"¡Esta madrugada apareció el cuerpo de Paola Viveros!: Joven fue asesinada por su pololo" titulaba 19 días después el Canal de Noticias de Malleco. La joven y su pareja llevaban tres años de relación, y él ya registraba antecedentes policiales por delitos de violación y hurto con violencia.
Según cifras oficiales del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), Paola fue una de las 49 mujeres que murieron a manos de sus parejas en 2010. Un año antes, 55 mujeres fallecieron de la misma manera, aunque sólo ocho tenían decretada alguna medida judicial.
El caso de Paola y de las otras mujeres a las que sus parejas les arrebataron la vida son, sin duda, extremos. Sin embargo, generalmente existen una serie de señales que anticipan la existencia de una relación patológica.
"Muchas veces (las mujeres) ni siquiera se dan cuenta que son objeto de violencia. Lo empiezan a asumir como un tema normal, que la agarre a garabatos el pololo o viceversa, que te controle las salidas, el teléfono, que se meta a tu Facebook. (Primero) empieza con el pequeño manotazo, el empujón y después se va transformando en una situación de violencia más severa", sostiene Gloria Requena, directora general de Activa ONG.
De acuerdo a datos del Servicio Médico Legal, en 2010 un total de 64 mujeres fueron agredidas por sus parejas. Del total, 38 sufrieron una violación y 26 fueron víctimas de abuso sexual.
Diversos estudios sugieren que la violencia en el pololeo puede ser la conexión entre la violencia en la familla y el origen del abuso entre parejas más establecidas. Makepeace (1981) fue el pionero en conducir una investigación sobre la naturaleza de la prevalencia de la violencia en el noviazgo y reveló que el 21,2% de 202 estudiantes (51% mujeres) reportaron haber vivido al menos un episodio de violencia física en una relación de pareja. En tanto, un 61,5% de las personas que componían la muestra, señaló conocer personalmente a alguien que había experimentado violencia en el marco de una relación.
Por su parte, el estudio "Courtship Behaviors, Relationship Violence, and Breakup Persistence in College Men and Woman", publicado en 2005 en "Psychology of Women Quartely", plantea que actos leves de agresión y amenazas relacionadas pueden ser vistos como algo normal al principio de una relación. Incluso, en el contexto del pololeo, algunos individuos pueden percibir el uso de la violencia como una señal de afecto.
"En el fondo, tiene que ver con la idea de lo posesivo, es decir que si un hombre tiene muchos celos, la mujer lo interpreta como que él está loco por ella. Ella es un poco el objeto para él y eso tiene un poco de atractivo para ciertas mujeres", explica Constanza Michelson, psicoanalista de Centro Psicológico Pulso.
La importancia de la prevención
En 2009, el Sernam realizó el estudio "Análisis de la violencia en la relación de parejas entre jóvenes", el cual revela que en el pololeo se presentan las primeras manifestaciones de violencia, y que existe evidencia de que niños y niñas que han sido víctimas o testigos de violencia en su espacio familiar, tienen un mayor riesgo de vivir situaciones de ese tipo luego con su pareja.
"El tema frecuente entre los jóvenes es la cachetada, el tirón de pelo, el empujón. Cuando la relación se consolida pasamos a las patadas, el puñetazo en el ojo, hasta que terminan dejando marcas en el cuerpo y luego lleva al femicidio. Es una cadena que va en crescendo, de menos a más", agrega Gloria Requena.
Respecto a los sentimientos que genera la agresión en la víctima, la directora general de Activa ONG afirma que la primera vez se siente vergüenza y no se comprende lo que sucede, por lo que se mantiene en secreto.
"Después ocurre un fenómeno muy extraño desde el punto de vista psicológico, en que la víctima empieza a buscar la justificación de lo que está pasando. Justifica la agresión", explica Requena, quien agrega que una mujer "se demora entre cinco a siete años en hacer la denuncia", y que por "cada mujer que presenta una denuncia dos mujeres no la hacen".
¿Qué ocurre cuando las víctimas deciden romper su silencio? "Es una conversación entrecortada, que se salta de un espacio a otro, muy poco hilada, porque no sabe por dónde comenzar. Relata un hecho y se da cuenta que le ocurrió otro mucho antes e interrumpe la historia para contarte la otra", constata Requena.
La experta explica que lo que está sucediendo es que el establecimiento de relaciones serias cada vez se da desde más temprano. La violencia comienza entre los 15 y los 24 años, y se empiezan a consolidar situaciones más graves de violencia entre los 25 y 44. Por lo tanto, lo más importante es la prevención, que debe comenzar desde los inicios de la relación.
"Nosotros recomendamos poner un alto a la relación de pareja, y si la pareja no se trata, no hay un cambio conductual, entonces la persona deberá terminar la relación", enfatiza Requena.