Le costó acostumbrarse al rigor del pavimento. Jean Philippe Cretton, considerado la revelación 2010 en la animación y la apuesta juvenil de TVN,
tras la bullada salida de Martín Cárcamo de “Calle 7”, asume sin complejos que su niñez se pareció mucho a la de Heidi, sacando leche de las vacas, jugando en los chiqueros de los chanchos y entre los fardos del campo de sus abuelos en Victoria.
Es temuquense, pero como él bien dice es “de Temuco para el campo”. Por eso cuando se vino a los 13 años a vivir a Santiago, el cambio fue bastante fuerte. “Me acuerdo que tenía como 14 y aún jugaba a cosas muy de niños. Yo dibujaba jugadores de fútbol y los recortaba y formaba equipos. El living era la cancha y jugaba con una pelota de papel. Hasta que un día dije: ¡Algo pasa acá! y me di vergüenza a mí mismo y dije ‘bueno, ahora soy santiaguino y tengo que ser cool’.
Y tan en serio se tomó lo de ser cool que todavía no terminaba ni su carrera de periodismo cuando ya era notero de “CQC” -algo que él considera más o menos un rock star- mientras tenía paralelamente su banda musical Siberia.
Para muchos fue una sorpresa que decidiera entonces, el año 2010 cambiar su traje y corbata y los lentes de sol con el humor característico del programa de Mega, por la alegría, gritos y bailes de un espacio dirigido a un público muy diferente y con una orientación que parecía ir hacia un lado totalmente opuesto, como “Calle 7”.
Probando más versatilidad aún, también participó en el programa de “Pelotón”, “Abre los ojos”, donde es recordado su encontrón con una furiosa e incisiva ex recluta Kenita Larraín.
Pero el ritmo de los estudios de TV lo envolvieron en un torbellino que el mismo Jean Philippe asume que le afectó. “La televisión es súper fuerte en intensidad, en emoción y en lo que se vive fuera de cámara. Entonces, pequé en algún momento de hipersensibilidad o algo así. Siempre se dice que hay que ser cuero de chancho en este negocio”.
-¿Te afectaron las criticas?
“No, nunca me han influido, pero sí me sentí, como se dice vulgarmente, como sapo de otro pozo. Siempre en la universidad quise hacer radio o prensa escrita, que me encantaba, y de repente me fui envolviendo en este remolino de la televisión y eso me pudo haber chocado en algún momento. Hablo desde la especulación, porque no soy de ir a psiquiatras ni psicólogos, eso me carga. Fue como el golpe de todo lo que significa trabajar acá y eso me afectó. Me sentía como traicionándome a mí mismo”.
-¿Vendido?
“Sí, como vendido. Y fue súper contradictorio, porque vengo del mundillo del rock y todo el asunto de criticar al ‘vendido’ me carga. Entonces, no entendía por qué yo mismo me juzgaba con cosas que me molesta que se critiquen en el mundo en general. Así que empecé a tener un cambio de actitud”.
-¿La traición a ti mismo no pasó por salir de un programa con el humor de “CQC” a uno más liviano quizás, como “Calle 7”? ¿Alguien te alegó eso?
“No me criticaron nada, por suerte. Siempre hay uno que otro personaje que dice ‘lo hacías mejor en ‘CQC’’ o ‘te estás perdiendo’. Es que para mí ‘CQC’ fue una escuela súper importante y fructífera en todo lo relacionado al periodismo. Tener contacto en la calle en la mañana con cabros de una escuela que están jugando fútbol, en la tarde con un futbolista profesional y en la noche con un político, te arma un bagaje más o menos importante. Pero también veía el asunto desde un punto de vista más profesional, de decir yo quiero crecer y surgir. ‘CQC’ fue un gran colegio para mí, pero no estaba funcionando como universidad, esa es la analogía. Por eso decidí irme, quería conocer el ambiente, conocer el en vivo, hacer móviles, trabajar en un canal. ‘CQC’ al final era una productora y yo no tenía contacto con Mega.
-¿Querías también dejar de ser notero?
“Nunca me incomodó ser el notero, porque serlo en ‘CQC’ es muy rock star. Además, estuve hasta hace poco trabajando en ‘Abre los ojos’ y hacía notas feliz.
“Ahí tuve una sola censura (ríe), porque hice una nota con un contenido sexual más o menos elevado, que yo consideraba que no... Se mostraban artefactos y juguetes eróticos y creyeron que era mucho. A parte de eso, siempre me dieron rienda suelta”.
-¿Y en “Calle 7” también te sientes cómodo?
“Sí, pero una vez se lo conversé a mis jefes con esta analogía, que es como quebrarse los huesos para poder entrar en la caja. Yo me sentía así, porque tengo un humor más ‘CQC’ por así decirlo. Así que cuando me cambié a este programa fue un desafío, porque tuve que escuchar la música que nunca escucho, bailar como nunca bailo y tirarme las tallas que no tiro. No es una actuación, es solamente tratar de llegar a distintos públicos como comunicador”.
-¿Y lo de rockero cómo se ajusta a eso?
“Es que lo de rockero no es tan caricaturizable. De repente, he sentido en otras entrevistas que me dicen rockero, como si yo comiera murciélagos en la casa y pasara escuchando Black Sabbath. Yo hago música. Ahora último estoy solo y hago hasta electrónica. La caricatura del metalero extremo siempre la he detestado, la del tipo musicalmente intolerante, que cree que todo es vendido y que hay que estar contra el sistema, pero ocupando zapatillas Converse. Eso nunca lo he entendido.
“Ahora estoy preparando un disco solista sin ningún apuro y lo quiero sacar, ojalá, a mediados del próximo año. Parece que se va a llamar ‘Cretino’”.
-¿Eso te identifica?
“Sí, es como mi Twitter, que es @jpcrettino. Y estuve averiguando la otra vez que cretinismo es como una suerte de hipotiroidismo también. No sólo es el imbécil, sino que también es una enfermedad”.
-Cuando salió Martín Cárcamo del programa y pasaste a conducir “Calle 7”, ¿no te incomodó todo lo que la prensa decía de su partida?
“Me sentí enfrentando un desafío difícil en un momento difícil. Porque cuando hay una persona tan querida por el público, en un programa querido y siendo un personaje ancla de ese programa, nunca otro tendrá un acceso muy fácil o una entrada muy amplia. Por suerte, contaba con todo el apoyo del equipo porque no venía de fuera. Todos me conocían y me sentí con un colchón gigante y dije ‘ya, la construcción de aquí para adelante depende de mí’. Así que todos los otros problemas decorativos, de si el canal lo dejó despedirse o no, a mí no me corresponden porque soy una simple rata de las cloacas y esas cosas se definen arriba. Así que ahora estoy abocado en hacerlo lo mejor posible”.
-¿Te comparan mucho con él?
“No. Probablemente, porque las diferencias son demasiado obvias entre Martín y yo. Yo tengo 25, él 35, yo tengo una forma totalmente distinta de ver la vida a la que tiene Martín, y esas son cosas perceptibles, tal vez no para la gente, pero sí para los equipos. Así que nunca me han comparado”.
-Has dicho que está Rafael (Araneda), Felipe (Camiroaga), Martín (Cárcamo) y luego tú. ¿A eso aspiras?
“Es que empecé a jugar con el asunto de ser loser, de querer ser el número cuatro, no el uno. Me preguntaban si quería ser el número tres de TVN, como si fuese el número uno. Así que no, nunca seré el número uno, quiero ser el número cuatro.
“Lo que pasa es que yo no suelo rankear. Quiero ser considerado un buen animador. Ahora, si soy el número uno o el cuatro, da igual. Quiero ser bien considerado por la gente, principalmente, y por mis jefes, y con mi estilo de animación y de conducción. No me interesa ser el uno o el dos”.
-Siempre dices que no te crees galán, pero ahora que estás a la cabeza de un programa, las mujeres deben gritar más por ti. ¿Te ha subido en algo el ego?
“Es que es distinto con el público de este programa. No me puedo sentir galán porque una niña de 13 años llega y me abraza. Me sentiría un pederasta. Además, no me encuentro galán, pero sí creo que tengo cosas llamativas que le gustan a cierto tipo de mujeres, no a la masividad, como ser medio pavo, medio quedado; igual a algunas mujeres les gusta. Tengo todo el rollo de que me gusta mucho pintar y hacer música, cosas que pueden resultar atractivas. Pero no soy Felipe Camiroaga, un galán masivo que a las mujeres les sugiere sex appeal y protección. Yo no, y soy súper tímido para conversar con mujeres”.
-¿Cuál es tu vicio privado?
“Me gusta hacer collage bizarreados, armando frases inconexas y me gusta mucho el surrealismo y una cuestión que se llama ‘cadáver exquisito’ (ensamblar colectivamente palabras o imágenes), pero con todas mis personalidades; porque somos varios los que vivimos aquí adentro que armamos un collage -estoy hablando como Gollum, qué terrible- con figuras, como fetos y cosas más biológicas, de esa onda. Me gusta ponerlos en diseños para las guitarras o en las paredes, simplemente”.