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Terapia de flotación: Relajación total

Se desconectan los sentidos, y sólo se escucha el sonido de la respiración y los latidos del corazón. Es especial para personas que presentan estrés agudo o que están muy agobiadas por el día a día.

15 de Marzo de 2011 | 09:23 | Por M. Francisca Prieto, Emol
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Flotares
Tacos, deudas, problemas, preocupaciones. ¿A quién no le gustaría a veces desconectarse de la realidad, abstraerse de lo que le rodea y dejar la mente completamente en blanco? Seguramente muchos lo han intentado hacer sin tener éxito, porque lograr la aislación total en un mundo que gira sin parar no es fácil.

Pero hay una forma de hacerlo. Se trata de las denominadas cámaras de flotación, unos dispositivos parecidos a una cápsula que están llenos de agua, libres de ruidos y luz,  y en los que las personas simplemente entran a flotar. En Chile puede encontrarse una en Flotares, un centro ubicado en la comuna de Las Condes.

"La gente cree que va a ver estrellas, pero es mucho más aterrizado", explica Ignacio Araya, psicólogo clínico y uno de los dueños del lugar, quien agrega que lo que en realidad ocurre adentro de la cámara es que la persona se “desenchufa” de los sentidos logrando la relajación total.

¿Cómo?, se preguntarán los más escépticos. En primer lugar, la cámara está totalmente a oscuras y en silencio, lo que anula los sentidos de la vista y el oído. Además, la temperatura del agua es de 34,5 grados Celsius, por lo que no hay una gran diferencia térmica con el cuerpo. Por último, la persona no tiene que hacer un esfuerzo físico para flotar, ya que el líquido está mezclado con sulfato de magnesio lo que provoca un fenómeno similar al que ocurre en los salares del norte de Chile o en el Mar Muerto, donde reposar sobre el agua se logra sin mayor dificultad.

De esta manera, quien se aventura a vivir la experiencia pasa un largo rato sólo acompañado del sonido de su respiración y de su corazón. "Los primeros cinco minutos los latidos están rápidos porque estás recién aprendiendo a relajarte adentro de la cámara, pero después de 15 minutos la frecuencia cardíaca disminuye, y comienza a ser rítmica y suave", sostiene Araya.

Sin embargo, para lograr llegar a ese estado es necesario pasar antes por todo un proceso que comienza desde que la persona llega al centro. Allí se le toman algunos datos y se la lleva a una sala de consulta, donde se le hace una pequeña entrevista. Posteriormente, un profesional le explica qué ocurrirá adentro de la cámara y le hace ejercicios de relajación para calmar la ansiedad propia de enfrentarse a una situación nueva.

Luego, la persona se da una ducha y se introduce en la cámara. Si se trata de su primera vez, a los cinco minutos el profesional le habla por un citófono para saber cómo se siente y si todo está bien se continúa adelante. Eso sí, si en algún momento se siente angustiada o con unas ganas incontenibles de salir de allí, puede apretar un botón y se le sacará de inmediato.

Aunque la duración de la flotación depende de cada persona, lo normal es comenzar con 45 minutos para más adelante completar una hora. Asimismo, existen dos modalidades: la libre, en que la persona va a flotar cuando quiera, o aquella en la que la cámara se utiliza como una herramienta más dentro de un tratamiento psicoterapéutico.

Según Ignacio Araya, la flotación es una terapia más bien ideal para adultos, ya que -a su juicio- los niños no están preparados para asimilar lo que ocurre adentro de la cámara, es decir, se necesita una cierta madurez psicológica. Eso sí, no todas las personas pueden disfrutar de ella. "Hay algunos criterios incluyentes y otros excluyentes", señala el especialista. Por ejemplo, está estrictamente prohibido que personas que se encuentren bajo los efectos de alguna droga o en tratamiento activo con fármacos, ingresen a la cámara. Lo mismo ocurre con quienes padezcan trastornos mayores diagnosticados clínicamente, alguna enfermedad dérmica o problemas respiratorios agudos. En el caso de las embarazadas no existe ninguna contraindicación, aunque por razones de seguridad pueden vivir la experiencia sólo hasta los seis meses de gestación.

¿Y quiénes sí pueden? "Todo el resto", afirma el psicólogo, aunque aclara que en la etapa de la entrevista se hace un pequeño "screening" para determinar si la persona presenta un trastorno no conocido, como podría ser una claustrofobia.

Una cinematográfica idea

A Araya siempre le ha gustado innovar, buscar cosas nuevas que escapen a los cánones o a las técnicas tradicionales. Por eso, cuando en cuarto año de Psicología tuvo que comenzar a pensar en su tesis, se acordó de una película que había visto durante su adolescencia: "Estados alterados", un clásico de 1980 en el que el actor William Hurt interpreta a un científico que descubre la técnica de aislación sensorial y realiza experimentos consigo mismo.

Según explica el psicólogo, "es una película súper volada", pero parte de ella está basada en la vida real de John Lilly, un psicólogo y psiquiatra estadounidense que en 1953 creó la primera cámara de flotación horizontal y que luego escribió "The deep self", una especie de diario que registra las impresiones de estudiosos y científicos acerca de los fenómenos que ocurren al interior del dispositivo.

"Me acordaba de esta película y de la técnica (...) Y empecé a consultarles a mis profesores, pero nadie había escuchado sobre algo similar", cuenta. Incluso recuerda que una profesora de neuropsicología se aventuró a decirle que se trataba de algo que ocupaban los nazis para torturar a las personas.

Así, ante tanto desconocimiento, comenzó a investigar por su propia cuenta. Recurrió a Internet y a un familiar que se encontraba en Estados Unidos, quien le enviaba "papers" universitarios sobre el tema. "Conseguir información en Chile fue súper difícil. Y ni hablar de una cámara, porque aunque las cámaras de flotación existen a nivel internacional en Europa y EE.UU., que una armada llegara a Chile salía carísimo", relata.

Le planteó entonces su cinematográfica idea a su amigo Felipe Carrera, quien lo apoyó en la construcción de un dispositivo. Paralelamente decidió que su tesis se enfocaría en la "regulación de estados ansiosos ocupando la cámara de flotación".

"Nos demoramos casi un año en armarla para que cumpliera con las condiciones, porque las cámaras tienen que estar aisladas de sonido y luz, tienen que tener una fuente de aire corriente y también deben estar ubicadas en una locación adecuada", sostiene. Una vez lista, la instaló en el garaje de su casa.

Luego vino el trabajo de reclutar voluntarios que quisieran probarla para poder registrar sus impresiones. "Yo tenía la idea de que esto iba a ser un furor en mi universidad (...), pero fue toda una sorpresa porque a la gente le daba susto (...) Fue súper complicado. Por lo mismo los docentes me decían: 'Tú estás haciendo una tesis de pregrado, ¿por qué no haces algo más fácil?'", recuerda. Sin embargo, siguió adelante y se sacó un 7.

Una vez aprobada su tesis y tras percatarse de que a nivel internacional existían enormes centros de flotación, a Ignacio Araya le picó el bichito de crear uno en Chile. "Gente que pagara por venir a flotar, sintiera la experiencia y se diera cuenta de que es algo fantástico", afirma. Entonces se sumó al equipo su colega Braulio Bruna y entre los tres formaron una empresa en la que, entre otras cosas, se utilizaría la cámara como una herramienta para intervenciones a nivel psicoterapéutico.

Sin embargo, toda la primera etapa fue de aprendizaje, con la ayuda de personas que gratuitamente vivían la experiencia de flotar y luego les daban sus impresiones. "Al principio eran amigos, después conocidos, y luego gente que llegaba porque había escuchado de nosotros y nos contactaban", cuenta.

"Fuimos aprendiendo, fuimos desarrollando la técnica", agrega, hasta que a principios de 2011 se instalaron como una empresa hecha y derecha. "Ahora estamos pulidos para atender masivamente", asegura. Eso sí, aclara que por el momento no consideran aplicar la terapia a trastornos graves o diagnósticos clínicos severos. "Sería súper irresponsable de nuestra parte decir: 'Esto es mucho mejor que ir a un psicólogo o a un psiquiatra experimentado'", sostiene, y añade que por esta razón están dedicados a trabajar sólo con personas que presentan "estrés agudo, que necesitan de un momento para respirar o que están muy agobiadas con las labores diarias".

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