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La naturaleza manda el cuidado y apego madre-hijo, el resto son acomodos

La educadora de párvulos levanta la voz contra las políticas y creencias cada vez más extendidas que llevan a la mujer fuera de su casa cuando tiene hijos pequeños y los entregan al cuidado de otros. Asegura que se está provocando un daño invisible en ellos.

20 de Noviembre de 2009 | 10:44 |
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Con extremada crudeza, su libro “¿Dónde estás mamá?” relata un nuevo síndrome que se extiende en los sectores altos, el ‘síndrome de María’. Aunque puede parecer una anécdota, su transfondo es mayor: los doctores de algunas clínicas afirman que desde hace un tiempo este síndrome se ha extendido y es fácil de detectar, basta con escuchar a una madre en la consulta del médico.

El profesional inquiere si el niño enfermo de 6 años ha tenido fiebre y la madre se da vuelta y le pregunta a su asesora del hogar, ¿María, el niño ha tenido fiebre?; luego el doctor consulta qué le cayó mal y la mujer repite, ¿María, qué comió que le cayó mal?. María, tímida, responde las preguntas.

La educadora de párvulos Marta Montaldo decidió levantar la voz en defensa de los niños y en un acto que denomina un grito de alerta revisó los costos que ellos están pagando por tener a sus madres fuera del hogar y ser entregados a otros en su cuidado.

“¿Dónde estás mamá?”, de editorial Catalonia, resulta duro a la lectura y aunque en el texto, Montaldo habla de las madres “no suficientemente buenas”, en el fondo se refiere a madres egocéntricas que replican sin cuestionarse el modelo actual de maternidad que impone la sociedad y en donde la teoría del apego está siendo abandonada.

Su mirada apunta a recuperar el sentido humanista para este mundo y dejar de la visión mercantilista que ve a los seres humanos como capital humano.

El punto de partida de su obra está en su labor como parvularia y dueña de una sala cuna y jardín infantil por más de 20 años. Cuando la abrió en 1978 con capacidad de 100 niños, tenía muchos pequeños en los años de jardín y muy pocos en sala cuna, principalmente hijos de obreras y estudiantes universitarias. Al pasar de los años, las cosas cambiaron, entre otras porque los colegios abrieron los niveles de pre kinder y kinder y su sala cuna comenzó a ser altamente demandada por madres profesionales de estrato medio y alto.

“No pude con la sala cuna”, dice con pena. “Había cosas que me llamaban la atención y no podía resolver; en esos niños veía cierta melancolía, tristeza. Aunque contraté más personal, este tema se me planteó como un desafío, no podía evitarlo. Una psicóloga amiga me dijo que leyera a Donald Winnicott y ahí entendí que eso era una tarea mayor en términos de estimulación, por la más sencilla de las razones de que yo no era la mamá”, cuenta.

En 2001 cerró la sala cuna y el jardín porque se le hizo cuesta arriba ver que cuando una madre iba a buscar a su hijo, éste se abrazaba a la parvularia o cuando lo iba a dejar, simplemente comunicaba que estaba todo en la mochila y salía rauda.

-¿Te hizo ruido que la sala cuna fuera agrandándose?
“Exacto. Pero además se sumó que al principio, los niños que iban llegaban sanos, sin ninguna complicación de salud, y en los últimos años, todos llegaban con pilas de remedios, congestionados, mal cuidados. Antes los llevaban las mamás y al final, cualquier persona. Me los empezaron a traer en mala forma y ahí empecé a preguntarme por qué todos tenían puff. Los llevaban de cualquier forma, pero no dejaban de llevarlos.”

-¿Así fue como llegaste a la conclusión de que las chilenas estamos siendo malas madres?
“A ver, espera, no es tan así. Si a ti, desde chica, te enseñan que es muy bueno mandar a los niños a la sala cuna porque los van a estimular y van a ser más inteligentes, te compras ese cuento. Si el imaginario social te cuestiona tu rol de madre y te dice qué atroz porque te quedas en la casa, no es culpa tuya”.

-Ya, bajo ese modelo de sociedad es poco probable ser mala madre.
“Sí, que el modelo es malo no es culpa de las madres. Además se suma que ellas han invertido años en sus estudios y existe una competitividad terrible, entonces tienen miedo de quedar afuera”.

-Bajo este prisma, podríamos decir que la sociedad se ha ‘comprado’ un modelo que, a la larga, la va a dañar.
“Definitivamente, es destructor, no valoriza, ni siquiera prioriza al recién nacido, porque los niños no hablan, no pueden hacer huelga, no pueden decir basta, me están matando.
“Esto es angustiante si lo miras a futuro. El estrés, el hedonismo, el individualismo, la falta de comunicación hace que tengamos adicciones en la adolescencia, niños que no están ni ahí. El futuro del hombre se define en los primeros años, antes de que comience el niño a hablar.
“Este tema no es menor, alguien tenía que gritarlo. Se habla siempre de la autoestima y todo está relacionada con el apego, con el período en que se estructura la personalidad”.

-¿El rol de la madre es realmente excluyente? ¿Qué pasa con los niños que pierden a la madre? Quieres decir que ellos están en desventaja.
“Es que lo están, qué más desventaja que haber perdido a la madre, lo es en sí y todo el resto va a depender si la madre sustituta puede penetrar en su alma.
“La naturaleza es sabia, sabe de las angustias que el niño va a vivir de tal manera que prepara a la madre para cumplir con su rol; la lleva a un estado de replegamiento que la aparta de todo lo que no sea el niño, el mundo exterior se acaba. Pero hoy, el marido la molesta, desde la clínica, porque quiere volver al mundo social y le dice arréglese mijita que la van a venir a ver. La madre hace de yo auxiliar del niño, él no sabe que existe y la madre es fundamental”.

-¿Por qué el apego no lo puede entregar el padre?
“Podría hacerlo si tiene desarrollado su lado femenino, pero no es suficiente. El padre debe proteger a la madre.
“Esto es lo que la naturaleza manda, el resto son acomodos, transacas que no funcionan”.

-En el libro hablas de la intrusión, que son las acciones que violentan al niño y su madre y pones como ejemplo los tradicionales consejos como no lo acostumbres a los brazos. ¿Estás por la maternidad intuitiva?
“No hay que atenerse a ninguna forma de crianza aprendida, la madre sabe todo. Una madre que se entrega, deja el mundo exterior, va a saber hacerlo en forma natural”.

-O sea, la bibliografía de ‘cuidado del bebé’ no tiene sentido. Muchas recurren a ellos porque quieren ser una buena madre.
“Tú no puedes enseñarle a una madre qué hacer. Estando las condiciones, no te metas, no interfieras, no le digas nada, no le des modelos. Lo único importante es que la madre se entregue porque el niño manda. Ella tiene que someterse a las necesidades de él y ellos hablan.
“Lo contrario es que la madre intervenga cambiándoles las papas porque tiene que salir, mudándolo antes porque quiere dormir, adapta los horarios del bebé a sus necesidades”.

En su libro, Marta Montaldo hace una extensa investigación en salas cunas, maternidades, consultorios y hogares para conocer cómo estamos los chilenos cuidando a nuestros hijos. De los testimonios que entregan enfermeras, doctores, empleadas domésticas, cuidadoras, parvularias, la autora nos expone una cruda realidad.

Madres que quieren cesárea para no tener dolor, partos inducidos porque se van de viaje, no dar papa para no perder la forma de los senos, tomar ansiolíticos mientras se amamanta, contratar enfermera para el cuidado del bebé y partir al gimnasio, dejarle la guagua a la nana para poder dormir toda la noche. Y así, sume y sigue.

-Hoy, el gran debate está centrado en ‘la culpa’ que sienten las madres por trabajar fuera del hogar. ¿Por lo expuesto, no habría tal culpa?
“Sí, pero insisto el tema no es problema de la madre, porque a ella le han dicho que un parto natural o una cesárea es igual y que es mejor evitarse el dolor y el niño no va a tener sufrimiento fetal”.

-¿Apuntas a cambiar la corriente, entonces?
“Es decir, hay que establecer nuevas prioridades, valorizar lo que corresponde. Es mucho más trascendente el trabajo que hace una madre en el cuidado de su hijo que cualquier otro trabajo que pueda hacer fuera de la casa. Alguien tiene que decirlo y asumirlo en sus políticas públicas.
“Los costos los pagan los niños y ellos son el futuro, los chilenos”.

-Tu posición de la madre al cuidado del niño va mucho más allá de estar presente en la casa.
“Sí, puede estar en la casa pero no está ni ahí en la vida del niño. Tiene que estar con los ojos y las manos pegadas a la cuna. La naturaleza la prepara, pero el mundo la saca. Muchas siguen trabajando en el computador y eso las saca de su estado de replegamiento. Ellas dicen estoy aquí. No, no está y no se mienta más. Winnicott dice que una mala madre es la que está ausente de su función”.

-Es fuerte el testimonio de la empleada que dice trabajar todo el día, acostarse tarde y que le pasen a la guagua en la noche, lo que la lleva a no descansar y a levantarse temprano agotada.
“Aunque no lo creas es muy común y lo peor es que esa guagua está descuidada doblemente. Queda en tierra de nadie, es un objeto y un niño objetivado, por definición es maltratado y va a presentar patologías”.

-Hablas de malas madres cuando se toma Ritalín en medio del amamantamiento. Otros hablarían de madre negligente.
“Es que el problema es que son los mismos médicos los que están entregando esas pastillas para dormir, es lo que llamo clientelismo. Es la sociedad la que está enferma”.

Marta Montaldo es categórica: “No estamos viendo el daño porque no es inmediato. Los padres se van a pasar años, después, tratando de repararlo, enviando al niño a terapia”.

-Tu libro plantea una revisión. ¿Algunos dirían que es reaccionario porque el mundo dice que la mujer tiene que salir al exterior y compartir su rol de cuidado de los hijos con el padre?
“Si ser buena madre es ser reaccionaria, soy reaccionaria.
“Esto es un pecado social y todo lo que signifique luchar por que los chilenos no sufran daños, vale la pena. Los niños requieren un defensor.”
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