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¿Celeste o rosado? Cómo influyes en la identidad sexual de tus hijos

Lo femenino y masculino va más allá de si un niño juega a las muñecas y una niña a los autitos. Ante todo, “tenemos que aprender a respetar lo que un hijo trae”, destacan los expertos.

15 de Abril de 2011 | 15:05 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Jcrew.com
Cuando Cheryl fue a buscar a la guardería a su hijo, se encontró con que el pequeño Dyson de 5 años la esperaba con un vestido de lentejuelas rojo y zapatos de tacón rosado. Preocupada, la madre recorrió tiendas de ropa y compró para él prendas de niño y hasta un uniforme de kung fu para que tuviera para elegir. Pero la siguiente vez que fue a recoger al niño, éste apareció con un vestido amarillo. No hubo caso.

En vez de ir contra de las preferencias estéticas de Dyson, Cheryl decidió apoyar su gustos, incluso cuando él decidió ir disfrazado de princesa el día de Halloween. Más adelante, el niño acapararía la atención de los medios cuando su mamá publicó el libro “My Princess Boy” (Mi niño princesa), un texto infantil acerca de un niño que es diferente a los demás, porque quiere ser una princesa. La noticia surgió junto a no pocos cuestionamientos sobre la manera de criar de la mujer.

De esto, ya han pasado menos de un año. Pero hoy, el debate, renace en Estados Unidos, luego que la marca de ropa estadounidense J.Crew publicara este mes un anuncio publicitario donde la presidenta de la cadena y directora creativa, Jenna Lyons, aparece con su hijo (Beckett) jugando a pintarle las uñas a él. Al parecer, otro ingrediente que indignó a algunos norteamericanos fue que además del juego, el pintauñas es fucsia y la imagen va  acompañada por palabras de Lyons, opinando: “por suerte, tengo un niño cuyo color favorito es el rosado”.

Las críticas no se hicieron esperar. “(Es una) propaganda descarada celebrando a los niños transexuales”, opinó Erin Brown, comentarista en el Culture and Media Institute, quién siguió expresando su desaprobación con palabras como: “Es probable no sólo que Beckett cambie su color favorito mañana, sino que también la indulgencia de Jenna (o estímulo) podrían hacerle la vida mucho más difícil al niño en el futuro”.

Para el jefe de psiquiatría infantil de la Clínica Alemana, Alfonso Correa, todo depende de la cultura en que se realicen estos juegos o actividades. Por ejemplo, aquí en occidente el comportamiento aceptado de los hombres se ha ido abriendo a otras posibilidades que antes no contemplaba, como la crianza de los hijos, el aseo del hogar e incluso el cuidado estético de su cuerpo. Sin embargo, para el experto, la propaganda de las uñas pintadas de Beckett podría crearle, eventualmente, alguna confusión al niño más adelante.

Sin embargo, aclara: “Lo femenino y lo masculino va más allá de los juegos, pero sí importa el cómo se juega. Si un niño juega a las muñecas no tiene nada de malo, siempre que asuma un rol masculino, como padre, por ejemplo, dándole de comer o sacándola a pasear. Pero si empieza a darle pecho, ya es diferente”, explica Correa. Asimismo, comenta que no se trata de imponer lo que cada padre considera más de macho o de niñita, sino que de ajustarse a la realidad del momento y no creer que cualquier signo (ser más tímido y poco rudo, en un niño, o más brusca o peleadora) es el indicio de que a futuro podría ser homosexual.

“Tenemos que aprender a respetar lo que (un hijo) trae y eso va a ayudar de mejor manera a que tenga un desarrollo más armónico y más integral hacia lo que su biología mande”, señala el psiquiatra. Ante todo, Correa explica que el rol de los padres en el sano desarrollo de la identidad sexual de sus hijos se traduce en la coherencia de los estímulos que ellos le den en su desarrollo, que puede durar hasta la adolescencia.

“Lo más natural es que el niño tenga una tendencia que calce su sexo biológico con la identidad que va a ir adquiriendo. (Pero) necesita una reafirmación desde lo externo, para una formación más coherente. En la medida en que más incoherencias haya entre lo que se va sintiendo espontáneamente y lo que le van reforzando desde afuera, es más difícil que tenga una sexualidad sana”.


Una pelota para él, una muñeca para ella. Ellos no juegan al té y ellas no dan combos

Otro de los detractores de la campaña publicitaria de la cadena de ropa estadounidense, el psiquiatra Keith Ablow, no escatima en sarcasmo, cuando comenta en Fox News: “Puede haber entretención y juegos ahora, Jenna, pero al menos deja algo de dinero para la psicoterapia para el niño, y tal vez otro poco para aquellos que serán afectados por el “inocente” placer”.

“En un mundo impulsado por la tecnología -alimentado por Facebook, recetas de Prozac en fracciones de segundo y un montón de otros asaltos de la emoción genuina y relaciones genuinas y las consecuencias actuales del comportamiento- casi nada es hoy reconocido como real y verdadero (...) Esto incluye la verdad de que es imprudente vestir a pequeñas niñas como adultos en miniatura (...) y que no es prudente animar a pequeños niños a actuar como niñas”, insiste el doctor.

“Si (el juego) no está en el contexto de otras alteraciones no hay que prestarle importancia”, dice, por su parte Correa, explicando que nada tiene de malo si un niño quiere vestir de mujer alguna vez, jugando. La situación es diferente cuando insiste, se enoja y, evidentemente, si reniega de su sexualidad. Sin embargo, recalca otros aspectos no menos importantes para la felicidad de un hijo.

“Porque además de su sexualidad hay que preocuparse del desarrollo de su personalidad en general; si es seguro de sí mismo, lo más probable es que se dirija hacia una sexualidad más sana. Si siendo así, y además cuenta con el respaldo adecuado de la familia, y aún así presenta estas alteraciones en la sexualidad, lo más probable es que ahí haya una base biológica más importante que no se pueda modificar y, en ese caso, es mejor apoyarlo, para que el niño se sienta seguro de sí mismo y querido, para que se forme sanamente. Que se sienta aceptado como ya es”, concluye.

Cuando los medios estadounidenses le preguntaron al padre de Dyson, Dean Kilodavis, sobre su opinión acerca de la preferencia por los vestidos de su hijo, el hombre no dudó en responder: “No me molesta. Sólo quiero que sea feliz y sano (...) Al final, cuando sea grande, quiero que él pueda decir que no importa lo que él elija, porque sus padres lo apoyan”.