Un preparado de vino con frutillas, servido en tarros de jurel tipo salmón, tomaba “El Pata ‘e Gallina” junto a sus amigos buzos, cuando Daniel Muñoz y los 3x7 Veintiuna, llegaron hasta la caleta “Los Verdes”, en Iquique.
“El Pata ‘e Gallina” -al que le dicen así porque se crió a pata pelada- aún es recordado por el actor de “Los 80” y su grupo de cueca brava, por el cariño con el que los recibió, primero, sirviéndoles su dulce bebida y luego preparándoles la especialidad de la casa: el “San Valentín”, un plato de almejas, lengua de erizo y piure.
“Más allá estaba ‘El ceviche del amor’, después ‘El rompe catre’ -así eran los nombres-, con un sabor, un gustillo criollo espectacular. Y cuando mirabas (al ‘Pata ‘e Gallina’) veías lo curtido de su piel, sus manos como cartílago con la sal. Con tanta generosidad y alegría obviamente le devolvimos nosotros la mano, cantándole unas cuecas ahí mismo. Se puso a llorar, porque se sintió parte de eso. Es la esencia del roto chileno”, dice Muñoz.
Aunque asegura que todo el año está celebrando la chilenidad junto a Félix Llancafil y los 3x7 Veintiuna, es durante este mes de Fiestas Patrias que la cosa se pone mucho más movida, con presentaciones una tras otra, sobre todo, tras haber lanzado recién su tercer disco
“Al compás del 6X8”, que presentarán este 18 en el Parque Inés de Suárez, en la Florida y en Conchalí. El 19 de nuevo se tomarán Providencia, además del Casino Monticelli, y cerrarán las presentaciones Dieciocheras el 20 de septiembre, en la Fiesta de la Chilenidad en Maipú.
Daniel, el mismo hombre que ha hecho reír a carcajadas con sus personajes de “El malo”, “El Carmelo” y “El Efe”, desde hace unos 10 años que viene entregándose al sonido nacional, animando las cuecas del roto con el sonido de los platillos, el pandero o el tañador, todo, según dice, gracias al don de la percusión que heredó de su papá, un baterista que en San Fernando no paraba de seguir el ritmo de la música donde fuera.
Si hasta lanzó el año pasado, junto a Pablo Padilla el libro “Cueca brava. La fiesta sin fin del roto chileno” (Ril Editores), y por eso hoy, en una sala de su casa en Ñuñoa, el actor que personifica a Juan Herrera en “Los 80” -serie que le valió el Altazor de Mejor Actor de TV de 2009- analiza la esencia del ritmo criollo y del personaje más colorido de nuestro folclor, el que parece mantenerse aún vigente en el obrero de la construcción, en el veguino y en el carretonero.
-Por ahí dicen tú eres el roto chileno 2.0.
“¡Ah, qué buena! Del siglo 21, neocriollo... Eso es un piroto. Me encantaría ser roto chileno, pero para eso me falta muchísimo. Estoy en la búsqueda de entender a este personaje, porque para ser roto se nace, es muy difícil hacerse; hay una experiencia real, originaria, que tiene que ver con el ser roto chileno”.
¿Qué es ser roto chileno?
“El ser roto chileno es el hombre o la mujer -la rota chilena- que debido a circunstancias sociales deja su hogar, deja el terruño y se va a buscar la vida. El término roto chileno es muy antiguo y habla un poco de este patiperro, de este ser que se las arregla y vive por su cuenta, amante de lo criollo, de su entorno, puntualmente de la cueca. El que mejor la canta y la defiende es él. Sus depresiones se calman cantando y bailando cueca”.
-¿Por qué existe esta unión tan fuerte entre el roto y la cueca?
“La cueca es el alma del roto y él la atesora como parte de su vida, así que no se puede disociar uno del otro, por eso para cantar bien cueca hay que entender al roto chileno, y esa es mi búsqueda constante. Pero claro, mi situación social y mis orígenes no se acercan mucho a sus sufrimientos. Parto por tratar de imitarlo y entender qué tengo yo de eso.
“Es el hombre que se las arregla desde chiquitito, no tiene mayor educación más que la calle, la vida misma, pero tiene un corazón grande. Es un hombre noble, el caballero antiguo de la edad media en cierto modo; tiene muy claro lo que quiere, es valiente, respeta a la mujer, a los niños, a los ancianos, pero si le faltan el respeto se para sin ningún problema. Es muy similar al gallo en valentía. El gallo no retrocede nunca, es un ave que va adelante y mata o muere”.
-¿Y dónde entra aquí la cueca brava?
“Es un término que acuñó Nano Núñez (poeta y cantor cuequero), que es el mentor de todos nosotros, y que se refiere a lo que se cantaba en los barrios bravos, no necesariamente en los choros, que son, según la jerga, donde se roba, donde se chorea. La cueca brava no es sólo de choros, sino de roto chileno, que se canta en lugares donde la cueca es guerra, donde la cueca es más intensa, más brava”.
-¿Por qué crees que cada vez hay más lugares que la integran como música fija algún día de la semana?
“Esta expresión de cueca ha calado muy hondo en la gente joven porque es auténtica, difiere absolutamente de lo que se nos enseñaba en los colegios, sobre todo para Fiestas Patrias, con una cueca institucional, controlada”.
-¿Por qué surge esta diferencia entre una cueca y otra?
“Porque el origen de todo surge en los barrios bravos. Cuando se juntaban los rotos a cantar cueca, era una catarsis popular y obviamente quedaba la escoba. El pueblo se enfiestaba y surgía todo el desbande, la energía de este pueblo sometido, así que no había mucho recato y la clase media alta no veía con muy buenos ojos que ocurriera eso”.
-¿De cuánto desbande estamos hablando?
“Siempre que había cuequeo había peleas y más de alguna vez, algún finado. Como había competencia, con el calorcito del licor se empezaban a echar versos ofensivos y si había una mujer entre medio peor todavía, salían las cuchillas. Así que habiendo cueca, había pelea y algún muerto. Por eso, la clase social media alta y la Iglesia Católica intentaron frenar esto y lo consiguieron, sepultando esta expresión popular que se transformó en algo más dócil, más controlado, donde la china es la sometida y el huaso, el patrón de fundo que baila y se luce. Es una visión bastante machista de lo que es esta danza, y así pierde incluso la parte sensual, siendo una especie de destreza en la cual el hombre se impone sobre la mujer”.
-¿Y qué pasa en la cueca brava?
“Puede pasar lo contrario, depende cómo bailen y de qué es lo que ocurra en la danza. Hay ciertas reglas básicas en la coreografía, pero hay mucha improvisación, y toda esta cosa más real, más natural y asequible a todo el público hace que uno vea parejas bailando tan desenfrenadamente. Le achunten al ritmo o no, bailan igual. Hoy hay una explosión intensa, sobre todo motivada por la gente joven, de admiración y de reencuentro por algo que siempre ha estado con nosotros”.
Daniel se levanta a mirar una fotografía que cuelga frente a él, con un roto chileno a caballo, tocando un pequeño acordeón (la porotera), y junto un curadito hipnotizado con la mirada del equino.
“A través de imágenes se va entendiendo qué es el roto, que fue una palabra muy vilipendiada, sinónimo de ser insolente, mal educado, poca cosa, pero es todo lo contrario. La carne de cañón en la Guerra del Pacífico eran los rotos, que no miraban para atrás y entregaron su vida por lo que consideraban su patria, y así se les devolvió, con un puro monumento en una plaza (Yungay) y olvido total. Los generales son los que se llevan todo el triunfo”.
-Sin ser el aparente protagonista ha estado presente durante toda nuestra historia.
“El roto es tangencial a la historia de Chile, la cruza de pe a pa. A través de sus cuecas está escrita la historia del país, desde el comienzo hasta el siglo XXI, no ha parado. Ahora, después de irse a un nivel subterráneo como napa de agua cristalina -hasta por ahí-, este fenómeno ha sido como el desierto con semillas guardadas, que le cae un poquito de agua y florece al tiro. La cueca es el único dinosaurio de nuestra cultura que se mantiene vivo. Todo lo demás ha desaparecido; quedan las danzas de los grupos folklóricos, pero no es parte de lo popular. La cueca por algo se ha mantenido viva hasta el día de hoy”.
-¿Hay algo que no te pueda faltar en el Dieciocho?
“Podría ser cantar cueca, pero canto y la escucho todo el año. Tengo fiestas todo el año, asados todo el año...”.
-¿Celebras Fiestas Patrias todo el año?
“Más que Fiestas Patrias, celebro la chilenidad. No faltan presentaciones y fiestas; son muchos los amigos que giran en torno a esto, grupos y eventos que se hacen. Cada vez son más locales los que incluyen la cueca dentro de sus actividades todo el año. Fiestas Patrias es obviamente donde se celebra el nacimiento de la nación, pero la fiesta de la chilenidad, por suerte, ya se está instaurando desde enero a diciembre”.
-¿Los chilenos nos estamos poniendo más nacionalistas?
“Lo que pasa es que cuando es impuesto el asunto no encuentra eco. Cuando sí lo encuentra es porque está hecho con seriedad, con profesionalismo, con verdad, con interés. Cuando existe esa entrega, ya sea musical, audiovisual o escrita, inmediatamente produce una conexión con ese chip que, para mi gusto, es la chilenidad que tenemos todos nosotros”.
-¿Podría justificar ese chip parte del éxito de “Los 80”?
“‘Los 80’ funcionó porque, de alguna manera, apeló a la chilenidad, a los recuerdos, a la nostalgia, pero sin ser panfletario, sin decir así éramos los chilenos, con un muestrario de ochenterismo. Era la historia de una familia que vivió en esa época, pero que sus problemas son muy parecidos a los que vive la gente hoy: problemas económicos, problemas políticos, problemas internos de padre e hijo. Estaba hecha de una manera muy correcta y por eso produjo el boom y ya la gente está esperando la segunda temporada viene bien también”.
El actor no quiere adelantar nada de lo que sucederá en la serie, pero cuenta que se hará más hincapié en la crisis económica del ‘82, lo que llevará a la familia Herrera a una etapa más oscura en sus vidas.
“Pero eso tiene un motivo: la esperanza es el leit motiv de esta serie, es la historia de Chile. A pesar de ser un país de inundaciones, terremotos, problemas económicos, políticos y sociales, siempre la familia chilena se las arregla para ponerse a flote, porque se apoya en lo que tiene más sólido que es ella misma. Esa es la esencia de la serie. Puede venir la catástrofe más grande, pero al final la luz está en que se tienen entre ellos. Esa es la importancia de la familia, que hace que esta nación sea lo que es”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me gusta estar con mi familia, la buena mesa, ir a restoranes... Eso me gusta bastante, más que el teatro. Es un pecadillo mío, pero me carga ir, lo paso mal, porque las veces que he ido he salido muy defraudado por los trabajos que he visto. Al ser actor, me cuesta mucho ser público normal. Hay honrosas excepciones donde he salido realmente gratificado por el trabajo de mis colegas, pero la mayoría de las veces no. Así que prefiero ir al cine, me gusta más (sonríe)”.