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Emilio Edwards: El verdadero rebelde

Vestido de su personaje en “Témpano", el carretero Damián Truman, y con un aire a Sean Penn en el rostro, el actor nos cuenta qué tan bueno y qué tan antisistémico es.

04 de Mayo de 2011 | 08:35 | Por Ángela Tapia F., Emol
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Sergio López, El Mercurio.
Asegura ser un “cabro bueno”. No fuma, apenas toma y sus carretes se resumen a salir a comer o ir a una tocata. Emilio Edwards (26) maduró hace rato, dejando atrás las noches de juerga de la adolescencia y las luchas por ideales que alguna vez pudieron ofender a otros.

Ya no es el joven que se esforzaba por ir lo más lana posible a la Escuela de Teatro para que dejaran de mirarlo como un cuico. Ahora le da lo mismo lo que piensen de él. A diferencia de su personaje en “Témpano”, Damián Truman -un carretero bueno para los problemas-, su rebeldía va en un sentido distinto, en contra del estrés mundano y los intereses consumistas de los tiempos actuales, algo más parecido a su imagen del verdadero rebelde de nuestros tiempos. Si hasta le avergüenza recordar cuando una vez lo echaron de su casa en la playa por no haber cuidado a su primo durante un carrete, y vagó por las playas de Zapallar durante tres días pidiendo alojamiento en iglesias y comisarías. Esos días ya se fueron.

Hoy pololea feliz con la también actriz Carolina Arredondo, con quien estrenó hace nada  “El cepillo de dientes”, dirigidos ambos por el papá de ella, Claudio. E invierte su tiempo trabajando harto y cuando puede, a causas ecológicas que lo mantienen preocupado. Su interés por validarse laboralmente le ha traído hasta premios a su corta edad, como el que ganó en el Festival de Cine de Canarias por su papel en la película chilena “Tanto tiempo”.

Pero, ¿qué hay detrás de esa inquebrantable paz que refuerza incluso con siete años de práctica de yoga? “Igual me considero rebelde en el sentido en que me gusta la independencia, la autosuficiencia. No tengo problemas con pedir ayuda, pero me gusta valérmelas por mí solo, el contacto con la naturaleza y no necesitar estar tan equipado ni tan lleno de artilugios ni artefactos. Me gusta vivir la vida, ojalá, más conectado con lo real y no tan protegidito ni tan cómodo, con el riesgo”.

-¿Con qué prototipo de rebelde te identificas más: James Dean, Christopher McCandless (joven que inspiró la película “Into the wild”), o Bart Simpson?
“El de ‘Into the wild’. Me encanta Sean Penn como director y actor”.

-Tienes un aire a él.
“Eso dicen, gracias. Esa película es maravillosa, un dogma, un postulado de experiencia de vida. La imagen de cortar las tarjetas de crédito tiene que ver con cortar raíces con el capitalismo y un sistema  de vida, y enfrentarse. En esa película citan a un filósofo que decía que había que vivir, ojalá, dos años de tu vida en contacto con la naturaleza pura. Finalmente, eso le pasa la cuenta (a Christopher McCandless) y termina mal. Tampoco esta rebeldía y espíritu tienen que llevarte a algo bueno. Por eso hay que buscar el equilibrio.
“Yo todavía me considero súper joven, tengo 26 años. Y he ido aprendiendo. La vida va demostrando, devolviendo y enseñando por las buenas o por las malas. Todo tiene sus consecuencias”.

-¿Cómo es el rebelde de la actualidad?
“Es al contrario de James Dean. Es un loco de súper bajo perfil, despojado al máximo de todo lo que ofrece el sistema. Eso decía con Christopher McCandless. Eso me parece más rebelde; no tener celular, computador, que no te importe la plata, la ropa, lo que digan de ti, cómo te veas ante los otros, tener tu opinión de las cosas aunque eso te cueste ciertas relaciones y recriminaciones de otros. Ser de una línea, no ser el pantalón gris y la camisa amarilla que combina con todo. Ese es el rebelde ideal. Pero también sería rebelde el que aporta desde adentro. Ser ecológico, mandar cadenas con un video que informe...”.

-Muchas personas en algún momento de su vida tienen, a su manera, su gran o pequeña lucha antisistema. ¿Cuál es la tuya?
“Ay, qué pregunta más heavy. Es súper complejo, porque de repente uno puede creer que está siendo súper antisistémico y anarquista, pero en verdad estás siendo más bien inmaduro y poco consciente. Primero hay que entender dónde uno está parado para saber cómo luchar, y creo que yo aún estoy entendiendo mi contexto; el sistema económico donde vivo, que rige mucha de nuestras relaciones humanas. Mi lucha antisistémica ha sido compleja, porque en la universidad, por ejemplo, mi grupo de amigos era súper rebelde, y a la mayoría los terminaron echando por anarquistas, por hacer performance que quizás se mojaban con ciertas cosas importantes para la institución en la que estaban. Y eso les costó caro”.

-¿Tú no participabas? ¿De qué se trataban las performances?
“Participaba más intelectualmente. Una vez hicimos una performance, creo que para el Día de Todos los Muertos. Llevaban un Cristo invertido y manchado de sangre y llegaron a una parte donde había una Vírgen que se le manchó con esa sangre. Entonces, los de Teología se enojaron. Yo concuerdo con que hay que respetar su lugar. Eso nos costó a algunos un sumario y hasta la expulsión. Pero creo que ése no es el camino, es mucho más mínimo. Tampoco me considero dirigente, no he sido de la Jota ni nada. Apenas estoy empezando a tener consciencia del bien común, y por ahí tiene que ver mi lucha antisistémica: con la ecología, entender cómo cooperar y difundir”.

-¿Cómo ayudas?
“Primero que todo, hay que saber qué están haciendo los proyectos: HidroAysén, las termoeléctricas del norte... Informarme para poder tener mi opinión, que es la primera lucha, para poder comentar dentro de tu círculo y generar movimientos como en el que yo estuve involucrado, ‘Chao pescao’, que está formado por compañeros míos de colegio. La idea era detener la construcción de la Termoeléctrica Castilla y Barrancones y se logró. Fuimos a marchas y viví en una casa que fue como el centro de operaciones. Se hizo un documental y todo un movimiento con energías limpias para distribuirlo y exhibirlo en distintos puntos de Santiago. Era toda una ideología que alude mucho a lo que pienso que es ser antisistémico”.

-¿Reciclas?
“Sí, trato de separar todas las cosas, pero igual es complejo porque las cajas Tetra Pak están recubiertas adentro de algo como metal. Pero trato de separar los plásticos con las cajas y llevarlos al Punto Limpio. Es heavy, porque  hay un documental chiquitito en internet, de una gringa que viajó 10 años por el mundo, haciendo un catastro de la situación que vivimos, de toda esta contaminación de las empresas. Y toda la ayuda o cambio que uno pudiera hacer individualmente, es la nada al lado de toda la contaminación que bota una industria. Pero pesito a pesito se hacen los millones. Así que uno a uno podemos empezar a cambiar; ojalá compartir el auto, andar más en bicicleta, usar el agua necesaria, la luz necesaria. Son miles de cosas en las que uno puede ayudar y sí que las hago”.

-O sea que, a diferencia de tu personaje, ¿te consideras un “cabro bueno”?
“Soy súper tranquilo. Me gusta ir al cine, comer rico, mis carretes son esos; ir a tocatas, al teatro... Pero no soy bueno para tomar, no fumo cigarro. Soy tranquilo. Es que ya fue la época de desbande”.

-¿Cuando te han dado vuelto de más, avisas o te quedas callado?
“Depende de la empresa, de cuánto roba a la gente (ríe). No, trato de avisar”.

-¿Cuál fue el último acto bueno que hiciste sin retribución?
“Recogimos un perrito de la calle con mis amigos de ‘Chao pescao’. Estábamos haciendo unas fotos en Maipú y ahí recogimos al perrito que ahora vive con ellos, yo ya vivo solo. Lo llevamos al veterinario, le pusimos las vacunas, le sacamos las pulgas, le compramos la comida, lo sacábamos a pasear, lo educamos. Se llama Vincent Black, en honor a Vincent Moon, un videísta francés que nos gusta mucho”.

-¿Crees en el matrimonio?
“Sí. Tengo una idea súper romántica del matrimonio, pero no necesariamente católico. Me lo imagino en una playa, en caballo, con una ceremonia que al mismo tiempo es un gran asado. En la arenita, en el día... Creo en la pareja más que en el matrimonio. Uno está hecho para estar en pareja, aunque no quita que uno tenga períodos de soledad”.

-¿Cuán importante es la fidelidad para ti?
“La veo súper importante, porque es recíproca. En mi experiencia, tanto de fidelidad como de infidelidad, todo se devuelve”.

-O sea que has gorreado y te han gorreado...
“Sí, pero se aprende. Es penca, no vale la pena, y es un antecedente de que uno ya no tiene que estar ahí. ¿Para qué ser infiel y andar haciendo daño? Mejor partir no más”.

-¿Rezas?
“A mí manera, sí. No a Dios o Jesucristo, sino que en la práctica de yoga o en momentos en que necesito calmarme, converso conmigo mismo y con un ser que quizás no existe o es mi alter ego. No sé cómo llamarlo, pero es un diálogo que tengo. Igual hablo conmigo harto”.

-¿En voz baja?
“Y alta. ‘¡Ya poh, Emilio! ¡Ya poh, huevón, despiértate!”.

-¿Qué pides cuando rezas?
“Pido cosas no materiales. Esas se las pido al Emilio físico. Lo otro es tranquilidad, bajar la ansiedad, equilibrio, alegría, ir paso a paso. Tengo demasiadas aspiraciones; soy un poquito ambicioso. Así que pido controlarme, dejar que las cosas ocurran en todo sentido, laboral y personal”.

-¿Cuál es tu vicio privado?
“Coleccionar. Soy fetichista de cosas. Me gusta coleccionar todo. Me encantan las máquinas, los autitos. Tengo colecciones de latas, chapitas, cartas, papeles, libretas, lápices, autitos, juguetes antiguos, libros, discos, fotos, todo. Tengo mil repisas donde pongo las cosas en cajas, cajitas y cajones. Por lo mismo pierdo todo, porque tengo miles de cosas”.

-Es como el Síndrome de Diógenes...
“Sí, pero esos son los que no pueden botar cosas. Yo a veces regalo todo y me despojo y parto de nuevo. Regalé todos mis autitos, tenía como 3 cajas. También regalé mi colección de latas porque no tenía dónde ponerlas. Siempre que hay algún cumpleaños, saco una cosita y la regalo; un juguetito, una cajita, un monito... Tengo miles de lámparas, miles de animales, algunos horribles, que regalo. Cuando a alguien no le gustan, me los devuelven”.

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