La literatura ofrece temas que tocan las experiencias infantiles y se convierte en un recurso para que los niños reconozcan sus propias vivencias. Los padres son los encargados de abrir esta puerta, que les permite fortalecer los lazos con sus hijos y les ayuda a entenderlos y apoyarlos en las etapas de descubrimientos, temores y preguntas.
Sin embargo, Claudia Rodríguez, subdirectora de Formación de Fundalectura, advierte que es importante no caer en la selección de libros tipo autoayuda, de los que recientemente se ha impregnado la literatura infantil, lo cual ha generado una polémica porque presentan el problema y la solución inmediata.
"En el afán por proteger a los niños para que sus dolores o angustias se puedan vivir con mayor facilidad, los padres eligen libros que se vuelven 'manuales' para poder sobrevivir. Lo ideal es buscar literatura que le facilite desarrollar sus propias soluciones y le permita una interpretación que invite al juego de la imaginación y a la comprensión de otros modos de ser y de vivir", asegura.
Una mirada a sus vivencias
Andrée Salom, especialista en arte-terapia y escritora de la colección infantil Jardín de letras, afirma que la lectura es una manera de formar un vínculo afectivo con los hijos, especialmente si ellos se pueden relacionar con el libro. Dependiendo de la edad, los pequeños necesitan que sean agradables visualmente y entendibles, para que les puedan comunicar algo.
Ese algo puede ir desde responder sus preguntas vitales o identificarse con los personajes o las historias a través de sus miedos y deseos; también les facilitan la socialización porque les ayuda a entender la relación con sus padres, maestros y demás personas que van conociendo a medida que se expande su entorno, asegura Rodríguez.
Al respecto, Yolanda Ramos, directora de Espantapájaros Taller y escritora de libros infantiles, afirma que la literatura es una conversación sobre la vida en un lenguaje cifrado. "Al leerles cuentos a los niños, el adulto debe estar cerca: disponible para conversar, para mirarlos a los ojos, para tocarlos, abrazarlos, contenerlos si sienten miedo, para reírse con ellos y para disfrutar juntos".
Y para ello no hay edad. Esta práctica puede iniciarse desde que son bebés; así descubrirán cómo la literatura nombra sensaciones y emociones humanas, y cómo se relaciona con la vida. "No hay una edad límite y nunca es demasiado pronto. Por ejemplo, cuando a un bebé le cantan una sencilla canción de cuna, él puede sentir cómo las palabras arrullan, mecen o quitan el miedo y cómo la voz es una presencia que lo envuelve y lo tranquiliza", aclara.
Un aspecto fundamental, según Salom, es que la lectura no sea un medio de control, sino una práctica realmente placentera.
La última recomendación de Rodríguez es que los padres superen el temor de que sus hijos se expongan, a través de los libros, a situaciones dramáticas, porque la literatura ayuda a elaborarlas. Por lo cual, los finales también pueden ser indefinidos o tristes, eso les ayuda a entender que no todo es blanco y negro o color de rosa. Lo importante es equiparlos para poder confrontar situaciones difíciles.
No es solo leer una historia
Sino las emociones del niño. Por eso, en lugar de preguntas de comprensión de lectura, son mejores las conversaciones espontáneas, a veces leyendo, a veces dejando silencios. Así caben la improvisación, el disfrute e incluso la posibilidad de cerrar el libro o abrir otro.
Método para seleccionar narraciones
* Escoja temas con los cuales los niños se identifiquen: cosas que les pasan o situaciones que están viviendo, algo que sea conocido para ellos o que estén a punto de conocer.
* En un buen libro infantil las ilustraciones y las palabras deben ir de la mano para que, a medida que el padre le pone voz al escrito, el niño 'lea' las imágenes y le encuentre sentido a la historia.
* A partir de los 4 meses, los padres pueden mostrarles a los bebés libros de imágenes, sin palabras o con pocas palabras. Es recomendable que tengan fondos blancos o colores planos y la imagen sea figurativa y delineada.
* Los libros van variando en nivel de complejidad en cuanto a las imágenes, en propuesta narrativa y en tipos de historia. Hacia los 3 años empieza la fascinación por los cuentos de hadas; hacia los 6, desarrollan el gusto por las historias de aventuras.