Son tan complejos mentalmente como las mujeres, pero el instinto de apareamiento sigue siendo lo fundamental en la vida masculina, como lo explica una neuropsiquiatra estadounidense.
15 de Junio de 2011 | 16:20 | Emol
SANTIAGO.- Por años, los chistes se han burlado de que el sexo ocupa gran parte de los intereses masculinos, olvidando que son seres tan complejos como las mujeres.
En ambos casos, sus conductas no se deben sólo a una cultura machista que marca cómo debe comportarse cada cual, sino que la razón está en bases más irrefutables, como lo son las hormonas.
Así lo asegura la neuropsiquiatra Louann Brizendine, quien tras 25 años de carrera y estudio, lanzó su libro “El cerebro masculino”, que asegura entregar las claves científicas para comprender por qué ellos son como son.
Con tres hormonas principales que determinan la manera de ser de los hombres -testosterona, vasopresina y la sustancia inhibidora mulleriana (SIM)- los circuitos cerebrales de ellos van variando según la etapa de la vida en la que están.
Así, se puede apreciar distintas prioridades según la edad: “el cerebro explorador del bebé varón, el cerebro de ‘tengo que moverme o moriré’ del niño pequeño; el cerebro adolescente privado de sueño, profundamente aburrido, que asume riesgos; el cerebro apasionado y afectivo del apareamiento; el cerebro del padre que adora a sus hijos, el cerebro agresivo, obsesionado con la jerarquía; y el cerebro emocional que busca rápidas soluciones”, resume la autora.
Sin embargo, y sin irse tan en contra de lo que los milenarios chistes cuentan, asegura que ellos tienen dos veces y medio más espacio cerebral destinado al sexo que las mujeres, y que éste está titilando todo el día, por lo que “el hombre está siempre preparado para aprovechar una oportunidad sexual”. Incluso Brizendine va más allá, comentando que “las mujeres no siempre comprenden que, por motivos neurológicos, el pene tiene mente propia”.
Es por esta razón que los estudios afirman que ellos tienen 14 parejas sexuales en promedio, versus una o dos de las mujeres y que esto sea potenciado por el interés masculino por las relaciones casuales de una noche.
Pero, ¿por qué a ellos se les da más fácil que a ellas? Tal vez la respuesta esté en que los hombres, luego de aprobar visualmente a una mujer atractiva -que siga los patrones instintivos de pechos grandes, caderas anchas, acinturada y vientre plano que demuestre no estar embarazada de otro- les basta sólo doce centésimas de segundo para saber si quieren o no acostarse con ella. “Esta conclusión se decide mucho antes de que participen los procesos de pensamiento consciente del hombre. Y a menudo el que primero lo sabe es el cerebro de las partes bajas”.
Pero se debe estar atento, que no por mucha salida y disfrute de cama en cama, ellos no se enamoran, como cuenta la autora, consciente de la fama de insensibles e incomprensivos que rondan la imagen masculina. “El sexo no siempre lleva al amor, aunque para el cerebro masculino es una parte necesaria para llegar ahí”, cuenta.
Si la química se da y se ha pasado por todo el proceso con esa mezcla de testosterona y dopamina, que deja embobado a cualquiera, podemos hablar de que hay enamoramiento. Y es entonces cuando a veces, las mujeres suelen ver señales que se contradicen al sentimiento que creyeron haber despertado en el hombre. Sobre todo si otra fémina de buen escote anda cerca.
Una que otra mirada va
Contando historias de sus pacientes, Brizendine menciona a una que estaba pasando por esta etapa de su relación. Todo era amor y su nueva pareja era muy protectora y marcaba su terreno delante de otros hombres. “Pero me parece un poco hipócrita. Hace un par de semanas lo pillé mirando a una chica de tetas grandes”, le comentó ella a la neuropsiquiatra.
Entonces, Brizendine le explicó que el centro del deseo del cerebro masculino hace que de manera automática ellos miren los detalles de las mujeres atractivas. “Su cerebro produce instantáneamente un rápido pensamiento sexual que se acaba enseguida (...) Para muchos hombres esto puede ocurrir varias veces al día”. Eso sí, aclara, deben aprender a ser más discretos.
“Como esta es una conducta de piloto automático del cerebro masculino, para los hombres carece de importancia, y no entienden por qué les parece tan amenazadora a las mujeres. Hasta que se invierten las tornas”, explica.
Brizendine comenta que esta misma paciente tenía otro pretendiente, bajo el disfraz de amigo, y que curiosamente esperó a que el novio de ella saliera de la ciudad para llamarla estratégicamente, antes de un partido de rugby televisado.
Cuando el novio se enteró de que ella estaba con ese, del que tenía todas las sospechas del mundo, sintió un huracán de celos. Como explica la neuropsiquiatra, era evidente que el “amigo” estaba utilizando la táctica llamada “caza furtiva de pareja”. “Los hombres que logran una caza furtiva lo consideran una doble victoria: triunfan sobre el chico y se llevan a la chica”.
La testosterona y la vasopresina del novio activaban el centro del miedo, del rechazo y del apareamiento. Desde el fondo de sus hormonas, salía un instinto territorial y posesivo, que bien rememoraban al cavernícola que su antepasado alguna vez fue. Pero son estos mismos sentimientos, que experimentados con equilibrio, pueden intensificar el sentimiento de amor, como señala Brizendine.
“Los sentimientos profundamente apasionados pueden conducir a compromisos duraderos”, comenta, antes de narrar que, al regresar el novio a la ciudad, él venía con una intención clara de pedirle matrimonio a la novia. “No cabía duda de que los circuitos del deseo y el amor (de él) estaban sincronizados. ¿Qué los mantenía así? El sexo”.