Las ranas australianas no se reproducen. Más de 100 estancos de estos batracios han disminuido desde el año 2000, cuando Kirsten Parris, una ecologista de la Universidad de Melbourne, comenzó su investigación.
La conclusión que arrojó la australiana fue que el croar de las ranas macho quedaba ahogado por el ruido del tráfico, haciendo que las hembras no escucharan el sonido de sus potenciales compañeros, y, prácticamente, no les hicieran caso.
Por el lado de los seres humanos, si bien la contaminación acústica logra generar estrés y, por ende, una perturbación del deseo sexual, la realidad parece bastante alejada del mal que aqueja a las ranas oceánicas. De alguna forma el ser humano logra desconectar su mente y oídos del ruido externo cuando el deseo lo inunda.
“Basta observar algunos sectores en Vicuña Mackenna, que están llenos de moteles de bajo costo; no creo que la gente que está ahí y escucha el ruido de la micro afuera o de una barra de fútbol se desconcentre. Me atrevería a decir que están totalmente concentrados, porque si no, no se llenarían”, postula el ginecólogo y sexólogo
Roberto Rodríguez.
Lo que sí influiría más directamente en las relaciones humanas son los sonidos que la propia pareja realiza durante el acto sexual. Más allá de las concepciones que ligan el buen desempeño en la cama a las exclamaciones de los amantes, los gritos y gemidos son parte de la comunicación íntima, un ingrediente más del ritual amatorio.
De hecho, el importante papel que juegan éstos en el acto sexual y lo primordiales que son para la naturaleza, ha sido investigado en animales como los simios, por parte de un equipo dirigido por Dana Pfefferle, del Centro Alemán de Primates en Göttinger.
Pfefferle estudió el comportamiento de los monos de Gibraltar, llegando a la conclusión que los machos de esta especie, literalmente, practican el voyerismo, al espiar por el bosque el apareamiento de sus congéneres, atraídos por los gritos de las hembras, cuyos alaridos funcionan casi como una alarma para avisar que el período de reproducción ha comenzado.
Palabras al oído |
El sexólogo y miembro de la Sociedad Chilena de Sexología, Mauricio Salas, señala que son más mujeres las “más auditivas”, disfrutando al escuchar las palabras de su compañero.
“(A ellas) les gusta mucho sentir un vínculo con su pareja y que les expresen sus sentimientos. Es importante que sepan comunicarse de manera eficiente, decirle lo que quieren al otro y los que les gusta”, señala.
Por otro lado, en cuanto a los gemidos, el experto señala que tanto hombres como mujeres los disfrutan, ya que “les permite saber si están ‘haciéndolo bien o no’; tiene un componente erótico significativo”.
|
El equipo alemán grabó los gemidos, tanto de monas infértiles como fértiles, y al escuchar los sonidos ante los monos, los animales se mostraron inmediatamente atraídos por estas últimas, sólo por el sonido.
En el caso del ser humano, Rodríguez explica que aparte de ser un elemento natural, los gemidos tienen también su base en las expectativas que tanto hombres como mujeres se crean sobre la sexualidad.
“Éstas están basadas en un modelo que es parte del inconsciente colectivo”, explica, mencionando el papel que el cine cumple en la imagen que se espera encontrar a la ahora de tener una relación sexual, y donde no sólo los alaridos se hacen presentes, sino también las palabras dulces y la música de fondo, al más puro estilo Barry White.
Pero más allá de las imágenes preconcebidas que la ficción entrega, “el ser humano -en su visión egocéntrica- requiere constatar que provoca algo en el otro, y eso es parte de los motivos por los que muchos hombres y mujeres consultan”, asegura.
No sólo eso, el experto explica que, a menos que se esté fingiendo el orgasmo -como bien lo sabrán algunas-, los gemidos durante una relación sexual “son parte de la naturaleza humana”, dado que las zonas del pensamiento racional del cerebro son prácticamente opacadas por el lóbulo límbico, al que se relacionan los estímulos sexuales.
Por lo tanto, en el momento del clímax, las personas parecieran no estar en pleno estado de conciencia, lo que explicaría que se dé rienda suelta a las expresiones y el por qué, cuando se racionaliza tanto el acto sexual, el orgasmo puede ser difícil de alcanzar.