Tiene una energía vital. Y es de hablar directo, sin rodeos.
Quizás eso hizo que su nombre trascendiera los espacios de la Junta Nacional de la DC y fuera electa con la más alta mayoría de los votos (118) como miembro del selecto Consejo Nacional de ese partido, dejando en el camino a destacadas y fogueadas figuras.
Su vida es una historia de esfuerzos y trabajo. América López (58 años) nació en Chimbarongo en el seno de una familia campesina que conoció la pobreza rural; su padre panadero y alcohólico y su madre sacaron adelante a sus nueve hijos, aunque no todos pudieron terminar sus estudios como es el caso de ella.
“Conocí la pobreza de muy cerca y cuando uno sabe lo que significa eso encuentra una tremenda fuerza para romper con ese círculo. Tengo el privilegio de creer en Dios y eso me ha permitido abrir muchas de las puertas que se le cierran a la gente humilde”, dice.
Radicada en Santiago desde los 10 años, hoy distribuye su tiempo entre las actividades de militante, sus labores como concejala de la comuna de Independencia desde el 2004 y como miembro activa de las parroquias y organizaciones de base de su barrio. Además está a punto de titularse de administradora pública, luego de que resolviera que para ver las cuentas del municipio tenía que saber de números.
A los 17 años tuvo que comenzar a trabajar, para ayudar a sus padres, en una empresa textil y al poco tiempo conoció a su primer marido con quien tuvo a su hija mayor, quien la convirtió en abuela hace un año.
“Me separé muy rápido, apenas nació mi hija, porque no nos entendimos y cuando usted ve que una vida no es la más adecuada para uno ni para los otros, no vale la pena seguir atada. Soy tajante, digo sí y digo no, por lo que me alejé”, cuenta.
Se volvió a casar, tuvo dos hijos más y recibió a su cuarto hijo -quien padece de esquizofrenia y requiere de permanentes cuidados- cuando tenía apenas un mes siete días. “Los tres mayores son profesionales; la mayor periodista, el segundo egresado de derecho y la tercera es asistente social. Mi cuarto hijo, es mi hijo del corazón (se emociona) y es mi razón de vida”, sigue.
-¿Cómo empezaste tu trabajo social?
“Partí como asistente de colonias en Caritas Chile. Después me uní a la parroquia Santa Teresa y ahí ayude también a los scouts. Después vino el proceso más fuerte de la dictadura el 82, donde instalamos una cooperativa de alimentos “Comprando Juntos” en la que todo el barrio adquiría los productos. Lo hacíamos en La Vega para generar precios de costos menores que los almacenes, porque en ese tiempo no habían supermercados. Sabíamos que se comía en las casas: el lunes tallarines con salsa de soya y carne vegetal, el martes, legumbres; el miércoles, carbonada y así. Los menús eran los mismos, la única diferencia es que algunos tenían gas, otros, carbón y otros, leña. Parecía olla común, pero había dignidad para las personas”.
-¿Y después qué?
“Mis hijos estaban en edad escolar y llegué a los establecimientos subvencionados Santa Teresa. Me convertí en un apoderado muy integrado, lo único que me faltaba era quedarme en la sala viendo que pasaba con los profesores. Me hice parte de los centros de padres y me interioricé de las leyes para ver hasta dónde podían participar los padres en la educación”.
-¿Fue entonces cuando decidiste terminar tus estudios formales?
“No, durante el colegio los pude ayudar, pero cuando entraron a la universidad, ya me metí a las juntas de vecinos, vino el Sí y el No. Me convertí en miembro del Cesco y sentí que comenzaba a crecer como persona. Entonces fue que decidí terminar la enseñanza media. Di los exámenes libres y luego hice el primero y segundo ciclo en un colegio nocturno. En 1996 salí con un 6,5 y di la PAA y me fue bastante bien”.
-¿En paralelo a esto, trabajabas en algo?
“Siempre he sido comerciante. Siempre he vendido algo. Durante muchos años lo hice en el Persa Los Morros hasta que quedé embarazada de mi tercer hijo, después fue más difícil, pero me las arreglaba para ir a La Ligua inviernos y verano y traer chalecos y poleras para vender”.
América asegura que con su segundo marido se ha logrado complementar muy bien y por ello, han logrado sacar adelante a todos sus hijos. “Somos polos opuestos, yo soy muy buena para hablar y él, es reservado, muy tranquilo. Somos como el ying y el yang”.
-¿En medio de todo, tenías alguna vinculación del mundo político?
“Nada. Consideraba que habían muchas cosas que estaban equivocadas, pero no sabía cómo canalizar eso. Cuando entro al mundo de dirigente social me doy cuenta que hay un mundo paralelo que es el político, que es el último eslabón. Se lo planteé a mi marido (militante DC) y él me dijo: ‘creo que usted topó techo en todas las organizaciones sociales, o mira para el mundo político o hace otra cosa. Por qué no empieza a acompañarme a las reuniones de partido’”.
-¿A pesar de tener un marido activo militante, no te interesaba la política?
“Sí, yo nací como territorio independiente y no hago nada que no sea por libre disposición. Y mi marido tampoco, nunca me ha impuesto nada, siempre me ha dejado ser persona, por sobre todas las cosas. Somos muy respetuosos”.
Cuenta que comenzó a ir a las reuniones y a escuchar cosas que no le gustaban, pero como no tenía la calidad de militante no podía opinar. Eso significó que a la larga firmara la ficha en 1993.
Su activa participación comunal hizo que en el año 2000 fuera electa por el distrito 19 de Independencia-Recoleta como delegada de la Junta Nacional. “Allá había que ir a hablar porque allá es donde ser cortan las cosas”, cuenta a la vez que asegura que hay como un cinturón que corta la comunicación entre la elite de la política y los militantes de base.
Su camino como militante ha sido de dulce y de agraz. El año anterior había competido por un cupo como candidata a concejal, pero a pesar de doblar a su competidor, el Consejo Nacional la bajó aplicando la máxima de ‘él que tiene, mantiene’, es decir, el concejal en ejercicio se repostuló.
-¿No te quisiste ir?
“No, apreté los dientes, sentía mucha rabia, pero no era el momento de hablar. Esto es para gente con cuero chancho. Consideré que había quedado un poco enferma de rencor porque pensé que era injusto lo que había pasado. Entonces hablé con el presidente del partido, Adolfo Zaldívar, y él me dejó hablar en la Junta para poder hacer un saneamiento. Él me dio la oportunidad, cosa difícil, porque cuesta muchísimo que le den la palabra al pueblo y cuando se la dan es en horarios en que no hay nadie”.
-¿Por eso se dice que eres colorina?
“Yo soy súper transversal. A mis militantes los quiero por piel, no por lote.
“Don Adolfo me dio la oportunidad de hablar, pero no existe el lote de los ex colorines. Existen los demócratas cristianos. Don Adolfo se fue y los que quedamos somos demócratas cristianos”.
-¿Y por qué no te fuiste?
“No era necesario. Yo a la iglesia no voy por el cura, voy por lo que me entrega la parroquia, en este caso mi partido. No es al hombre al que yo sigo, son las ideas.
“Cada vez hay menos caudillismo, esa posibilidad de manejar a la gente”.
-¿A la DC no le ha ido bien, ha bajado en votación?
“Es que la Concertación nos hizo perder la identidad, la identidad humanista-cristiana, estar al servicio, no servirse. Se perdió por querer tener cuantitativamente todo, y no cualitativamente todo; no importó la calidad, pero yo no voy por eso”.
-¿Los cambios se vienen en la DC?
“Hay cambios políticos de fondo porque hoy día no somos gobiernos. A quien no le interesa ir al Consejo no tiene para que hacerlo, ¿para qué? si hoy no tenemos nada que cortar, nada que ofrecer, somos oposición. Por eso, queremos que la gente de base pueda hablar por las comunas y de este nuevo Consejo, que se ve aminorado, que los medios miran muy a menos, saldrán cosas. ¡Cuidado!”
-¿Crees que se está gestando un cambio en la DC?
“Sí, hay mucha esperanza de que tengamos una buena cosecha. La gente está esperanzada de lo que sembró en la Junta”.