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Un espía en el “club de Toby”

Parecen no comprender que tienen una relación amorosa, y a veces actúan de las maneras menos lógicas a vista de una mujer. El ganador del Pulitzer, Dave Barry, entrega las pistas para comprenderlos.

24 de Agosto de 2009 | 08:50 |
Es bastante fácil mantener una relación plena con un “ejemplar del sexo masculino. Por supuesto, tiene que ser un labrador retriever. Con machos humanos es extremadamente difícil”.

No se trata de una mujer despechada, sino que de un hombre, Dave Barry, escritor estadounidense y ganador de un premio Pulitzer, quien lanza esta sentencia en su libro “Nosotros los hombres” (Editorial Vergara).

Aquí, el autor se propone de manera hilarante “explorar cada detalle de todas las facetas fundamentales del ser hombre” desde la psicológica, hasta la de “cómo es que escupen tanto”, o por qué parecen negarse a creer que existe algo llamado “próstata”.

“Nosotros, los hombres, no dedicamos mucho tiempo a reflexionar sobre nuestros sentimientos más profundos e íntimos. De hecho, me pregunto seriamente si los hombres en realidad tenemos sentimientos profundos e íntimos...”, dice, sin más, describiendo a su propio género, y tratando de mostrarle a sus iguales una visión global de ellos, así como ayudando a las mujeres con generosos datos que acercan a la misteriosa mente masculina.

Siguiendo esta línea, da lo que considera las principales características de los suyos, que una mujer debiera tener en cuenta, como el hecho de que a los hombres les gustan las cosas buenas, lo que quiere decir “mecánicas e innecesariamente complejas”, entendiéndose por esto computadoras sofisticadas, transbordadores espaciales, armas nucleares y relojes de pulsera con mil y un herramientas.

Según explica Barry, otra faceta masculina es que a ellos les gustan los desafíos absurdos, y agrega un dato más sensible para el público femenino, como es el
que los hombres no tienen un código moral inflexible y bien definido, explicando que, mientras los hombres sean “lisa y llanamente hombres, no es que sean activamente malvados, sino que están perdidos (...) Los hombres son conscientes de que existen reglas morales de conducta, pero les cuesta tenerlas en cuenta en determinados momentos, en especial el presente”, refiriéndose al principio de fidelidad conyugal.

Por último, y otro punto no menor, es que los hombres no son buenos para manifestar sus sentimientos íntimos, “suponiendo que tengan alguno”.

Muchas veces las mujeres fantasean con que los hombres hablan de ellas cuando se reúnen en el ‘club de Toby’. Lamentablemente, aquí el autor mata cualquier esperanza y deja claro que, de no poder expresarse sólo con gestos, sus conversaciones se limitan a fútbol, música o cualquier interés similar. Cualquier cosa más íntima sobrepasaría los límites establecidos en el código masculino.

Dentro del cerebro macho

Las posibilidades que tiene una mujer con un hombre de comunicarse, de manera racional, acerca de un tema como la relación amorosa “son las mismas que (se) tienen al jugar una partida de ajedrez con un pato”.

Según explica Barry, el cerebro masculino es “esencialmente un órgano analítico” que resuelve problemas. “Le gustan las cosas claras, medibles y concretas. No está a gusto con los conceptos nebulosos e imprecisos de tipo racional como amor, necesidad y confianza”. Por ende, “no está hecho para captar relaciones”.

Dada las dificultades que establece sin anestesia en su texto, el autor se propone dar algunas pistas a las mujeres para que no estén tan perdidas ni choquen contra un muro, al iniciar –o intentar iniciar- una relación con un hombre:

1.- “Nunca des por sentado que el hombre entiende que tú y él tienen una relación”: En vez de esperar a que su conciencia se ilumine, Barry propone aprovechar cualquier situación para meter el concepto de relación en la cabeza de la pareja. Por ejemplo, decir “¿me pasas una galleta, ya que tenemos una relación?” o “vamos a tener nuestro cuarto hijo, o sea, un nuevo indicio de que tenemos una relación”. “Nunca se rindan, mujeres. Machaquen implacablemente este concepto y con el tiempo empezará a penetrar en el cerebro masculino”.

2.- “No cuentes con que un hombre contraiga un compromiso precipitado”: Al decir “precipitado” el autor aclara que se refiere a “mientras vivas”, y explica que esa huidiza manera de enfrentar una relación que tienen los hombres, es simplemente que jamás están preparados para comenzar alguna.

“Muchas mujeres han llegado a la conclusión de que el problema es que los hombres, como grupo, tienen la madurez emocional de los hámsters”, dice, pero justifica este problema a una enfermedad mental “transmitida genéticamente” y conocida en la psicología como “miedo a que si te comprometes con una mujer, algún hombre sin ataduras, en alguna parte, lo estará pasando mejor que tú”. Es por eso, explica, que a veces, cuando a un hombre realmente le gusta una mujer, “suele demostrarle su afecto evitándola el resto de su vida”.

3.- “No hagas que el hombre se sienta amenazado: Los hombres se suelen sentir amenazados ante cualquier cosa que parezca decirles que han quedado amarrados a una obligación, aunque no tengan idea exactamente cuál es, comenta Barry.

Ante eso, da ejemplos de lo que podría decirse en determinadas situaciones, como en el momento en que el cura está preguntando si se acepta a este hombre como esposo hasta que la muerte los separe.

La respuesta amenazadora, según el escritor, sería sí, quiero. Mientras que la óptima: Sí, claro, pero no en sentido literal.
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