“En 20 años no tuve la necesidad personal de hacer mis canciones... Ya, quiero ser más honesto; yo creo que estuve pasando por períodos que no eran los más adecuados para sincerarme o para sanarme internamente. Primero tuve que hacer un camino de alejarme del mundo... Sí, viviendo aquí en Providencia, a dos cuadras del Liguria. Pero de una forma u otra, yo me alejé de un montón de gente por un mucho tiempo y también quedé solo de pareja”, cuenta Guillermo Cuti Aste desde su departamento en Manuel Montt.
El living está alumbrado y tibio con el sol de las 11 de la mañana, que saca pequeños destellos del agua estancada en una de estas pequeñas fuentes eléctricas de bambú, en medio de los exóticos instrumentos apilados a un costado de la pieza, a la que, de vez en cuando, una perra y una gata blanca entran para echarse en la alfombra.
Del otro lado, arriba de un piano, una doble carátula de su primer disco de solista “Estatuas de sal”, corona la habitación casi como esos cuadros imperiosos de los antepasados.
Es que son dos décadas que pasaron desde que este penquista -que recuerda con cariño cómo en su ciudad natal compran “cinco minutos” en vez de vienesas-, salió de la Chile para ser un cofundador de La Regia Orquesta de “La Negra Ester”, a lo que le siguió una serie de montajes, películas (“B-Happy”, “Lokas”, “Diarios de Motocicleta”, con cameo incluido de Cuti tocando el acordeón en la escena del "Chipi-chipi") y muchos, muchos grupos musicales. No por nada es conocida la frase de que es más fácil nombrar las bandas en las que Aste no ha participado, que en las que sí. Los Tres, Javiera Parra y Los Imposibles, Electrodomésticos, Los Mismos, Los Cabros, son apenas algunas, a las que se les suma sus trabajos junto a Eduardo y Lalo Parra.
De hecho, apenas hace un mes y medio tuvo -junto a Pablo Ugarte y Juan de Dios ‘Barraco’ Parra- su penúltima clase con el tío, antes de que él falleciera. “La bautizamos ‘la penúltima clase’, porque teníamos que ir a clases de nuevo con él. Como estaba postrado en la cama y sabía que se iba a morir, le bajó un ímpetu súper fuerte por querer transmitirnos su legado. Nos daba instrucciones, nos dictaba letras, nos corregía el acorde y nos obligaba a gritar. (Lo imita)
‘Tienen que gritar en la cueca y cuando arranquen, arranquen atropellando, porque lo más importante es el hueveo, pero bien hecho’. Esa fue la frase cúlmine de la enseñanza del tío Lalo”.
Y casi como una premonición a la sentencia de su maestro, Aste decidió quedarse en su casa un día, cortando con la rutina social, y se concentró en hacer lo suyo, componer para su propio disco.
-Has dicho que por fin te atreviste a cantar. ¿Por qué así?
“Porque siempre he estado cantando cuecas, las huachacas también, y me he puesto en el personaje, porque las cuecas las canto con esa voz nasal de cueca, que es como nos enseñaron el tío Roberto y el tío Lalo... También me ha tocado estar en obras de teatro donde he tenido que cantar, pero siempre desde un personaje. Entonces, era difícil pararse y decir
no, esto lo estoy cantando como cantaría yo, desde mí mismo”.
-¿Y el ego no te jugaba una mala pasada?
“¡Ah!, pero eso se da más que nada en la vida cotidiana. Muchas veces me he enfrascado en discusiones donde yo estoy convencido de que soy el único que tengo la razón. Y esa cuestión me ha hecho ser prepotente muchas veces. Pero artísticamente, todo lo contrario. El trabajo en teatro es de lo más parecido al trabajo de un monje zen, porque tienes que estar en ensayos que duran 6, 7, 8 horas, donde el músico lo que más debe hacer es mantener silencio, mantener la música a un volumen que permita que se escuche la voz de los actores”.
-Sobre las discusiones, has reconocido que a veces pasas por pedante por querer transformar conversaciones en temas más serios.
“Han sido períodos. Fue a fines de los ‘90 en que yo estaba cargado de información y la verdad es que no encontraba mucho eco en el asunto, salvo algunos amigos clave por ahí que son también muy entusiastas en hablar de las conspiraciones internacionales y ese tipo de cosas. Pero luego se produjo el tema de la caída de las Torres Gemelas y ahí todo el mundo estaba hablando de lo mismo. Yo, que había hecho un trabajo enorme por dejar de hablar de esos temas, me vi envuelto en una vorágine donde todo el mundo hablaba de esto y donde todos sabían mucho de todo. Entonces, otra vez empecé a hablar de la cuestión y cuando yo ya estaba feliz de ver que la gente se sintiera interesada por estos asuntos, pasó un mes y medio, dos y ¡pop!, pasó de moda hablar de la política internacional y de un montón de otros temas y claro, tuve que volver a rebobinar y hacer el switch de ser simpático, de hablar de cosas livianas porque nos estamos divirtiendo”.
-En el primer sencillo de tu disco, “Frívolas”, criticas a los programas de televisión que hablan de farándula.
“Es que aunque el consumo de electricidad sea el mínimo, también está el gasto neuronal y de tiempo que la televisión puede destinar a la estupidez. Porque, ya, está bien, hay democracia, pero esto es un tumor que va creciendo. ¡Y es una mañana completa que destinan a hablar de eso! La cantidad de tiempo es lo que más rabia me da; tres horas en un canal abierto hablando sólo estupideces. Eso es una desproporción. Y si ese mercado sigue creciendo, quiere decir que vamos a cumplir el sueño de Piñera que es que la gente vote, que se eliminen los fondos concursables y democratizar el arte y la cultura. Democratizar es una palabra maravillosa, ¡cómo la usa ese hombre!”
Aquí Cuti se enoja al recordar la propuesta del abanderado aliancista de dejar en votación popular la entrega de fondos para proyectos culturales, acompañado de una frase que, en especial, le caló hondo al músico, y que cuestiona el calificativo de expertos del jurado del Fondart, asegurando que su puesto se basa en el “cuoteo político”. Es que uno de los miembros del equipo que evalúa las propuestas en teatro musical es el mismísimo Aste.
Es por eso que no escatima en demostrar su furia: “El señor Piñera, es un cara de raja, un falto de respeto, un populachero que lo único que hace es utilizar la palabra democracia que nunca ha sabido usar en otros ámbitos de su vida (...) Yo no soy anti derecha, no soy anti izquierda, pero sí soy anti este tipo de desgraciados que creen que pueden engañar a la gente a través de la televisión. Hay que tener cuidado porque la gente se deja llevar por esas cosas”, es apenas un extracto de su desate de furia.
-¿Has pensado meterte en política?
“No, soy una persona que puede hablar de cualquier cosa pero esto me atañe mucho más como jurado del Fondart. Sé que hay muchas cosas que hay que arreglar ahí, -como que se haga un seguimiento de los proyectos, que quedan muy botados después que se hacen-, pero de ahí a que venga un tipo y nos borre de un plumazo... O sea, que saque de sus millonarias cuentas que debe tener guardadas en las Islas Caimán, invente la beca Sebastián Piñera y beque a quien se le pare la raja y que, por último, vote la gente por internet; que haga lo que se le antoje, pero con su plata, que no venga a echar por tierra el trabajo que se ha hecho por años con los fondos de cultura. No tiene una carpeta con su plan de cultura para ofrecer. Lo que hace es de una patudez impresionante. Si dice que va a hacer crecer al país en un 6%. ¡Cómo, si creo que los chinos están creciendo a esa cifra, pero nadie más en todo el mundo! Y él lo va a hacer, sencillamente, porque va a ser Presidente, fíjate... Él, Mandrake el mago... Ya, no quiero hablar más de Piñera. Es que es muy peligroso lo que está pasando...”.
Ya calmado y más desahogado, continúa la entrevista.
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