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“Yo no tengo una mirada apocalíptica sobre la lectura de los jóvenes”

Esta escritora argentina, de dos novelas para preadolescentes y jóvenes, asegura que el computador y la televisión si bien son competidores de los libros, no son una amenaza.

13 de Agosto de 2009 | 08:37 |
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Se asegura que los niños leen menos, que tienen menor capacidad de comprensión, porque los ha inundado la tecnología que los arrastra al computador y el televisor.

Sin embargo, ello se contradice con las cifras de libros vendidos por autores que son considerados netamente adolescentes como los creadores de Harry Potter o la saga de Crepúsculo y todos sus vampiros.

Laura Escudero, escritora argentina que ha sido galardonada con unos de los premios literarios más importantes de su país, El Barco de Vapor, cree más en el segundo fenómeno que en las primeras cifras; “no tengo una mirada apocalíptica”, afirma.

Vino a Chile a presentar su segunda novela para público juvenil, “Encuentro con Flo” que narra la historia de una joven adolescente que se ve sorprendida por el arribo de su abuela a la casa. Esta novela ya había sido antecedida por otra bastante exitosa, “Heredé un fantasma”, que Laura califica también para adultos.

De 42 años, cordobesa, vivió su adolescencia en la ciudad capital y comenzó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires con un ciclo básico de letras, pero al regresar a su ciudad natal se cambió a psicología. Paralelamente se inscribió en pedagogía y como esta carrera es más corta, cuando terminó consideró que tenía demasiado tiempo libre y empezó estudios de teatro.

Explica tantas vocaciones por “el ímpetu” de vida que adquirió en BsAs. y el sentirse ociosa la ponía un poco neurótica. “Era muy joven, estaba buscando mi lugar y no terminaba de encontrarlo; la universidad pasaba por el deber ser, tenía que estudiar algo universitario y no me lo cuestioné, y disfruté mucho de la lectura que tuve que hacer”, cuenta.

Sus recuerdos registran que desde muy pequeña le gustaba escribir, poemas, y se pasaba horas frente a un libro: “fui una lectora compulsiva, voraz” y tuvo la suerte de vivir al frente de una biblioteca, por lo que sacaba dos libros al día, que acompañaba con maní japonés.

-¿Tenías más hermanos? Porque eso se ve bien solitario.
“Tengo una, más chica, un año menos, que detesta la lectura (suelta la carcajada). Sí, era solitaria; me subía a los árboles a leer para que no me molestaran. Eeeeh, sí era un bicho antisocial”.

-¿Ves a los niños de esa edad leyendo vorazmente?
“La relación que tuve con la lectura fue voraz, tal vez demasiado...”

-¿Y una excepción?
“Es difícil compararse con el resto, insisto, era un bicho raro, pero debe haber habido muchos otros chicos que tenían la misma relación con la lectura. Yo sé que sustituí cosas con la lectura, que me sostuve en los libros, pero debe haber otros que también lo hicieron.
“No sé si los chicos de hoy lo hacen, pero deben haber”.

-Pero, ¿tienes la percepción que se lee más, igual o menos?
“Depende del concepto de lectura que estemos utilizando. Si uno está hablando de lectura literaria, de lectura de libros, creo que se lee igual. No creo que la lectura fue algo que hizo todo el mundo, pero sí que antes tenía menos competidores. Hay otros formatos que no sé si quitan lectores, pero existen los otros formatos de lectura, la del mundo, que es leía por los chicos y es Internet, diarios, revistas, cómics.
“No sé si en mi época hubo fenómenos de lectura masivos como Harry Potter o Crepúsculo... pero yo no tengo una mirada apocalíptica sobre la lectura de los jóvenes; tengo una mirada de confianza. Ahora, sí me parece que los chicos están muy bombardeados de cosas y hace falta que algún adulto medie la relación de los chicos con los libros, que los acompañe a abrir esas búsquedas y a salirse de estos libros que impone el mercado y dar un paso más allá”.

-Cuando hablas de los competidores, ¿crees posible ponerles límites?
“Que diga que son competidores no significa que crea que son una amenaza para el libro, porque el libro existe desde muchísimo, muchísimo tiempo; está anudado a la cultura. Es un objeto que ha atravesado circunstancias terribles como la quema de libros en la Inquisición y otros terribles y ha salido adelante. No creo que el PC o la TV amenacen el libro porque siempre van a haber lectores; lo que no sé es si todos tienen la oportunidad de saber o encontrar ese tiempo de lectura -que es distinto al vertiginoso de la imagen-, de ensimismamiento, de calma, que es anacrónico hoy en día”.

-Entonces, ¿la TV o el PC si son una amenaza a los mundos interiores de esos niños al darles todo?
“Sí. Insisto, no tengo una mirada apocalíptica, y creo que no tenemos la distancia histórica para saber cuáles son los efectos, que sin duda van a haber, de estas nuevas relaciones de los seres humanos con una comunicación de la inmediatez. No sé si va a crear unas nuevas lógicas, unas nuevas formas de pensamiento, pero a mí me asusta la prisa. Me asusta porque soy vieja....”

-Y porque el libro no la tiene.
“Efectivamente, ni en su creación ni en su lectura. Lo otro está muy lejos del tiempo de reflexión, de pensamiento, de construcción de sí mismos”.

-Que es lo que algunos dicen hace falta en los adolescentes.
“No sé si faltan o están de otra manera. Muchos los tienen, tienen familias que afortunadamente saben mostrar lo que hay en los libros”.

-Hablas de que los adultos deben mediar entre el chico y el libro, pero universalmente ambos leen menos. Entonces, ¿el problema es por esa falta de estimulación del adulto o por el tipo de libro que hay para adolescentes?
“Porque le vamos a poner al libro, encima, la culpa, (con todo de pesadumbre) al pobre objeto que ha atravesado tantos siglos”.

-En Chile hay una saga llamada Papelucho, pero los niños no la leen. Insisto, ¿el libro no es acorde con ellos o los padres no los estimulan?
“Mira, yo creo que todo lo que vemos como problema, como dificultad en los objetos, está más bien en las relaciones humanas, siempre. Los objetos pueden ser parte de las relaciones, pero lo que le pone sentido a los objetos, lo que significan, lo que les da una presencia en la vida de la gente son las relaciones humanas.
“De ahí la mediación de la que estoy hablando. Cuando se dice que los adultos no leen y que los chicos tampoco, me preocupa más el hecho de que los adultos no lean y encima pidan a los chicos que lo hagan, que se quejen de que no lean. Uno se muestra como un enloquecido, que vive una vida fragmentada en constante zapping con una cantidad de comunicaciones simultáneas que no se permite una pausa de reflexión con un mismo, y eso es lo que ven los niños. La lectura sí permite reflexión, es soledad, es desconexión con el mundo, es tiempo para uno mismo, es olvido de la realidad y si los chicos no ven que los adultos se la pasan bien con eso, ¿por qué habrían de querer hacerlo?”.

-No hay ejemplo.
“Claro, si los adultos se pusieran de acuerdo en relación a la importancia del libro, efectivamente, en sus propias vidas, ya sería mucho más fácil comunicar a los chicos”.

Laura Escudero se cuestiona el fenómeno de la literatura fantástica y mágica que envuelve a los adolescentes que pareciera más exacerbada que la que otros vivieron con Julio Verne. Se cuestiona porque estamos rodeados de magos, duendes, hadas y vampiros. “Me parece que son movimientos de universos estéticos y ficcionales que simplemente van sucediendo, son descubrimientos que no sustituyen otros universos estéticos como el realista... ahora también es un objeto de mercado, de consumo cultural y cobra otras dimensiones”, dice. Y vuelve señalar que hay que esperar un poco de distancia histórica para poder decantar una hipótesis sobre este fenómeno.

-¿Por qué optas por la literatura realista?
“Porque creo que no hay que subestimar a los chicos. El acercamiento a la literatura tiene que ser desde lo diverso, los chicos no pueden dejar de leer poesía y en algún momento alguien los tiene que invitar a ello aunque no esté tan de moda, porque sino se pierden de mucho. Y también tienen que acceder a leer cuentos tradicionales y novelas épicas, realistas, porque mientras más diverso sea su patrimonio literario que van conquistando, mejor van a saber qué les gusta y qué no”.

Aunque ejerció como psicóloga un tiempo, al comenzar a trabajar en un centro comunitario se interesó por los bajos niveles de lenguaje y concentración de los pequeños. Entonces, armó un taller de libros y eso la ligó a un centro que promueve la lectura en su país.

En vez de terminar como profesora, se le removió ese deseo oculto que tenía de ser escritora. Sin decir nada empezó con cuentos y la novela “Heredé un fantasma” que quedó inmediatamente finalista en el concurso El Barco de Vapor.

“No podía creer que iba a hacer lo que siempre quise en mi vida. Suena un poco loco para mi familia burguesa, temerosa de que si eres escritora te vas a morir de hambre y estarás entre la bohemia, pero rompí con ello. De literatura se puede vivir”, cuenta.

Casada, dos hijos de 11 y 13 años que hacen las veces de sus preeditores. Asegura que, probablemente, ellos nunca han leído alguna de sus novelas completas, porque les adelanta de qué se trata y hacen sus aportes y comentarios.

“Tienen sentimientos ambivalentes porque esto les quita el tiempo de mamá; por lo menos de más chico lo sufrían más, ahora no tanto”, reconoce.
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