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El dolor de las madres que no viven con sus hijos

Cualquiera que sea el motivo que hayan tomado esta decisión, la carga social que se les impone agobia e incomoda.

11 de Abril de 2011 | 09:00 | Francisca Vargas V.

“La separación en sí con mis hijos fue en un contexto familiar que era límite. Después de separarme estuve viviendo con ellos, al quinto año aproximadamente, me fui con mis dos hijos (12 y 8 años) a Pucón a la casa de mis padres para tratar de rehacer mi vida, de tomar un nuevo camino después de bastantes pérdidas personales. La situación fue extrema porque a mi madre le descubrieron que tenía una metástasis fulminante. Nunca lo imaginé. Estaba llena de deudas y sola, mi papá no era una ayuda. Trabajaba todo el día, llegaba tarde y no tenía a nadie que cuidara a mis hijos y mi madre se estaba muriendo. Me paré entre medio del bosque y me dije, ¿qué hago? Mis hijos no pueden seguir así, nadie los cuida. Fue una tremenda decisión, llamé al papá de los niños y le pedí que, por favor me ayudara. En el momento que me separo de ellos físicamente, creo que fue uno de los dolores más grandes que he tenido. Fue como si me hubiesen cortado un brazo, mutilado el alma, el cuerpo, todo... pero mi amor incondicional maravilloso, me impulsó para que mis hijos estuvieran bien y se fueron con el papá. Esa fue la única alternativa que consideré en ese minuto para ellos. Pero el dolor que se siente es tremendo”. Este es el relato de Patricia Ríos Scott, secretaria bilingüe y estudiante de psicología, quien vivió hace 10 años la dura experiencia de tomar la decisión de vivir sin sus hijos.


La decisión no es fácil. “Cuando la madre tiene que tomar la decisión que de no va a ser ella la encargada de criar a sus hijos, habitualmente el conflicto pasa por romper esta expectativa social, entonces se vive con culpa”, explica la sicóloga Carmen Moraga.


La razón, para la especialista en sicoterapias Daniela Molina, se debe a que “hemos sido criadas y educadas para preocuparnos por otros y postergarnos por ello y además, encontrar la felicidad en ello sobre todo en una sociedad como la nuestra, donde estadísticamente tenemos un alto porcentaje de jefas de hogar”, agrega. Sin embargo, independiente a las razones que tenga una mujer existe la tendencia a individualizar las necesidades y deseos.


“Cada persona busca su propia felicidad. No en el nosotros o en espacios comunes sino que donde yo soy feliz, tenemos ese derecho. Esto ha provocado efectos y todavía estamos buscando equilibrios. Hay más divorcios y separaciones, porque quiero tener una mejor vida y me voy porque priorizo por mi felicidad, con todos los beneficios y dificultades que pueda tener para la vida en comunidad”, puntualiza la sicóloga Daniela Molina.

 Culpa y dolor

La culpa que sienten las madres, explican las sicólogas no es solo por tomar la decisión sino porque se está rompiendo un patrón establecido y porque la sociedad les hace sentir que están en falta. “Su propia madre, amigos, compañeros de trabajo, siempre se les está inquiriendo una explicación. Por eso se aconseja a las madres que tomen esta opción tengan con quien conversar, que se desahoguen, procesen y vayan integrando un sentido de realidad a su decisión”, puntualiza Carmen Moraga.


Para Patricia Ríos Scott su decisión no estuvo exenta de polémica, a pesar que siempre ha mantenido una cercanía con sus hijos:


“Se vive el dolor siempre, por la lejanía y la culpa que nos hace sentir la sociedad que no comprende que la mama no esté con sus hijos. Se viven momentos muy complicados con amigos, en el trabajo, la familia porque se siente esa mirada inquisidora. Te preguntan, hay prejuicios, piensan que los abandonaste o que te los quitaron y tienes que estar dando explicaciones y a veces no quieres darla porque es una historia personal. Te sientes como bicho raro pero cuando te encuentras con otras mujeres que han vivido la misma situación y dialogas en ese mismo lenguaje te das cuenta que no eres la única y eso ayuda”.

Pensando en los hijos

Según la sicóloga Carmen Moraga los hijos estarán bien siempre que vivan con un adulto que le de estabilidad y contención emocional. “No es siempre la madre la mejor persona para cuidarlos. Es necesario que quién viva con ellos, les explique lo que está pasando y que la persona pueda interpretar sus necesidades, angustias, miedos, y que va a compartir con ellos sus alegrías. La figura materna puede ser la abuela, una tía o el mismo , no tiene que ver con la madre biológica”, sostiene Carmen Moraga.


Por otra parte, agrega que el impacto que tenga en los niños cualquier separación va a depender de los padres y el cómo enfrenten la situación, ojala sin contradicciones donde se pueda construir una familia a pesar de la separación.


 Lo importante, añade Daniela Medina, es que la madre cuide ese vínculo en la cercanía o en la distancia, porque es fundamental para la formación de identidad de esos niños, y que “no visualicen su situación como un abandono porque no soy querible ni tengo la capacidad de ser amado. Es un riesgo que se puede correr cuando los vínculos no son cuidados ya sea por la madre o por el padre”.


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