Los problemas se pueden diagnosticar recién a los 7 años y van desde transtornos en la alimentación, problemas de autoestima, automutilación y estados depresivos.
27 de Octubre de 2009 | 13:39 |
El apego está de moda –aunque los primeros postulados son de 1950- y los trastornos derivados de un mal apego también se nos hacen presentes cuando vemos casos tan dramáticos como el de ‘Cisarro’, el niño delincuente de Peñalolén.
Aunque muchos creen que los trastornos y posteriores problemas derivados de un mal apego infantil no pueden ser revertidos, el danés Niels Peter Rygaard, asegura que ello no es tan así y da una luz de esperanza a padres, maestros, cuidadores y sociedad toda.
Quizás sea importante constatar que este problema, como dice Peter Rygaard no es un algo que sólo competa a una persona, la que tiene a su cuidado a un niño con trastorno, sino que también de toda la comunidad que está a su alrededor. Por lo mismo, en su obra “El niño abandonado” de editorial Gedisa presenta un detallado y científico método de terapia para los niños con trastornos.
Como señala la prologista del libro, Maryorie Dantagnan, “la intervención eficaz de estos niños es posible si se realiza un trabajo ecológico consensuado y perseverante entre terapeutas, profesores, referentes afectivos, y otros profesionales”, a quienes está dirigido especialmente esta obra.
Aunque no lo tengamos muy presente, terapia viene del griego theraps que significa ‘servidor’ y el terapeuta profesional provee de un ambiente que sirve para el desarrollo del niño, centro de todo trabajo.
Esta guía elaborada por este psicólogo que lleva más de 25 años trabajando con niños con problemas de apego agresivo importantes, explica cómo los pequeños que han sufrido malos tratos graves en sus primeros años de vida –es decir, tempranamente traumatizados por la negligencia y abandono se sus padres- son un reto para quienes se hacen cargo de ellos después.
El daño más grave que ellos presentan son la dificultad que tienen para vincularse de una manera sana y constructiva con su entorno social y en sus actitudes, denuncian a los adultos que no fueron capaces de brindarles un entorno afectivo y respetuoso con respecto a sus derechos y necesidades.
Los estudios realizados desde 1950 por John Bowlby han permitido determinar que el cerebro de un niño, desde su nacimiento, gracias a las experiencias afectuosas y relacionales que establece, moldean la estructura y organización de sus neuronas y ello es básico para los comportamientos futuros que tendrá. En palabras sencillas, la felicidad se adquiere con el contacto físico y emocional con la madre.
Cuando los padres son competentes, las probabilidades de que el niño presente conflictos son menores, en cambio, si sufren el abandono, el estrés de la violencia producirá rupturas en su cerebro.
Tal como se señala en esta guía “la ausencia de contacto y la falta de cuidados hacen que el cerebro produzca más adrenalina, lo que también predispone a comportamientos más activos y agresivos. Es decir, un mecanismo de biología nos explica porqué los niños tienen conductas inadecuadas, ya que se ha comprobado que los niños queridos y protegidos no se sienten atacados por el entorno en su sobrevivencia.
Lo básico del planteamiento de Peter Rygaard es que con “un buen trato” se puede intentar dar una oportunidad al niño abandonado de reintegrarse al tejido social ya que se parte de la base que el cerebro es flexible y por lo tanto, si se estimulan sus circuitos se pueden recuperar las funciones perdidas.
“Cuando las primeras relaciones en la vida de un niño han sido erróneas, es muy difícil remediarlo más tarde” afirma el autor, pero no por ello, deja de presentar este extenso trabajo de terapias.
Para quienes desean adentrarse en esta importante teoría, vale la pena tener presente que existe cuatro tipos de apego:
Todos dicen relación con la capacidad que tiene el niño de vincularse con el mundo cuando está o no con su madre y si logra un apego seguro-autónomo, el niño tendrá la confianza suficiente para salir a explorar el mundo, porque sabe que tiene un colchón de seguridad. De ahí la frase de Arquímedes: ‘Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra’.
Peter Rygaard señala que los niños que presentan un trastorno de apego reactivo grave han sufrido privaciones y estrés en su vida temprana y la psicoterapia no podrá ayudarlos.
Sostiene que un diagnóstico efectivo no se puede realizar antes de los 7 años y señala que los trastornos de apego están combinados con síndromes ya sea de estrés postraumático, de atención con hiperactividad, de autismo postinstitucional o del síndrome de Tourette.
¿Qué sucede cuando los niños crecen?
Bajo esta simple pregunta Peter Rygaard hace un pauteo de los problemas que un niño puede presentar a medida que se desarrolla y que se hacen evidentes cuando ya es un adolescente.
Entre los más importantes señala el trastorno de personalidad tales como una personalidad antisocial o estados limítrofes. Suma a ellos los trastornos graves de identidad, los sentimientos de inferioridad, estados depresivos y tentativas de suicidios y automutilación. y faltas de ganas de vivir.
También puedan darse comportamientos retraídos o agresivos, problemas de toxicomanía y alteraciones de los niveles de actividad, es decir, hiper o hipoactividad.
Además se encuentran los trastornos de alimentación (las conocidas bulimia y anorexia) y las enfermedades autoinmunes como erupciones, asma y reumatismo.
El reto de la humanidad
La culpa, definitivamente, no es de los padres. Todo confabula en su contra y el autor se hace cargo de ello al señalar que hay una serie de acontecimientos que están ayudando a la posibilidad de tener niños abandonados con trastornos de apego.
Entre los hechos que señala con más claridad es, obviamente, la separación temprana del hijo y la madre por motivos laborales, que no sólo afecta al niño, sino también a ella.
Agrega que esto se suma la explosión de divorcio que deja a las madres solas, desprotegidas y agotadas. Si además, tenemos a los abuelos lejos de la vecindad del hogar (existen sólo familias nucleares) no existen posibilidades de acceder a lo que se denomina los conocimientos tradicionales de la crianza.
También se debe tomar en cuenta que los padres medios de hoy son relativamente mayores cuando tienen a su primer hijo, por lo que son tremendamente ambiciosos con ellos y sus propios hijos.
Señala con precisión que las guarderías no son las soluciones porque los niños no reciben la atención personalizada que requieren, lo que derivará en problemas de comportamiento.
Peter Rygaard no busca volver a los viejos tiempos, con la madre en la casa, al cuidado de los niños, porque entre otros, nunca se ha tenido niños en mejores condiciones y una baja mortalidad infantil. Pero sostiene que es un hecho que la madre y la familia necesitan de un apoyo de toda la sociedad para poder llevar adelante su primordial función de dar protección afectiva a un niño en sus primeros años.