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La frustración de la gente que defiende sus derechos ambientales

La directora ejecutiva de Terram reconoce que dentro de los ecologistas hay contradicciones y también, que se han profesionalizado, pero alerta que aún la protección del medio ambiente en Chile es un tema pendiente que puede dañar la democracia.

15 de Julio de 2009 | 17:42 |
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La foto de un indefenso bote inflable zodiac luchando contra un gran barco ballenero en el tormentoso Pacífico y un largo lienzo de Greenpeace es, quizás, la imagen que hemos retenido en el tiempo y que nos remite a la lucha de los ecologistas a través del mundo.

Sin embargo, el tiempo ha pasado, los desafíos son distintos y hoy, las agrupaciones ambientalistas se han diversificado como una forma de especializarse y obtener más resultados en su lucha.

La directora ejecutiva de Terram, uno de los organismos no gubernamentales más importantes del país en este ámbito, Flavia Liberona, afirma que la defensa del medio ambiente efectivamente ha evolucionado, pero desgraciadamente las instituciones democráticas no, por lo que la frustración que acumulan los ciudadanos no es buena para la gobernabilidad.

Ese puede ser uno de los temas que la clase política y gobernante debiera atender. Bióloga (49 años, 3 hijos) siempre se sintió un bicho raro en la UC, porque si bien la ciencia y la investigación le atraían, mucho más la apasionaban los temas sociales adjuntos.

Por eso no fue algo impensado que terminara ligada a Adriana Hoffmann y el movimiento de Defensa del Bosque Chileno. En ese círculo conoció, luego, a Sara Larraín, a quien acompañó en la formación de Chile Sustentable, y debido a que se le abrieron distintas puertas transitó por varias ONGs como Renace y Ecosistema. En Terram –ligada en el pasado a Marcel Claude- ancló en 2007.

Flavia Liberona no esconde que considera bastante malo el nombre ONG, pero sí resalta el aporte de estos grupos, que sin fines de lucro, buscan formular propuestas para que sean recogidas por las autoridades y así generar cambio y solucionar problemas.

La primera ONG de este tipo en Chile nació en 1968 -el Comité de Defensa de la Flora y Fauna, Codeff-, pero la situación política social dio prioridad a otras (como las de derechos humanos) por lo que su proliferación se produce a fines de los ´80. “Lo primero que hicieron fue más bien activismo para poner temas en la discusión nacional”, explica.

-¿Y crees que se abandonó ese perfil?
“Más que se abandonó se traspasó; hoy, si se pudiera clasificarlas, hay ONG que trabajan en conservación y tienen un nicho bastante definido como las de parques o ballenas; otro buscan incidir en las políticas públicas como Terram y hay otras que se dedican a hacer campañas y activismo como Greenpeace, Océano o las que confluyen en ello como el Consejo de Defensa de la Patagonia. Hay distintos nichos de trabajo; y en el activismo hay campañas más colectivas que la propia gente las instala como los pescadores de la caleta Mehuín.
“Hay un sin número de conflictos a lo largo de Chile que no están puestos por las ONGs, sino que las comunidades locales y esa gente le pide, a veces, ayuda a las ONGs. El tema de movilización social está en manos de distintos grupos sociales”.

-Las ONGs ambientalistas tienen su origen en ser contraparte de una economía liberal desatada. ¿Esa marca se ha ido matizando, se ha abandonado el ideologismo, quizás porque el mundo que les era más a fin se ha permeabilizado con ese sistema?
“En esto hay dos historias: las ONGs de conservadurismo no tienen nada de ideología y tienen que ver con un sentimiento y vinculación con el medio ambiente propio de la gente que quiere proteger el huemul, el alerce.
“Ahora, poco a poco, tanto en Chile como en el mundo, nos encontramos que a estos grupos adherían personas ligadas a un modelo de desarrollo económico de libre mercado y ellos empiezan a tener contradicciones porque en el fondo, la base de ese sistema es que los recursos son ilimitados.
“Mientras se quería cuidar un parque sin que se quisiera instalar una central no había problemas, pero las cosas se empiezan a enredar cuando el espacio para utilizar los recursos empieza a ser escaso. Así, los que eran conservacionistas empiezan a matizar el modelo y los empresarios también se cuestionan. No es que esto se dé en un lado; para ponerlo en un ejemplo muy concreto: hoy tenemos un empresario que vive esa contradicción. Víctor Hugo Pucci es dueño de una de las salmoneras más grandes del mundo y se opone a las represas en Aisén porque es su tierra natal”.

-¿Y no ha influido que el mundo concertacionista asumió la economía de mercado?
“No podría decir que la gente ha sido cooptada por este modelo, pero sí es muy duro estar siempre en la oposición, como sentimiento. Entonces, uno tiende, como persona e instituciones a generar propuestas dentro del modelo. Ese es un cambio.
“También hay un proceso de entender más que es necesario hacer cuestionamientos más profundos a las políticas públicas”.

-¿Hablamos de una profesionalización? De tener más técnicos en el ambientalismo.
“Hay de todo. No creo que haya una mayor profesionalización tan claramente, pero hay un mundo de jóvenes adultos, no voluntarios, en un montón de instituciones ambientales, y que van a ser los líderes en 5 años más. Es gente que partió hace 8 años, muy motivada, y son profesionales que tiene un perfil más técnico que de activismo. Y no son tan visibles.”

-¿Tiene que ver esto con que el debate ya no se puede hacer sin atender todo el conocimiento científico que se pone sobre la mesa? Eso ya no se puede soslayar con la pura consigna.
“Cuando el ecologismo surge, es por una sensibilidad de las personas que ven un deterioro en el entorno...”

-Y hoy es difícil llevar un debate desde esa perspectiva...
“Exactamente, y por eso, crecientemente la gente se capacita. Y no sólo el personal de la ONG, sino que la gente. Si vas a Mehuín, los dirigentes sabrán explicarte porque no quieren el ducto de celulosa Arauco. Y las ONG se tuvieron que capacitar porque la Ley Base de Medioambiente se dictó en 1994, lo que generó un cambio en Chile; institucionalizó el tema”.

Flavia Liberona asegura que las ONGs se han logrado validar frente a la contraparte y en muchos ámbitos son interlocutores como en Hacienda, Ambiente, Energía, y otros, donde son requeridos. “No somos un gremio y por lo tanto, no tenemos una posición común a todo; hay una identidad de crítica al modelo de desarrollo y sobre todo, a como se hace la política ambiental en Chile que es bastante de papel y no de fondo, pero hay matices entre nosotras. Hay conservacionistas, institucionales, activistas y algunas ONGs comenten errores a juicio de nosotros mismos”.

-¿Con eso han obligado a que la contraparte también se profesionalice?
“Sí, en algunos temas, no todos, pero hay profesionales que obligan al Gobierno y a los empresarios a ser más rigurosos”.

-¿El reconocimiento de sus derechos, por parte de la ciudadanía, ha hecho que ella conforme un movimiento?
“Hay un reconocimiento de la gente de que tiene derechos; hay una sensación muy fuerte, en ellos, de frustración porque no se sienten acogidos por las autoridades e incluso por sus parlamentarios.
“Tenemos una legalidad vigente que estructura las cosas de cierta forma que no permite que lo que pasa a nivel local sea respetado y eso ha generado una tremenda frustración. La gente demanda sus derechos, se siente pasada a llevar y se frustra. ¡Y se frustra! Este es un problema que hemos planteado, porque esto nos va a llevar irremediable a un problema de gobernabilidad. Si nuestras autoridades no son capaces de ver lo que está pasando en el territorio, en las regiones, irremediable, vamos a tener cada vez más gente frustrada y enrabiada que va a buscar otras formas de acción”.

-De esto se concluye que hay mayor participación ciudadana en estos temas, pero ¿es individualista o con sentido societario? ¿O sea, nos importan mis derechos o los de todos?
“Esto es difícil... en general la gente se motiva cuando quiere defender sus derechos, que la termoeléctrica, la antena celular, la salmonera no se ponga al frente de la casa. Así parte, pero como esto le pasa a varios, se transforma en algo colectivo y la gente se agrupa, pero, lamentablemente terminan desarticulados por la frustración. Como chocan con una pared que los hace sentirse no considerados, abandonan.
“El lado positivo de todo eso es que siempre queda gente empoderada que sigue armando cosas; siempre quedan líderes que antes no existían y siguen moviendo las cosas”.

-Algunos creen que el sistema político chileno es una bomba de tiempo. ¿Crees que el ambiental también?
“Diría que sí y más que el político. La política ambiental en Chile ha operado sobre la base de facilitar crecientemente, a las empresas instalación de proyectos sin consideraciones reales de normas ambientales, sin fiscalización y lo más peligroso, sin consideración a las comunidades locales y eso es una bomba de tiempo. Uno no ve en el escenario político presidencial actual que eso esté siendo abordado. El caso más patético es Mehuín, donde se ha extremado una situación, se ha dividido al pueblo y hoy se ve ausencia de Estado”.

-¿Qué gobierno concertacionista te ha desilusionado más?
“Todos, el único gobierno que respeto es el de Aylwin. Si bien lo medioambiental no estaba en su agenda, sacó la Ley BMA”.

-¿Los ambientalistas se sienten huérfanos de la Concertación por esa contradicción que tiene?
“No nos sentimos huérfanos de la Concertación, si no que de todos. Hoy en el equipo de Piñera está José Ignacio Pinochet que viene de una ONG ambiental. Si bien, la mayoría de la gente que trabaja en estas ONG y ha tenido sensibilidad ambiental, está más ligada a la Concertación no lo es todo. El senador Horvath no puede ser más verde, incluso más que muchos que profitan de ser verdes porque es consecuente.
“Lo más dramático con la Concertación es que opera; como el Gobierno, los parlamentarios y los dirigentes de la Concertación saben que la gente que está en el mundo ambiental tiene más cercanía con ellos, operan, con un cierto grado de complicidad, de que uno no los va a encarar...”

-Y podrán manipular.
“Claro. Eso es lo más complejo, frustrante, lo que genera más rabia y el sentimiento de mayor orfandad porque quien uno espera que ponga los temas ambientales, especialmente, ligados a los temas sociales no lo hace, entonces, a veces, funciona más con quien uno no lo espera. Tengo ejemplos notables si uno lo lleva al plano ideológico, porque no hay que olvidarse que en la derecha más tradicional está ligada al conservadurismo, al dueño de fundo, a la que quiere la naturaleza de su campo y tiene una sensibilidad”.






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