Una piel luminosa es una piel saludable. Por eso, la más reciente generación de productos de tratamiento y maquillaje ofrece a sus usuarias una nueva prestación: el "efecto resplandor".
Una de las obsesiones del maquillaje actual es promover la luminosidad. Y es que mientras más luz refleja nuestro rostro, más saludable luce y nos hace ver más jóvenes. La luminosidad está asociada al bienestar de la piel, por eso que los llamados iluminadores -ya sean productos de tratamiento o maquillaje- son el nuevo indispensable.
Un iluminador no es un maquillaje brillante o una crema con glitter. Cuando hablamos de iluminadores nos referimos a productos que contienen partículas microscópicas capaces de captar la luz y hacerla rebotar. Actúan como un espejo haciendo resplandecer la piel y distraen la atención de áreas problemáticas (como las ojeras).
Pero por más bueno que sea un iluminador, el "efecto resplandor" que es capaz de producir depende de dos factores: el tono de nuestra piel y la calidad de su superficie. Así las cosas, dos gestos claves para "encender" nuestra tez son la limpieza profunda e hidratación diarias.
El iluminador debe elegirse de acuerdo al tipo de piel (para pieles grasas es mejor un producto en polvo y para secas en líquido o crema) y al color. Existen iluminadores en varios tonos, pero los cálidos van bien con la mayoría de las pieles.
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Tips pro-luz
1.- En materia de iluminadores, menos es más. La clave del éxito para no lucir un rostro excesivamente brillante -y por lo tanto, poco natural- es usarlo con moderación.
2.- Los iluminadores vienen en crema, líquido, polvos o aceite y se utilizan siempre al final del maquillaje para resaltar ciertas partes del rostro y disimular otras.
3.- Las zonas estratégicas del rostro para aplicar el iluminador son el centro del párpado móvil, bajo el arco de la ceja, en lo alto de los pómulos, en el contorno de los labios o en el centro del labio superior. Puede extenderse también a hombros, clavícula o piernas.
