Tan lejos y tan cerca a la vez. Las distancias se acentúan y los tiempos íntimos tienden a desaparecer. Se pierde el roce, la coquetería, la sonrisa. ¿Qué pasó? Llegaron los hijos, las responsabilidades y el arduo trabajo para solventar a la familia.
Para la mujer, a veces es más complicado porque asume completamente su rol de madre y concentra toda su energía y pensamientos en la formación de sus hijos.
Entonces, “en pro de una crianza saludable, se siente muy comprometida y responsable con su hijo, cuya indefensión es evidente y eso hace que el cuidado del bebé sea la prioridad única”, explica María Inés Zavala, sexóloga y terapeuta de parejas (www.reencantar.cl).
Desde esa perspectiva el hombre de la casa, pasa a segundo plano y en ocasiones a tercero plano, y por tanto, se siente excluido de ese espacio entre madre e hijo, “al menos que asuma un rol de padre activo, como protector o cuidador de su mujer”.
Aún así habrá un cambio de roles importantes. “Al pasar la mujer a ser madre, y el hombre, padre, se alejan y bastante del rol de amantes. Aunque he visto en los últimos años que los padres están mucho más apoyadores y cuidadores de sus hijos, lo que es muy bueno para la sociedad en general”, sostiene María Inés Zavala.
Sin embargo, volver a una dinámica amorosa requiere de un tiempo, donde las mujeres son más lentas que los hombres. “Hay que tener paciencia, conversar mucho con la pareja, tratar de apoyarse para que la madre tenga un espacio de recuperación de energía, y crear instancia de estar solos y reencontrar la otra mirada”, aconseja.
El trabajo
La responsabilidad que asumen los padres se ve incrementada con la llegada de los niños. La familia crece y el trabajo adquiere una vital importancia. “En la sociedad actual el materialismo, el consumismo y la competencia laboral es muy fuerte y tanto el hombre como la mujer se siente sobrepasados por las responsabilidades laborales y la crianza de los hijos, considerando que los gastos de educación son altísimos”, expone María Inés Zavala, terapeuta de parejas.
En ese marco al llegar a casa la prioridad será el cuidado y supervisión de los hijos en relación a su estado de salud, tareas, conversaciones más las labores domésticas. Es decir, con esta rutina no se vislumbra ninguna ocasión propicia para entablar una conversación íntima entre la pareja. La solución es “detenerse y darse cuenta que se deben mirar, escuchar y programar espacios propios de intimidad de compartir de diversión, y esto se logra con la disposición, la actitud y el deseo de ser feliz en su matrimonio o convivencia”, señala.
Desde una perspectiva similar, la psicóloga Tatiana Guillón, entrega una visión general sobre cómo dejar de vivir con el “automático” y organizar las actividades estableciendo jerarquías desde el propio deseo. “Hay que distinguir cuáles son las cosas importantes y qué me hace feliz. Sino cualquier deseo o petición del otro (independiente de quién sea, hijos o pareja) se transforma en una demanda que estoy obligado a hacer sin poder elegir porque no tengo claro cuál es mi deseo en relación a tal o cual cosa”.
Una idea interesante que confronta a revisar las rutinas diarias, para realizarlas desde otra perspectiva, más reflexiva, auténtica y más saludable, ya que desde ese lugar, sería posible rescatar el deseo de estar amorosamente con la pareja.
Bajo esa perspectiva y considerando los intereses y deseos de ambos se puede crear una agenda familiar y de pareja, donde la comunicación, la entretención y la complicidad tengan su espacio protegido y alegre, como amor y pasión.
La formación de los niños
Un factor clave para la recuperación de la vida íntima estará en la educación y formación de los hijos.
“Es necesario formar niños independientes y que se hagan cargo de su autocuidado sobre todo cuando los dos padres trabajan. Hay muchos niños muy dependientes que esperan a los padres lleguen para hacer sus tareas, sus cosas”, expone la psicóloga Irene Astaburuaga.
La idea es que no lleguen a ser niños ni adolescentes sin responsabilidades donde solo tienen derechos, regalos y cuidados.
“Al ser tan dependientes les cuesta cumplir exigencias académicas, se vuelven muy niños por periodos largos de tiempo o adultos adolescentes que les cuesta madurar”, afirma.
Por eso aconseja, la psicóloga Irene Astaburuaga, que los hijos sean queridos, cuidados, asegurados pero al mismo tiempo, que puedan ir creciendo a medida de las capacidades que van desarrollando y sobre todo, insiste en que los padres no deben infantilizar a los niños.
Esto además favorecerá el tiempo libre, donde cada uno podrá contar con el espacio para desplegar sus propios intereses y habrá más entusiasmo para compartir, ya sea en pareja como en familia.