Por más que una futura mamá, pronta a cumplir un embarazo de término, ya no dé más con la hinchazón de sus pies, que por las noches apenas pegue un ojo por la incomodidad, se sienta gorda y desesperada por el peso que cargan, no existe ninguna excusa -que no sea el riesgo de la vida de ella y del bebé- que justifiquen inducir un parto.
Así lo aseguró el doctor Charles Lockwood, durante el VI Encuentro Internacional de Obstetricia y Ginecología que organizó el Departamento de Obstetricia y Ginecología UC.
Las palabras de Lockwood, quien es director del Departamento de Obstetricia, Ginecología y Medicina Reproductiva de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Yale, pueden sonar muy razonables e incluso de sobra, si no fuera por el preocupante número de madres que llegan a pedir que adelanten el nacimiento de su hijo por el sólo hecho de querer pasar la Navidad con el nuevo miembro de la familia o incluso porque los mismos médicos quieres ordenar su agenda, fijando partos antes de cumplir las 40 semanas de embarazo.
Las razones que preocupan al experto, no es sólo el 20% de los partos que se inducen bajo estos motivos -que aumenta los riesgos de complicaciones a corto, mediano y largo plazo en una guagua, a diferencia de aquellas que completaron su desarrollo gestacional- sino también el alarmante 40% de los partos por cesárea que hay en Estados Unidos, y cuya principal causa son las inducciones no necesarias, sino antojadizas, del parto, como explicó a Tendencias y Mujer.
“Definitivamente, lo ideal es que la madre inicie espontáneamente su trabajo de parto. Actualmente existe consenso de que si eso no ha ocurrido, a las 41 semanas de amenorrea debe hospitalizarse e inducirse trabajo de parto.
Lo ideal, por otra parte, para la madre y para el recién nacido, es que el parto sea vaginal y no cesárea”, comentó Lockwood, quien también aconsejó a aquellas madres impacientes por que su guagua nazca, que reduzcan su actividad física, hagan reposo con las piernas en alto y duerman de lado.
Cesárea, la nueva epidemia
La Organización Mundial de la Salud recomienda a todos los países que no más del 15% de los partos sean cesáreas, por los riesgos del procedimiento: existen diez veces más de probabilidades de ingresar a una Unidad de Cuidados Intensivos tras una cesárea selectiva planificada.
Pero en Chile, ya en el año 2009, las cifras reflejaban un 35% de este tipo de partos en el sector público y qué hablar de las clínicas privadas, donde se hablaba de hasta un 65%. Según señala el organismo mundial, no existe un beneficio adicional para aquellos niños nacidos bajo este procedimiento, a menos que efectivamente existan complicaciones, como, por ejemplo, que la guagua esté de cola.