Es la personificación del animal político y social griego. Desde su puesto como concejal UDI por Santiago, el que ha salido últimamente a la palestra por proponer el enrejamiento del Parque Forestal, sigue la tradición familiar alessandrista, como buen bisnieto de Arturo Alessandri Palma, sobrino-nieto de Jorge, hijo de Gustavo (ex diputado y alcalde) y hermano de Felipe (ex concejal de Santiago).
Pero la otra cara de la moneda muestra a un joven empresario de 29 años, siempre ligado a los grandes eventos, ya sea tomando las fotos de las páginas sociales en la revista “Caras” o con su servicio de guardias para grandes fiestas. Hoy acaba de vender su participación en el After Office -las famosísimas fiestas que llegaron hace un año desde Argentina, para celebrar todos los miércoles a las 8 de la noche en el Castillo Hidalgo y que ya se ampliaron al Ritz-Carlton- para quedar como asesor del directorio, el que ahora apunta sus miradas a Lima para animar las relaciones laborales y empresariales peruanas.
“En Chile ha sido un éxito rotundo. El horario es distinto, la forma de vestir es distinta, el lugar es especial. Todos los pájaros de mal agüero nos decían que iba a durar máximo dos meses. Después decían que en el invierno iba a morir, después que en el verano, que en la Pascua. Pero resulta que lleva dos mil personas todos los miércoles y cambió todo a lo que estaba acostumbrada la mente chilena”.
-Algunos los tachan de ser elitistas por exigir vestimenta.
“Yo encuentro que no. Hoy cualquier persona puede comprarse un par de pantalones de género y zapatos. Si los requisitos dicen no venir con jeans ni zapatillas y es la tendencia internacional. La gente en Chile es muy mal vestida, no se produce. Mis socios argentinos llegaban acá, íbamos a una discoteque y me decían: ‘Esa mujer es preciosa y está con zapatillas, ¡no lo puedo creer!’ La argentina se produce con taco, se pinta, es otra cosa. Acá es mucho más hippie la mujer”.
-Tal vez, los pájaros de mal agüero apuntaban a eso, a las diferencias entre la personalidad chilena y la argentina.
“Pero creo que ha cambiado mucho el chileno y su mundo en los últimos 20 años. Antes había sólo un buen restorán, hoy hay cientos; antes, el hombre chileno no gastaba en ropa, hoy día sí; antes no gastaba en gimnasio y hoy sí. Chile se ha ido acercando mucho más a Argentina, a Brasil y, si estamos avanzando en todo, el entretenimiento tenía que ser parte de ese paso agigantado. La gente pide mejores cosas; está la fiesta de blanco, Sensation White, con 18 mil personas de blanco en la Estación Mapocho, con una entrada cara, en un evento producido en Holanda. El chileno pide buena atención y goza de un espectáculo de nivel internacional”.
-¿Crees que ese cambio está más enfocado en el adulto joven? Hace 20 años a los 30 ya se estaba casado, con hijos, sin muchas ganas de ir a fiestas después de trabajar.
“Hay varios fenómenos que lo marcan. De partida, hoy en Chile hay mucha más plata. Cuando yo era chico y tenía 10 años, ver un auto caro aquí era una cosa muy especial, igual que ver una casa grande, un edificio de lujo o un restorán de lujo. Hoy pasa Farkas por la calle y es uno más. El país está mucho más rico y si hace 20 años había 100 personas que eran un público objetivo para un evento como el After Office, hoy hay un millón 500 mil personas. También está el fenómeno de que la gente se está casando más tarde y el joven se está independizando antes, y los que todavía se casan temprano se separan de inmediato. Entonces, tenemos mucho público soltero dispuesto a pasarlo bien en un ambiente de calidad, exigente, porque el chileno era muy poco exigente antes”.
-¿Y le está gustando carretear más?
“Mucho más. Hay más plata, el consumidor de carrete, de entretenimiento es más exigente, y hay más gente también, si somos 17 millones y éramos 10 millones hace 20 años. No somos los 45 millones que son los argentinos pero hay para todo. Hoy hay una fiesta punk y se llena, hay una fiesta de tango, se llena. En los recitales, se llena desde Julio Iglesias hasta Radiohead. Viene un señor, Ennio Morricone, que nadie lo había escuchado nunca en su vida, y va todo Santiago a hacer cola. Hay hambre de cultura”.
-¿Hambre de cultura o de decir ‘yo fui’?
“Hay un poco de arribismo, por supuesto, de copiar al del lado, pero a mí me gusta mientras se llenen las salas de teatro y ayude a la cultura”.
-Con más carrete y la postergación del matrimonio, ¿estamos viviendo una adolescencia tardía?
“Sí. Un profesional joven se exige tanto en el trabajo, que cuando sale a las 8 de la noche, no quiere pensar en niños ni en formar familia y carretea como loco, es su único escape. Ya tiene responsabilidades a su cargo, así que se vuelca al entretenimiento y a hacer valer toda la plata que está ganando, porque se saca la cresta doce horas.
“Si te fijas, en la serie de Batman antigua -con ese guatón con zunga- todos los jefes, el comisionado, el alcalde, todos eran hombres mayores, de 60, 70 años, y cada vez que mostraban la oficina del comisionado, estaba tomando whisky o fumando. En los ‘60, los viejos la llevaban. Hoy, el que la lleva es Barack Obama: 43 años, deportista, no fuma y no toma. Los poderosos hoy, los que manejan las empresas, los presidentes de los directorios, los gerentes generales, tienen 40, no 70”.
-Eso permite apenas 20 años para alcanzar el primer puesto.
“Claro, como a los 40 hay que ser el presidente del directorio. Es tan exigente la vida de los 20 a los 40, que a veces quedas sin casarte. Por eso hay más hombres exitosos con mucha plata y solos”.
-¿La competencia es más descarnada?
“Sí, y a los 50 años estás fuera. Si no la hiciste a esa edad, es cruel, pero estás fuera del sistema, eres viejo para ser gerente, para ser político, todo. Una persona de 50 años que no maneja BlackBerry, internet, tecnología y no habla idiomas, es muy difícil que se inserte en el mercado laboral. Tenemos una cantidad de gente brillante y muy exitosa que sería un gran aporte, pero el mercado los va dejando fuera”.
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