Si es que hay algo que los adolescentes necesitan en esta etapa es que los padres les pongan límites. Lo piden a gritos aunque sus actitudes lo nieguen.
No se trata de aplicar un obsoleto manual de educación, sino que enseñar con el ejemplo, pero ello no se logra si los adolescentes ven a sus familias como un grupo anormal. O sea, no pueden ni sirven de guía.
Según una publicación de la Universidad Católica, el 66% de los adolescentes encuestados en el estudio (muestra de hombres y mujeres de entre séptimo y cuarto medio y representativa en cuanto a clases sociales) confesaron percibir a sus familias como disfuncionales, por lo que no cumple con el rol de ser refugio y protección.
Como consecuencia de lo mismo es que el 6,1% de los jóvenes dice sentirse todo el tiempo “desesperado y sin sentido”, además que el 10% alguna vez ha pensado en suicidarse.
Para la pediatra Tamara Zubarew, miembro de dicha investigación, esto “es un signo de alarma que nos hace plantear que las familias no están funcionando como debieran”.
Lo que sucede es que, por múltiples factores como es el alto número de hogares unipersonales y las rutinas con más horas de trabajo, además del gran flujo de información al que están sometidos los adolescentes, que provoca que los padres no sepan cómo tratarlos; han hecho que la familia chilena se distancie.
Si bien se establece que los divorcios y las familias unipersonales ya no de son un factor relevante en la determinación de una familia disfuncional. Se propone que “normalidad” es que los adolescentes, como plantea Zubarew, “puedan expresar libremente sus sentimientos frente a su padre o madre y que ante un problema la familia lo enfrente unida. Además, que se privilegie el traspaso de valores y creencias”.
Se destaca como muy importante que se realicen ritos o actividades en conjunto, “es primordial que la familia coma junta, así se forma una instancia de confianza y de conversación”.
Qué es lo que esperan los adolescentes
Como publicaba Revista Ya, “los 13 años de hoy son los nuevos 18”. Esta tendencia ha hecho que los padres de hoy no reconozcan en sus hijos lo mismo que vivieron ellos, “por lo que no saben cómo abordarlos, qué inculcarles ni menos pueden discernir si es que está bien o no”, dice la pediatra.
Zubarew sostiene que los adolescentes de hoy son muy diferentes a los de antes”, ahora están bombardeados de información por diversos canales como son la televisión e Internet”. Es en este sentido que sostiene que la misión de la familia, especialmente de los padres será “dar los valores para que ellos reflexionen sobre lo que están recibiendo. El problema es que con estos cambios, los adultos tampoco lo tienen claro”.
A juicio de la doctora, “falta esa estructura familiar apoyadora, emocionalmente cercana y que esté dando reglas de y límites a los adolescentes”, porque, según la profesional, esto es precisamente lo que los adolescentes quieren: que sus padres les pongan límites.
En esta idea concuerda la psicóloga Marcela Tarifeño, quien señala que “las familias fallan en poner límites, lo que debe ir de la mano de un amor incondicional”. Agrega que se dice que una crianza ideal “es aquella que es muy cariñosa, pero asociada a una normativa clara, donde los límites están consensuados con los adolescentes y donde están claras las consecuencias de transgredir estas reglas”.
Es en esto en lo que fallan los padres, ya que dice que “cuando levantan los castigos producen confusión, porque es el adolescente el que no sabe si respetar o no las normas. Un exceso de libertad y ‘buena onda’ puede ser interpretado por el púber como que a sus tutores no les importa lo que él haga”.
Desde el punto de vista médico, asumir que los hijos son más grandes de lo que son, simplemente porque actúan distinto, es un error. Como explica la pediatra, “el desarrollo cerebral del adolescente aún es incapaz de controlar emociones, planear la conducta ni inhibir respuestas impulsivas, por lo que es necesario que los padres pongan el freno”.
El ABC de la familia
El estudio de la Universidad Católica establece además una guía para que los padres entiendan lo que es una familia que apoya, educa y que mantiene lejos de las conductas de riesgo a sus hijos.
Cercanía emocional: Este factor es lo principal, porque, como señala Zubarew, “la familia debe reunirse de vez en cuando y hacer cosas juntos”.
El monitoreo de la conducta: Se refiere a poner límites y reglas claras. “Estos es la contención y el famoso ‘rayado de cancha’. Los padres deben saber dónde está su hijo, a qué hora debe llegar y con quiénes se junta”. En este caso la doctora Zubarew destaca una frase que lo resume todo, “la crianza de un adolescente sólo se trata de dar amor y límites.
Conectar al adolescente con el mundo: En este sentido se debe hacerlos salir de la familia hacia la sociedad. Para esto, recomienda la pediatra, “que los papás se involucren en las actividades escolares, incentivarlos, desde pequeños, a participar en lo que les interese, abrirle las puertas al deporte o a la música”.
Los otros factores
Aunque es la familia el factor indispensable para proteger a un adolescente de caer en conductas de riesgo, existen otros que no se deben descuidar.
Por ejemplo, la relación del adolescente con su colegio. Es importante que “reconozca a su profesores como apoyadores y que se sienta seguro”, dice la especialista. Además este último punto tiene que ver con evitar el matonaje escolar, que tan presente está en los establecimientos educacionales.
El consumo de alcohol y tabaco, sustancias que van en alarmante aumento dentro de los grupos adolescentes, en especial entre las niñas, son conductas evitables si es que se cuidan las amistades de los hijos. Es importante que el adolescente se sienta identificado con su colegio, que le agrade y que participe de las actividades que en él se realizan.
En estos casos, dice la doctora Zubarew, es necesaria la ayuda de los padres para que incentiven desde pequeños a sus hijos a pertenecer, por ejemplo, a las ramas deportivas de su establecimiento o a otro tipo de actividad extraprogramática que les apasione y en lo que puedan destacarse y desarrollar el compañerismo.
Además se agregan los factores individuales, donde destaca la espiritualidad, es decir, que los jóvenes crean en algo. Esto se relaciona principalmente con la religiosidad, por ende, tener un credo que les guíe un camino correcto.
Si bien para la doctora Zubarew los cambios de la familia de hoy son irreversibles, lo importante es que los padres sepan lo importante que es guiar a sus hijos en la adolescencia y puedan apoyarlos para que el alcohol y las drogas sólo sean un temor lejano.