“Eso de la droga que dije antes, era broma. Cómo voy a vender eso...” Era imposible que
Sergio Freire no comenzara a hablar sin decir un chiste.
Conocido por sus monólogos en “El Club de la Comedia” y sus personajes de “El encuestador” y “El fanático del General”, no pasan ni cinco minutos cuando ya tiene a una señora que con cariño le dice que le encanta su programa y que siga así.
“Ella es un extra que yo pago cuando me hacen entrevistas para que me alabe”, dice. Pero lo cierto es que la gente parece estar realmente satisfecha con el programa de los ex SCA.
Acaban de volver con una nueva temporada en Chilevisión, donde los clásicos personajes de Freire, más otros como “El hombre ardiente” (Pedro Ruminot), “Tortilleras” (Nathalie Nicloux y Natalia Baldevenito) y “Gay encubierto” (Juan Pablo Flores y Pato Pimienta), regresan para repetir el éxito alcanzado desde que se mudaron del cable a la tele abierta.
Con más presupuesto y más confianza depositada en ellos, Sergio y sus amigos ya no tienen que hacer de “reidores” de sus propios chistes -como lo tenían que hacer en el cable, con sólo una cámara frente a ellos- sino que llenan su estudio de gente que se pelea por entrar a escuchar sus monólogos.
Fue un comienzo precario, pero que sirvió como la mejor escuela para trabajar un estilo propio y sobre todo, soltarse. Es que “es complicado cuando eres actor”, dice Freire, quien es, precisamente, un egresado de la Escuela de Gustavo Meza.
“En el stand up tienes que sacarte el actor que tienes, porque cualquier texto que digas va a sonar sobreactuado. Tienes que ser tu mismo, con tus chistes, tu propio material, sacarte todo lo que aprendiste. De hecho, una vez necesitábamos gente y se hicieron castings en escuelas de teatro. Llegaron 80 actores y cuál de todos era más malo que el otro. Todos eran: (Toma aire)
‘¿Se han fijadooo?’... ¡Cállate! ¡No me quiero fijar!”.
No sabe si se ha puesto más exquisito con el asunto, pero asegura que cuesta hoy encontrar guionistas que sepan escribir un buen material cómico. Tal vez, por eso “El club” es uno de los únicos programas de humor que se mantiene en la TV nacional, y por eso el agradecimiento de la gente en la calle es tan afectuoso.
-¿Es así todo el día?
“Un poquito. Pero es entretenido porque en el fondo a la gente le gusta el programa. A veces es harto y como que me enojo, pero digo
‘¿y si fuera Nelson Mauri? A él deben huevearlo todo el día, pero por todo lo contrario. Yo al menos salgo en un programa que le gusta a la gente, así que por ese lado, bien”.
-Da la impresión de que “El club” es de los pocos programas de humor que va quedando.
“Claro. No sé qué pasa. Creo que hay que darle más oportunidad a la gente, porque en internet encuentras jóvenes haciendo cosas entretenidas. A nosotros nos costó. El canal no le tenía mucha fe al programa, pero marcó bien y fue una sorpresa. Al resto tienen que darles la oportunidad”.
-Has dicho que faltan guionistas cómicos, que la línea editorial de los canales pone trabas, que los chilenos somos graves. ¿No influye eso?
“Todo eso es cierto. Los canales trabajan mucho con guionistas cerrados, y falta que den oportunidades. A lo mejor sí hay guionistas jóvenes, pero no sé dónde están. Y aparte que es difícil escribir con lo grave que somos los chilenos. Echas un chiste de mapuches y se enojan los mapuches, haces un chiste de judíos y al tiro llega una carta. Siempre hay alguien enojándose por algo”.
-¿Te han llegado retos?
“Siempre. Desde el cable que me llegan retos. Una vez hice un chiste de los judíos -no era ni fuerte, casi que los nombré no más- y me llegó una carta de ellos diciendo que no podía ser que los nombrara yo. Otra vez conté lo de EJE (Encuentro de Jóvenes en el Espíritu Santo). Todo lo que es secreto, lo conté en el cable. Ahí llegaron mil cartas...
‘Sergio, ¡cómo puede ser!’. Me llegaron cartas hasta de cardenales:
‘Sergio, hay jóvenes que trabajan acá, y tú, por cinco minutos de comedia, revelas los secretos’”.
-¿Y han tenido problemas con los personajes?
“‘Papá cruel’ me costó meterlo un poco. Tenían miedo porque como él trata mal a un niño. Pero esto es comedia y hay que entenderlo así. Una vez demandaron por el ‘estái puro maraqueando’, pero ganó la demanda Chilevisión porque era una parodia. Aquí se toma el humor como si fuera maldad, pelambre o un ataque a alguien. Es difícil hacer humor en Chile”.
-¿Somos muy pueblo chico todavía?
“Sí y se contradice tanto con eso de ‘todos los circos tienen un payaso chileno’, esos dichos raros de que somos tan alegres. Los chilenos no somos alegres, ¡nooo! ¡Somos lo peor! Siempre hay alguien peleando con alguien. A los programas de farándula les iría mucho mejor si tuvieran más comedia y se tomaran algunos temas de manera más relajada”.
-¿Qué te pasa cuando el público no se ríe?
“Reacciono extraño. Antes si pensaba que un chiste era buenísimo y no pasaba nada, me quedaba para adentro, me ponía nervioso; le respondía cosas al público en mala onda, pero ellos se reían porque pensaban que uno no los estaba puteando de verdad. Pero ahora no, con el carrete uno va adoptando muletillas que te va salvando de situaciones así. Está lleno, sobre todo en bares, de chistes que no funcionan, eso es bueno”.
-¿Te han gritado algo pesado? Como ¡fome!
“Es que a los que gritan es súper fácil callarlos. Siempre, la misma gente los hace callar. Una vez me pasó en un bar que había alguien molestando y molestando, y la gente se empezó a enojar porque no dejaba escuchar el monólogo, que estaba bueno. Así que fue alguien y le botó un copete en la cara para que se callara. Fue casi una pelea. El público te llega a defender hasta esos niveles”.
-¿Es verdad que trabajaste en un topless?
“(Se ríe) No alcancé. Una vez busqué pega en el diario, así como para hacer algo mientras. Yo sabía que me gustaba la comedia, pero no estaba seguro de si me quería dedicar a eso como oficio. Entonces, vi que se necesitaban humoristas, y ponían una dirección así como Mc-Iver, y yo que era chico no lo asimilé. Y fui y llego al Kim, un topless conocido. Entré igual y conocí a las niñas. Ellas me decían:
‘¿Tú vienes a hacer humor acá? Tienes que tener cuidado, no traigas muchas cosas porque acá las cabras roban...Yo vengo con lo justo para bailar, este puro trapo’. No alcancé a actuar nunca al final”.
-Dicen que en tus rutinas a veces nombras personas reales que te caen mal.
“Sí, son como venganzas mías. Por ejemplo, si me cae mal alguien y me sé su nombre y apellido, lo nombro y armo un personaje. O también nombro amigos, gente que todavía en sus trabajos les dicen ‘chinche borracho”.
-¿Bailaste El General cuando chico?
“Sí poh, yo era fanático de verdad cuando chico. Tenía en mi casa tres cassettes, uno de Los Prisioneros, otro del General y otro de John Secada. Grabé canciones encima del de John Secada, canciones de la radio, ‘Io penso positivo’ y todas esas que sonaban en esa época. Corrían esos locos años y yo, por tener 3 cassettes, era el dj del curso.
-Oye, hay una fiesta. ¿Quién va a poner la música?
-Creo que Sergio Freire tiene tres cassettes.
-Yo los llevo -decía yo.
-¡Pero cómo! ¿Vas a poner a John Secada?
-¡No es John Secada! Tiene otras canciones grabadas encima, ‘Technotronic’, todas esas.
Ahí me aprendí todas las canciones del General, y siempre me llamó la atención el trato vejatorio que tenía él con las mujeres. Porque las trataba como carne:
‘Oye, mamita’... Ese tono de voz siempre me dio risa:
‘Nunca me van a cambiarammm’,
‘botoxgongon’. ¿Cachái que él quiso imponer moda? Él dijo (canta):
‘Botoxgongon, ese es el nombre para las chicas que se ven bien buenas. ¿Cómo se llaman?’ Pero nadie en la calle andaba gritándole a una mina ‘botoxgongon’. ¡Nadie lo pescó!”
-Pero tú lo reivindicas.
“Yo lo tomé cuando grande. Pero me acuerdo que cuando lo escribí iba a ser sólo un sketch, porque pensé que no lo iban a pescar mucho, que sólo los de mi edad se iban a reír, los que lo conocieron. Pero pasó todo lo contrario. Los niños andaban hablando como El General, les cayó bien el personaje”.
-¿Qué es del General?
“Él sabe de mi existencia”.
-Qué honor.
“Un honor, absolutamente. Sé que él es como inversionista en un canal de televisión. Le fue muy bien; sale hasta de actor en una película. Hace tiempo lo querían traer, cuando yo hacía ‘El fanático del General’, pero al final no lo trajeron. Ahí él supo de mí, y estaba orgulloso y contento de que en Chile se le recordara. Más encima que en las discos empezó a sonar de nuevo su música desde que lo empecé a hacer. De hecho, a veces estoy en un lugar que no tiene por qué tocar El General y lo ponen igual”.
-¿Y te miran esperando que bailes?
“¡Sí, qué lata! No me gusta a mí hacerlo”.
-¿Qué o quién te hace reír más?
“Mis cómicos favoritos van cambiando. Me rayo con uno y después veo a otro. Fui muy fanático de Jerry Seinfeld, después empecé a ver harto a Chris Rock, a Conan O'Brien y así los voy turnando. Dave Chappelle estoy viendo ahora y bueno, de Jim Carrey tengo todas sus películas”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Bailo solo en la casa breakdance (se ríe)”.
-Es broma.
“No, bailo solo y pongo música. (ríe)”.
-Ya, en serio.
“Yo bailo break de verdad, así que lo mantengo en mi casa, solo. Y me canso y quedo raja. Como hay gente que hace abdominales yo bailo breakdance”.
-¿Y corres las mesas?
“Sí, pero no hago cosas”.
-¿No haces la parte chora?
“No hago la cosa ágil, pero sí hago la otra, la chora. Es entretenido porque lo hago bien. De hecho, en la escuela de teatro era conocido como el que baila breakdance. Yo bailé harto, de ahí los movimientos de El General. En el tiempo del rap, fui rapero; bailé en la calle y tuve mi grupo de rap. Después, cuando en las noticias empezó a salir 'asaltos igual raperos', ahí ya no. Caché que no era mi perfil”.