Unos grandes ojos azules salen de TVN, rodeados del bronceado más intenso que pueda verse a fines de octubre en Santiago. Su portador,
Juan Cristóbal Foxley, más conocido como el “dandy chileno” -aunque ya no le guste que le digan así-, aparece delgadísimo y con un aire triunfal.
Tras su pasado de “televisión errática, bipolar sin litio”, con la imborrable imagen de su diente caído frente a la estupefacta mirada de Felipe Bianchi, este “loco-lindo-libre” parece haber recobrado nuevos aires, un nuevo empujón, otra oportunidad.
La razón, explica, se debe a su popular paso por “Pelotón” y a la sintonía fiel de su querido grupo C3, el que le salvó de la cesantía, como dice, y que le permite hoy seguir apareciendo en la pantalla de Televisión Nacional.
“El amor de mi vida es el C3, gente muy esforzada, que no tienen rejas en sus casas ni en su corazón y a mí me gusta llegar a los corazones directamente; es gente que escogió a un señor que los hace reír, a un cuico venido a menos, un nuevo pobre, pero rico en espíritu”, dice, inspiradísimo, mientras camina hacia un café de Bellavista.
Por discurso, Foxley no se queda atrás. No por nada tiene una importante colección de fotografías tomadas con los personajes más inimaginables del jet set internacional, a los que a punta de personalidad explosiva, les sacó una sonrisa frente al flash.
Y hoy, sin aspirar a menos, su meta la fijó en la primera fila de la Quinta Vergara, como jurado del próximo Festival de Viña.
“Después de jurados como ‘millionaire man’ (Leonardo Farkas), que tiraba billetes de 20 lucas por el techo, que era un espanto de desubicado, y de una señorita (Marlen Olivarí) que se le salían las pechugas y que tenía unos resfríos crónicos, creo que me gané mi sitio en el Festival por lo siguiente: me gané los corazones de mi equipo en ‘Pelotón’ -que lloraban con sonidos guturales cuando me fui-, siendo yo, transparentando quien yo era. Y creo que hay una parte de Chile que piensa lo mismo”.
“Yo físicamente me veo ahí, me puse en la ley positivismo. Me veo no solamente de jurado, sino de presidente del jurado. Por eso fui de smoking a Viña (a presentar la candidatura de jurado)”.
Pero lo de ir de punta en blanco no es un gran esfuerzo para Foxley. Si hasta en el gimnasio es posible verlo sobre la máquina para trotar, muy envuelto en una chaqueta de terciopelo.
“Es que a veces he llegado a la pega con la voz ronca y eso es causal para echarte. Mis jefes son unos ángeles conmigo y no los quiero cansar más con mis fallas de amateur. Así que me abrigo con la primera cagada que tengo, y como tengo tres chaquetas iguales de terciopelo negro... Yo soy así. No soy normal. Soy una mezcla de esquizofrénico, loco lindo libre. Esa es mi definición”.
-¿No tiene que ver con ser elegante en cualquier parte?
“Sí y además que la elegancia es una actitud. Se puede ser elegante comiendo arroz con huevo o langosta. Pero es un concepto perdido. Apenas tenga plata, pero harta, me quiero comprar un Mercedes Pagoda del año 65, convertible. Me encanta como se vestía el Duke of Windsor, la onda de la Doris Kleiner (antigua modelo chilena) con el ‘Yul’ Brynner (‘El rey y yo’, 1956, quien estuvo casado con Kleiner)”.
-¿Eres el hombre más elegante de Chile?
“No, Nicanor Parra lo es. Para mí esa es la elegancia. El que habla de plata y de rating como yo, ya está jodido. Sí tengo un look, que me puedes poner en una vitrina. Aunque la mitad de lo que tengo puesto hoy día es de Zara y la otra de Polo, pero está bien. Para mí la elegancia está en esos viejos como Héctor Noguera; tiene que ver con la estampa y el itinerario de vida. No me sirve el gallo que se compra la ropa más cara. Farkas jamás va a ser elegante para mí”.
-¿Te cae mal?
“No, me encanta, representa muchas cosas de Miami que me gustan; el ser cara de raja en un país como este, donde no se puede ser así. A mí me cae espectacular, pero creo que tiene subidones muy raros. Eso de tirar plata...”
-En un video le dijiste que dejara de tirar plata porque se le iba a llenar la oficina de picantes y de pulgas.
”Verdad, pero fue un poco metafórico, está mal parafraseado. Lo que sí digo, es que haga un aporte institucional, porque sino te estafan, se aprovechan de tu abundancia”.
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-¿Eres muy vanidoso?
“No. Emmm, sí. Lo que sí es que soy muy torpe, muy niño chico, muy inmaduro... Tal vez me excuso con mi enfermedad, pero yo debería estar casado con una tremenda mujer, con unos medios hijos, en una casa el descueve y con estabilidad de vida... Yo me salvé de una vida maldita a último minuto. Me salvó Nicolas Quesille y TVN así que siento mucha gratitud”.
-¿Qué tan mal estabas?
“Triste, sin proyecto de vida, guatón, borracho, ya como el hijo cacho para toda la vida.
“Lo del alcohol empezó hace 20 ó 25 años, parte por una pena familiar, que mi papá chocó y yo quedé a los 7 años con un padre ausente, muy linda persona, pero como un poco Don Pío. Mientras tuve hábitos, en la universidad o haciendo el MBA en Londres, no había problemas de bipolaridad, había locura. La decadencia empezó en España, los últimos 5 años. Tomaba todos los días 3 litros de cerveza. Después me vine a Chile y mi hermano me arrendó un departamento, pero no me alcanzaba la plata para el teléfono ni para internet y no tenía con quien hablar en todo el día y comía mal, así que me tomaba una micro, me iba a Pío Nono a emborracharme con los flaites y amanecía al otro día tirado. Eso ha sido lo más patético y triste de mi vida. Era una vergüenza atroz y una pena terrible, se me desgarra el alma”.
-¿Cómo saliste de eso?
“Me fui a vivir con mis papás para recuperar los hábitos. Mi mamá se quedaba con la luz prendida hasta que yo llegara y me olía para ver si había tomado copete”.
¿Hoy te reinventaste?
“Sí, me sentí tan querido por la gente en ‘Pelotón’. Todo el tiempo lo tomé como ‘Locademia de Policía’, no como estos tontos que lo toman como las Olimpiadas. Así que lo pasé regio. Lo que me cambió mi espiritualidad es una cosa más profunda, que me cayó la teja de que a los 40 años ya si no te salvaste, si no te redimiste, eres nada. El Kike (Morandé) empezó a los 40 a hacer televisión, antes vendía seguros”.
-¿Qué gatillo la caída de teja?
“La falta de alcohol. Miraba mi cuerpo que se tonificaba, mientras bajaba 10 kilos y hacía un poco de pesas; como que todo el universo estaba diciendome que fuera por el buen camino. Después empezó a llegar el rating. Cuando yo estaba, había 40 puntos; la oficina de Nicolás Quesille está maquillada de los titulares míos. Yo, como negocio, hice mucha plata para este canal, y lo digo con harta humildad. Me llamó el canal de al lado y me ofrecieron 12 millones por un mes, para irme a su reality ‘1910’ para que subiera los 16 puntos que tienen. Les dije que no, porque en mi vida iría a tomar desayuno con personas como Roberto Dueñas. Un señor abogado como yo, que cree en los afectos, con señores como ese que viven del tongo, jamás. O con niñas que viven con un kilo de pechugas, tampoco”.
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