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Pedaleo aguerrido

El vocero del Movimiento Furiosos Ciclistas le hace honor a su movimiento. No usa casco ni tiene algún interés en ocupar uno, asegura que las ciclovías, a la larga, se trasforman en un estorbo y se muestra absolutamente en contra del proyecto de ley de bicicletas. Además, alega que el ciclismo se ha transformado en un tema parecido al sexo: muchos hablan de cómo debiera ser, pero muy pocos lo practican.

02 de Marzo de 2010 | 10:42 |
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El día que a César Garrido le prohibieron llegar en bicicleta a su colegio, marcó la dirección de su vida. Junto con rebelarse, como buen adolescente, miró los recortes del diario que su mamá guardaba de las cartas que un grupo enviaba a los medios, haciendo crítica social, y que se autodefinían como el Movimiento Furiosos Ciclistas.

No faltó mucho para que César junto a otros, se acercaran y prácticamente se apropiaran del grupo, cambiando su finalidad, de hacer bulla social, lo transformaron en una bandera de lucha para fomentar el uso de la bicicleta.
No fue fácil. En una sociedad con un arraigado concepto del “cómprate un auto, Perico”, partieron reuniendo a 30 personas en las cicletadas que hasta hoy organizan los primeros martes de cada mes, y que hoy suman a 400 personas desde Antofagasta a Temuco.

Pero, entre medio, han quedado absortos ante algunas iniciativas de infraestructura, como las que se ven en el límite de las comunas de Providencia y Ñuñoa, donde una misma ciclovía que va del lado derecho por Antonio Varas cambia al lado izquierdo del otro lado del cruce con Diagonal Oriente, o, como cuenta el propio César, lo ocurrido en la ruta para ciclistas entre Cerro Navia y Lo Prado, donde se contemplaron sólo 50 cm por cada sentido de la vía, 25 cm menos de lo que se exige para que –tomando en cuenta el ancho de los hombros del conductor de la bicicleta- no choquen dos ciclistas al cruzarse.

No sólo eso. Con el nuevo proyecto de ley para bicicletas en tramitación parlamentaria, este furioso ciclista le hace más honor que nunca al nombre de su movimiento. No sólo lo califica de “un asco”, sino que además se muestra totalmente en contra de algunos puntos, como el que permite a los usuarios de bicis andar por la vereda.

No tiene casco, ni mucho menos rodilleras y hasta afirma que en un largo plazo, las ciclovías se transforman en un estorbo. Tiene un auto, pero asegura manejarlo sólo los fines de semana para asuntos puntuales. Porque hoy, a sus 33 años, continua el pedaleo por el mismo fin que en un comienzo, que la gente se mueva por la ciudad en bici. Y por eso ha asumido el rol de vocero de los Furiosos e incluso, desde su condición de ingeniero ambiental, trabajó como coordinador del proyecto del Banco Mundial para construir más vías para ciclistas en Santiago y asesora a otros países para repetir la experiencia de Chile:

“Se sabe que en la mitad de los hogares hay, por lo menos, una bicicleta. Lo que hace que haya unas 6 millones y en Santiago, al menos 3 millones. Lejos, hay más bicicletas que autos”, cuenta, afirmando que más de 200 mil personas se movilizan pedaleando en los días de semana y que, en el caso de las mujeres de estrato medio-alto, es impresionante cómo se han sumando a este medio de transporte. “Chile la lleva”, asegura.

“La bicicleta es libertad, estado físico y 30 mil cosas positivas que a la mujer le acomoda mucho. Y a pesar de lo que digan, Santiago es una ciudad híper segura, es plana y tiene un clima agradable. (Además) en general, los ciclistas somos personas más sanas. Independiente de que estemos con sobrepeso o no, estamos mejor capacitados para enfrentar enfermedades y no enfermamos al resto, a diferencia de los automóviles que con o sin catalítico contaminan, generan ruido y causan mayores lesiones en caso de accidentes”.

-¿Tienes auto?
“Tengo, pero no lo uso. El fin de semana es rico irse a la playa o al Cajón del Maipo.
“Me muevo el 90% del día en bicicleta, sino en taxi. Y hago no más de 30 km. Cuando estudiaba hacía un poco más de 100. Claro, ahí tenía como 20 años menos. Vivía en el Cajón del Maipo y estudiaba en Vitacura y hasta allá me iba en bicicleta. Hoy, como otras personas, lo hago por un tema de tiempo. Si me moviera en auto estaría hasta las patas, no podría”.

-Dices que en Santiago hay más bicicletas que autos, pero no pareciera que las ventas del sector automotriz disminuyen para ser reemplazadas por la compra de bicicletas.
“El rollo no es cuántos autos tenemos los chilenos, sino cómo lo usamos. Mi mamá que va a comprar el pan en auto a tres cuadres de la casa, es el tipo de usuario de auto que no debiera existir en la ciudad. Le haría súper bien caminar. No hay que tener miedo a que la gente tenga auto, sino a que lo usen mal. Chile lidera un montón de cosas: obesidad, alcoholismo, sedentarismo, consumo de Coca-cola, mujeres en bicicleta… Tenemos cosas buenas y malas, pero si la gente modificara su rutina de desplazamiento diario, dejaríamos de ser un país sedentario y bajarían los niveles de obesidad.
“Hay gente que, brutalmente, gasta tres horas de micro o auto al día y además dos horas en el gimnasio haciendo spinning y está estresada. Si anduviera en bicicleta, probablemente andaría menos tiempo en transporte y podrían tener más tiempo para estar con su gente en la casa”.

-¿Qué te molesta del proyecto de ley de bicicletas actual? ¿No debiera ser un beneficio para ustedes?
“El proyecto de ley que hay ahora es un retroceso, es un asco, porque baja al ciclista a una categoría de usuario indefenso, lo discrimina más de lo que socialmente ya está e incluye unas definiciones que están de más. Cuando la gente que está impulsando el proyecto dice que ‘se presumirá culpable de un accidente a un automóvil que se sube a una ciclovía’ hay que entender que, en la actualidad, sí o sí es culpable, porque un auto no tiene nada que hacer arriba de una ciclovía. Pero acá lo dejan en condicional”.

-También estás en contra de que permita a los ciclistas transitar por la vereda.
“La legislación actual lo prohíbe. Y si bien, para algunos, puede ser muy cómodo, genera una situación de inseguridad para los peatones que es brutal y atenta contra la valoración y el respeto que la ciudadanía pueda tener hacia los ciclistas. Yo me imagino a los viejitos de Providencia teniendo accidentes por pelotudos en biciclcleta pasándolos a llevar, porque la ley lo permite. Lamentablemente, los procesos legales no están directamente relacionados con los procesos culturales de la gente”.

-Para alguien que recién se anima a probar con la bici, puede ser complicado dar el salto a la calle. ¿Qué debe hacer?
“Acostumbrarse. Esto es un proceso de aprendizaje. Hay una frase que dice: no hay mejor ciclovía que la que no se construye, y eso quiere decir que el entorno urbano de ese ciclista puede ser tan seguro que no es necesaria una ciclovía. En un principio, ésta puede ser un catalizador, porque permite que la gente se atreva. Pero cuando ya se acostumbra y aprende a andar, las ciclovías se convierten en un estorbo.
“A la gente le decimos que pruebe en la vereda al principio, pero que tenga cuidado con los peatones que siempre tienen la preferencia y que esté atenta en la salida de las casas, porque, si va saliendo un auto, ahí la culpa no es del auto, es del ciclista”.

-Si no les gusta el proyecto, ¿qué proponen ustedes?
“Primero, que, en la actualidad, la ley exige a los ciclistas el uso de un elemento reflectante, un chaleco que es una estupidez y es incómodo. De hecho, nadie lo usa por eso, y no cumple con ninguna medida de seguridad, nadie lo regula”.

-Se supone que sirve para que seas más visible de noche, ¿no?
“Pero para eso, lo que tienes que regular es que haya una superficie mínima reflectante que cumpla con ciertos estándares de calidad. O sea, no por usar ese chaleco te estás viendo más, porque puede ser de mala calidad. Los chalecos viejos se mojan y dejan de reflectar, pero cumplen con la ley. Lo que se propuso es que tengas algo reflectante en la espalda, que puede ser una mochila, un sticker de cierto tamaño, y con una reflectancia mínima controlada. Lo otro, es el error brutal que el casco se haya hecho obligatorio”.

-¿Tú no tienes?
“No. Ni rodilleras… El casco no reduce accidentes, que es el discurso de las autoridades. Reduce lesiones en algunos accidentes. La comunidad médica internacional dice que ojalá no se haga obligatorio. De hecho hay estudios que se han hecho fuera de Chile donde el tema del casco es súper controvertido, porque dicen que es mejor que la gente no use casco y ande en bicicleta, a que lo use, pero que menos gente ande porque le incomoda el casco. Esto se ha visto en países donde se fiscaliza. Acá da lo mismo porque nadie lo regula. Pero allá, si no lo usas, te pasan un parte y te quitan la bicicleta, y al final tienen un costo en salud para el país más alto que lo que tendrían si un personaje se cae alguien y se pega en la cabeza”.

-¿El tema pasa por la fiscalización, entonces?
“Es que, ya que es obligatorio, se debería regular la calidad. Antes de que apareciera la ley actual, todos los cascos en Chile cumplían con las normas de seguridad. Pero las autoridades no quisieron regular los estándares de calidad y en la actualidad encuentras en el mercado cascos fabricados a la mala y más riesgosos.
“La otra propuesta es bajar las velocidades en las calles urbanas”.

-Por ahí has hecho la analogía de que la bicicleta es como el sexo, se habla mucho de eso pero se practica poco, ¿por qué?
“Hay mucha gente que habla de cómo debiéramos comportarnos los ciclistas, sin andar ellos en bicicleta y sin tener mucha idea de cuáles son los problemas reales que tenemos. Hay mucha más gente hablando de, que practicándolo, sobre todo en el caso de las autoridades”.

-¿Cuáles son los reales problemas que tienen?
“La velocidad de las calles; hay cosas prácticas como el tema de las rejillas de los alcantarillados, donde se pueden quedar atascadas las ruedas. Son esas cosas, nada tan terrible. Salvo por las voluntades políticas, la ciudad funciona bien para los ciclistas. Es súper divertido cuando dicen, ‘queremos hacer una mejor ciudad’ Yo no sé con respecto a qué punto de referencia”.

-¿Por qué no les gustan las ciclovías?
“Porque la bicicleta se debe integrar al tránsito. Hay calles donde no son necesarias. En las grandes avenidas, donde hay transporte público, son un mal necesario, pero hay muchas calles del país que, dado sus flujos, lo que se tiene que hacer es regular la velocidad o su diseño para que puedan convivir los distintos medios de transporte”.

-Pero, ¿continúa patente la guerra entre ciclistas y automovilistas?
“Cada vez menos. Hace 10 años había una mala onda real. Los automovilistas veían a un ciclista en la calle y le tiraba el auto encima. Pero en la actualidad no y, de hecho, eso es lo que permite explicar que a pesar de que los muertos en siniestros de tránsito han aumentado, en los últimos dos años los muertos de accidentes vinculados a ciclistas han disminuido. Y eso no se explica por la infraestructura, que es bastante deficiente, sino que porque los ciclistas se están comportando mejor. Eso no es mérito del Gobierno, es mérito de la ciudadanía.
“Ser ciclista no es ser un santo; hay algunos bastante pelotudos, y ser automovilista no es ser un mal nacido, hay algunos que ya se saben comportar con un ciclista”.

-Y otros que alegan que los ciclistas usan las calles pero no pagan permiso de circulación. ¿Deberían?
“No. Eso no está en la ley, afortunadamente. Hay dos cosas, el costo del automóvil está subvencionado en Chile por todos los habitantes del país, usen o no usen auto. Cuando dicen que el permiso de circulación es alto, es cierto, pero con eso no están pagando la infraestructura que usan, ni los costos en salud que generan con la contaminación o por problemas de accidentes y reducción del espacio urbano. De hecho, Transantiago generó una subvención cruzada a los autos particulares, porque muchas de las calles se arreglaron con las platas de ahí. Bajo esa perspectiva, los ciclistas debieran tener algún tipo de beneficio; un crédito en las universidades, que eliminen el impuesto a la compra de bicicletas sería una cosa maravillosa o que tengan algún beneficios en salud”.

César tiene dos hijas. Dara, de 9 años, vive en Austria, un país en el que, como afirma el ciclista, les enseñan a los niños desde el colegio ley de tránsito y uso de la bicicleta, y a muchos les entregan, en forma simbólica, claro, una licencia de conducir para bicis.

Y su otra hija, Iara, aunque tenga sólo 6 años, no teme salir rauda con su padre, pedaleando por la ciudad.

Con tanta mujer en su vida, el furioso hombre tiene su lado sensible…

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Yo soy de los vicios públicos y las virtudes privadas. Fumo puro y me gusta Chayanne. Soy anglo, punk, pero si es por música latina me quedo con Chayanne todo el rato, y por eso me han hueveado toda la vida. Lo encuentro divertido”.
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