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Los pendientes de nuestra memoria y patrimonio

La directora de la Dibam se hace cargo de la deuda que tenemos con la memoria de Chile y asegura que más que monumentos en mal estado, el gran déficit patrimonial está en la pérdida de los oficios, tradiciones y artesanías que dan cuenta de nuestra historia.

05 de Junio de 2009 | 08:39 |
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Tiene asumido que, cuando deje el cargo, entregará al Museo Histórico Nacional la condecoración que le otorgó el gobierno de Péru tras el acto de devolución de los libros confiscados por Chile en la Guerra del Pacífico.

Su profunda convicción es coherente con lo que piensa; que las pertenencias de personajes públicos no deben formar parte de un legado familiar, sino que del patrimonio nacional y coloca en esta situación los objetos, escritos, cartas y otros de ex presidentes como Frei Montalva, Allende, Aylwin, Lagos e incluso Pinochet.

Así es Nivia Palma, la directora de Bibliotecas, Archivos y Museos, Dibam, abogada que desde el 2006 ejerce el cargo, pero que lleva muchos años vinculada a la cultura (ejerció la coordinación del Fondart hasta que tuvo que renunciar por el polémico financiamiento de la obra de teatro “Prat”).

Sentada en una gran y señorial oficina, ubicada en el segundo piso de la Biblioteca Nacional, Nivia se desenvuelve con seguridad en ese entorno, que da cuenta de la memoria que pasa por sus manos y que tiene el deber de preservar.

Con el derrumbe del Archivo de Colonia y más de 9 mil documentos perdidos en la Biblioteca Nacional Británica en la retina, la directora de la Dibam no elude un certero diagnóstico sobre el estado del patrimonio chileno: no es tan malo si se considera que su recopilación fue tardía, que América no tiene conciencia de la importancia de los documentos y que se han debido sortear una serie de dificultades. No es menor, dice entonces, que el Archivo Nacional tenga más de 90 millones de documentos que están en muy buen estado de conservación y catalogación.

“A pesar de que el Archivo tiene registros significativos de nuestra historia, en nuestro accionar como sociedad y como Estado no hemos tenido conciencia de la importancia de nuestras huellas”, reconoce, sin embargo.

Afirma también que “hay documentación, objetos, imágenes en archivos personales, de instituciones privadas, que uno desearía que en el marco del Bicentenario formaran parte del patrimonio colectivo y público del país”.

-¿Un ejemplo?
“Creo que hay fundaciones que son súper legítimas de mandatarios, pero que uno pensaría que para bien o para mal esa historia personal ya no les pertenece a nivel familiar. Y en ese sentido quisiera poner la imagen de Gabriela Mistral; ella vuelve después de tantos años, pero todo, no sólo sus manuscritos o cartas, sino que fotografías y objetos y que dan cuenta de su diálogo con otros países e intelectuales.
“Es súper compleja la línea divisoria; hay museos privados que, más allá de que los gestione una fundación privada, como el Museo Precolombino, son un patrimonio de todos los chilenos. Sin embargo, creo que hay otros museos que tienen un carácter mucho más privativo del patrimonio y que uno lamenta que se trate de colecciones tan privadas. Además, desde el punto de vista privado esas piezas de origen arqueológico, por ley, son patrimonio de Chile, del Estado”.

-¿Los coleccionistas privados no han cumplido un rol subsidiario ante el hecho de que el Estado tiene otras prioridades?
“Creo que hay que distinguir; hay algunas fundaciones que han realizado ese rol complementario al Estado con un profundo compromiso cultural para servir al país y otras entidades, que son las menos, han obedecido sólo a deseos personales para prestigiarse individualmente y que incluso es discutible cómo obtuvieron esos objetos.
“No quiero personalizar, hay poquitos proyectos en el país que son parte de una serie que da cuenta de que tengo un auto de lujo, una casa de lujo y también tengo un museo. Eso es súper discutible desde el punto de vista ético e intelectual”.

Viene regresando de una visita al Museo del Morro de Arica donde se exhiben unos zapatos de niños que confirman que en la Guerra del Pacífico pelearon menores de edad. “En el contexto de la globalización, las comunidades y países requieren mucho más de sus memorias”, acusa.

De paso, relata que se quiere documentar lo que hoy contienen los blogs chilenos en Internet y se está creando un Archivo de la Palabra para que en 50 años más los chilenos sepan cómo se hablaba.

-¿Estamos preocupados de eso, de dejar un legado para las futuras generaciones?
“Creo que hoy tenemos un conciencia patrimonial increíblemente superior a la que teníamos hace 20, 30 años atrás. Hoy uno recorre el país y en todas partes hay organizaciones, empresas privadas y profesionales trabajando con las comunidades y buscando en sus pasados. Esto es muy bueno para el país porque genera sentidos de pertenencia importantes, que los necesitamos además. Tenemos conciencia de que lo que estamos creando hoy será el patrimonio del futuro y por eso, estamos dejando más testimonio de lo que hoy ocurre.
“Hace 20 años esto no era tema, era un tema de elite, de algunas comunidades y académicos. Las constructoras encontraban restos óseos y vasijas y pasaban la escavadora, hoy paran la obra y dan cuenta a las autoridades pertinentes”.

-¿Cuenta la Dibam con los recursos para hacer esto, para preservar patrimonio? Ni hablar de restaurar.
“El cuidado del patrimonio es una tarea cara en todos los países del mundo, si uno quiere preservarlo tiene que hacer grandes inversiones, pero tiene una gran rentabilidad, social, económica y cultural, por cierto. Creo que estamos invirtiendo mucho más; sólo en el período de 2006 a la fecha, la Dibam ha duplicado su presupuesto y el Consejo de Monumentos Nacionales lo ha triplicado. Ese no es un dato menor porque demuestra la importancia del tema, pero sigue siendo insuficiente”.
“Como en otras naciones, cuando se han podido resolver necesidades de vida básicas fundamentales como la desnutrición o la mortalidad infantil, se empieza a invertir en otras áreas como la cultura, pero habitualmente se parte por el fomento del arte y otras expresiones, quedando en un segundo estadio el patrimonio. Eso es lo que ha ocurrido en Chile y hoy podemos asumir esta tarea”.

-Enlazado el tema anterior, los coleccionistas privados pueden argumentar que ellos han invertido donde el Estado no ha podido, no ha querido o incluso ha destruido.
“Por eso hago la distinción; hay instituciones que han hecho una tarea loable y es bueno que lo sigan haciendo, pero no lo ubico sólo en el mundo privado, sino que en comunidades religiosas, territoriales y otras que están planteando la creación de acervos para preservar y cuidar.
“A los coleccionistas privados les pedimos un respeto irrestricto a la ley; ella prohíbe y sanciona determinadas prácticas como el robo, el huaqueo, y cuando adquieran obras, les pedimos que no lo incentiven porque ello ha sido muy destructivo. Además, pedimos un compromiso profundo con impedir el tráfico de bienes culturales porque está ocurriendo”.

-Mirando el gran alero a tu cuidado, ¿lo de mayor necesidad es el patrimonio inmueble, el museo con termitas, la iglesia derruida o el edificio de época abandonado?
“No, eso no es así e incluso entre los monumentos declarados, hay un porcentaje muy menor que tiene estados de conservación deficitarios. Hay algunos que son emblemáticos, entre ellos, el edificio de El Mercurio, pero estamos en camino de resolver. Y esto no ha sido sólo gracias a la acción del Estado, sino que también de los privados que han invertido en sus edificios para preservarlos.
“Creo que el gran daño está en nuestro patrimonio arqueológico; hay que dedicar un mayor esfuerzo a la investigación y recuperación de él. Este no es un tema de una sola región, se ve a lo largo del país y tiene que ver con un trabajo de educación de nuestra población, porque no hay conciencia de la destrucción que estamos haciendo como los rayados en las partes de la Iglesia San Francisco. Aún no hemos incorporado que somos herederos de un acervo cultural que nos pertenece a todos y que tenemos que cuidarlo.
“También donde no hemos hecho nada es en el cuidado de tesoros humanos vivos; hay personas que son portadoras de saberes, oficios y practicas que tenemos que reconocer y colaborarles para que puedan enseñar sus saberes a otros más jóvenes para que no se pierdan. No estamos hablando de algo menor, sino de las personas que saben hacer el guitarrón chileno, de las tejedoras de rari y muchos otros. Si ellos se mueren, Dios no lo quiera, se morirán esos oficios y eso es parte de nuestro patrimonio. Ahí hay una tarea urgente que hacer.
“Y estamos al debe en el patrimonio inmaterial, debemos hacer el catastro de todo nuestro patrimonio en el teatro y dramaturgia, en la danza; se ha trabajado en las artes visuales como la fotografía y cine (a través de la Cinemateca)”.


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