo del respeto a sí mismo y hacia la otra persona”.
En el mismo tema el especialista agrega que “la educación hacia una sexualidad sana y a relaciones sociales de respeto y aceptación es tarea de todos, especialmente de los adultos”.
Nada nuevo bajo el sol
No obstante, Rivero dice que no hay que ser tremendistas al juzgar a las nuevas generaciones, ya que, como señala “así como años atrás existían los lentos, que implicaban un mayor compromiso con la pareja, también existía la lambada y otros bailes más sensuales que no se daban necesariamente tener mayor relación”. Agrega que hoy en día, el reggaetón, más que ser un cambio cultural o muestra de un desenfreno social, “es un modo, como tantos otros, de expresar y buscar su propia identidad, de diferenciarse”.
Además, María de los Ángeles Álvarez dice que esto no es algo exclusivo de la juventud, de hecho, son los menos culpables. Según dice, “la falta de compromiso es un tema de la sociedad entera, porque se sobrevalora lo desechable y entre esa categoría, lamentablemente, han caído las relaciones humanas”.
Agrega que el compromiso sólo se alcanza cuando existe un logro de la identidad, lo cual sólo se consigue al final de la adolescencia, por lo que los más jóvenes estarían libres de este estigma.
Por último, es Marcela Tarifeño quien dice que “lo que sucede hoy es lo que siempre ha pasado en la historia de la humanidad: los jóvenes rompen normas y costumbres, transgreden reglas sociales previamente establecidas por los mayores y éstos se alarman y creen que sus hijos van derecho a la perdición. Pero no sucede nada”. Para ella, la explicación es muy sencilla ya que, luego de seguir las modas..."maduran y todo se acaba".