Algunos creen que sí, pero la verdad es que la que ha cambiado es la sociedad.
Ese amor incondicional, sólido y duradero que describe perfectamente lo que es el amor maternal se mantiene. Sin embargo, hoy, las madres y su entorno se dan más permiso para asumir que como todo amor, a veces, se siente odio.
La palabra puede resultar fuerte e inaceptable, pero la psicoterapeuta Naomi Stadlen es directa al utilizarla para explicitar que el amor maternal siempre ha considerado una cuota de insatisfacción por parte de las madres frente a la dependencia de su hijo. El tema es que antes no estaba permitido expresarlo.
El amor tradicional, dice ella en su libro “Lo que hacen las madres” de editorial Urano, era considerado único, diferente al del padre y tenía como principal característica el hecho de que la madre era capaz de anteponer los intereses suyos a los de su hijo.
Hoy, eso no es tan así, y no por ello el amor maternal no tiene esa calificación. La aceptación de la sociedad de que no existen las madres perfectas, hace posible que ellas gocen de un espacio liberador que, en cierta forma, disminuye la culpa que cargan.
Las madres recibían críticas cuando no estaban a la altura de las expectativas, pero hoy se cuestiona ese amor ‘enfermizo’ que tiene su origen en una suerte de amor posesivo que asume al hijo como una extensión y propiedad.
Desde el siglo pasado, dice Stadlen, se comenzó a cuestionar el modelo o concepción tradicional del amor maternal, asumiendo que “ninguna madre puede querer a su hijo sin reservas, puesto que están enfrentados el uno co el otro”, lo que implica tener una visión más realista.
La presión social intimidaba antes a la madre y hoy muchas corrientes y modas instan a ésta a considerar sus propias necesidades y afirmar su identidad independiente. “Para ello tiene que luchar contra las exigencias de su propio hijo”, afirma Naomi Stadlen.
Por eso, ha crecido la vertiente que apunta a que las madres deben generar mayor distancia física con su hijo, ya que ello es sano, cuestión, sin embargo, que muchos refutan hasta ahora.
Los más extremos apuntan a que el amor maternal de antes, ese comportamiento típico y esperable, debe ser considerado ahora como ‘neurótico o nocivo’.
¿Tiene una madre que estar con su hijo todo el día y sentirse culpable si va a trabajar unas horas? pregunta la autora.
Responder desde la razón puede resultar desalentador, advierte, y por ello, recomienda atender al corazón. “El amor no puede convertir a alguien en una madre perfecta. Por el contrario, el amor maternal hace que las madres sean más conscientes de que son imperfectas”, concluye.