Kimberlee Turner se casó de adolescente con su noviecito de la escuela secundaria y su matrimonio duró lo que un suspiro. Después de su divorcio empezó a salir con hombres cada vez más jóvenes.
“Me aterraban los hombres de mi edad o más grandes que yo. Estaba realmente aterrorizada”, reveló Turner, una contadora de 46 años de San Luis Obispo, California. “Querían casarse conmigo y encerrarme en un hogar. Parecían increíblemente aburridos”.
A medida que pasaron los años, sus parejas fueron acercándose a la edad de su hija de 25 años. Algunos de sus compañeros bromearon que si su descendiente hubiese tenido un par de añitos más, “estaría saliendo más bien con ella”.
Por eso, años después de llevar la vida del “puma” (cougar), como se conoce en la sociedad estadounidense a las mujeres que salen con hombres más jóvenes, Turner está felizmente casada desde hace cinco años con un hombre que le lleva cuatro años en una relación que parece fortalecerse día a día.
Cada vez se les presta menor atención a las diferencias de edad en las relaciones, especialmente desde que las mujeres con compañeros más jóvenes van haciendo de contrapeso a la clásica relación entre los varones con mujeres de menor edad.
¿Hay que darle tanta importancia a la diferencia de edad, que parece preocupar más a las mujeres que a los Hugh Hefner en el mundo?
Poco se ha estudiado el impacto que tiene una diferencia de edad sustancial cuando las “pumas” se casan.
¿Qué sucede cuando un hombre, digamos diez o más años menor que su esposa, quiere procrear un hijo? ¿Y qué pasa con una mujer profesional, con independencia financiera, que está lista para retirarse y disfrutar de unas vacaciones permanentes cuando su marido más joven todavía tiene años de trabajo por delante?
En un estudio del 2004 sobre divorcios a mediana o avanzada edad, la AARP, una organización que representa a personas de más de 50 años, advirtió un probable aumento de separaciones entre personas de mayor edad a medida que aumenta la expectativa de vida y envejece la menos tradicional generación de posguerra.
En cifras reales, las mujeres casadas con varones menores que ellas representaban una pequeña porción demográfica, menos del 15% en el estudio difundido hace cuatro años, antes de que las “pumas” empezaran a hacer sentir su influencia mundial de manera visible.
Pepper Schwartz, experta de la AARP sobre sexo y relaciones, y profesora de sociología en la Universidad de Washington en Seattle, diferenció entre las mujeres que frecuentan a hombres más jóvenes y las que se casan con ellos.
“Una sale con alguien durante un tiempo y le resulta la mar de divertido, pero otra cosa es decir ’Bueno, vamos a hacer nuestro nidito para siempre”’.
A veces la edad no tiene importancia alguna, afirmó. Pero en algunos casos, empieza a incidir años después en el matrimonio.
“Algunas veces la diferencia no afecta hasta que se produce un cambio en la salud de la persona mayor. El más joven en la relación es quien paga el precio. El de mayor edad ya no come de la misma manera o no te acompaña más a trotar”, comentó Schwartz. “A veces las mujeres que se casan con un hombre más joven se preocupan por esa situación. Algunas dicen que ni siquiera quieren tantear ese terreno”.
Por ejemplo, Turner ya sobrepasó la edad de tener hijos. “Tuve muchos, muchos hombres —fácilmente el 50 por ciento— que decían ’Te quiero a ti, no quiero hijos’, pero que más adelante me decían ’Necesito un bebé. Necesito tener un hijo’. Ese fue un motivo importante de la ruptura de varias relaciones”.
Ed Hale, de 42 años, tiene nueve años menos que su esposa Nahal. Ella tenía dos hijas —de 8 y 6 años— de un matrimonio anterior. El deseo de él de tener hijos propios y la resistencia de ella a tenerlos casi deshizo su relación durante ocho años de amistad y de amores intermitentes.
“No sabía si nuestra relación tenía futuro”, recordó Nahal, de 51 años. “Todo lo que sabía era que estaba locamente enamorada de Ed”.
El sentimiento era mutuo y finalmente decidieron casarse en el 2009. “En los casos de mujeres de mayor edad que sus maridos, la idea de no poder tener hijos con tu esposa es descorazonadora”, comentó Ed. “Te pone frente a un conflicto, como hombre más joven, entre el amor que sientes por tu esposa y las aspiraciones de toda tu vida de tener hijos propios”.
La pareja divide su tiempo entre Seattle y Nueva York. Han intentado concebir un hijo por medio del tratamiento de fertilidad, hasta ahora infructuosamente.
Para Deborah Becker, de 41 años, en Eau Claire, Wisconsin, no se trata de bebés sino de madurez y responsabilidad, ambas quejas frecuentes entre las mujeres casadas con hombres de cualquier edad.
Su marido tiene diez años menos que ella. Se casaron hace tres años después de otros tres de noviazgo. “Me encanta. Realmente me encanta. Pero no sé cómo zanjar esa brecha generacional sin que alguien nos ayude a comunicarnos mejor”, confesó.
Becker y su marido trabajan en seguros. Ella estuvo casada con un agente de seguros que le llevaba un año con quien tiene un hijo de 8 años.
“Mi primer matrimonio fue muy tradicional en muchos sentidos”, afirmó. “Por lo general lo seguí en su carrera a medida que él avanzaba, hasta el punto en que me di cuenta de que ya no quedaba absolutamente nada para mí. Cuando empecé a noviar nuevamente, volví al grupo de los veinteañeros”.
Ahora, después de seis años de matrimonio con su segundo marido, de menor edad que ella, Becker admitió que la edad “decididamente forma parte de nuestros debates”.
“Si yo tuviese la misma edad que él, probablemente no tendría la experiencia de vida que me hace ver los peligros inminentes y frenar determinadas actividades. Y en ese caso yo también pensaría que fue muy divertido desviar el dinero destinado a nuestras cuentas de retiro para embarcarnos en un viajecito decadente a Las Vegas”, afirmó.
El futuro también le preocupa. “Creo que hay algo en la mentalidad masculina que sueña con alguna damisela en apuros que se aferra a sus bíceps para que la salve”, comentó. “Yo soy dueña de mi propio negocio. Fui una madre soltera exitosa. No voy a satisfacer su complejo de salvador a menos que me esté hundiendo en un pozo”.