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Querer mandar todo a la punta del cerro

Colapsar frente a las presiones laborales o emocionales es una expresión de penas, rabias o frustraciones guardadas durantes años.

17 de Junio de 2011 | 14:46 | Francisca Vargas
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Esteban Garay, El Mercurio.
Rabia, impotencia, ofuscación, delirio y un grito agudo con “ya no aguanto más, que se vaya todo a la punta del cerro”. Las emociones se agitan y no hay nada ni nadie que las controle. Es un arrebato, una pataleta, una expresión potente de que algo no anda bien, algo frustra y no se puede soportar.

“Cuando una situación se estanca y no se logra lo que una persona quiere, inmediatamente viene esa sensación de mandar todo a la cresta, sea pareja, padres, amigos, jefes y comienzan las rabias hacia sí mismo y los demás”, explica Maud Ferres, terapeuta floral y bioenergética (maudferres@gmail.com).

Esta rabia hacia uno mismo –afirma– provocaría enfermedades como colon irritable, angustia, dolores de pecho, cefaleas y las frustraciones más grandes generarían somatizaciones tan graves como un cáncer.

“Al estar sometidos a una situación que no podemos cambiar lo que nos molesta, generamos lazos sutiles que estrangulan nuestra energía. Es como apretar un globo y empiezas a hacer un absceso por no eliminar la rabia y eso provoca enfermedades en el sistema digestivo, principalmente”, asegura esta terapeuta que trajo las esencias florales a Chile en 1982.

Por otro lado, la frustración de estar en una relación de pareja poco amorosa, armónica y comprometida, según la experiencia de Maud Ferres, puede llevar a una somatización más profunda aún y “empezamos a auto agredirnos, induciendo problemas en nuestro útero (miomas y quistes), mamas, timo. Nos podemos enfermar, por ejemplo, de mononucleosis, lupus y si no logramos expresar lo que pensamos o sentimos, viene el desequilibrio en la tiroides”.

En este sentido, el querer mandar todo a la punta del cerro generará una bomba de energía negativa que necesita urgentemente ser redireccionada con algo (ejercicios físicos, deporte, meditación, cocinar) que ayude a transformar esa frustración, rabia o pena, para que no se quede pegada en el cuerpo o se exteriorice en actos agresivos hacia las personas con que se trabaja, la pareja, los hijos.

Punto de quiebre

¿Por qué se llega a este extremo? Para Coca Sepúlveda, terapeuta de sanación yóguica Sat Ramdas Rai y esencias florales (coca_sepu@hotmail.com) la situación se crea cuando se pierde el centro. “Tal vez por agradar a los demás y evitar conflictos vas perdiendo tu esencia, no marcas los límites en tus relaciones interpersonales y sin darte cuenta, no sabes quién eres, dónde estás ni dónde comenzar”, afirma.

Al estar en esta ambivalencia constante se dejaría de pensar en uno mismo, como si se viviera desde fuera sin ninguna conciencia de nada, casi como un zombi.

“Como estás fuera de ti, viviendo para otros todo el tiempo, si las cosas no funcionan en ese exterior como tú quisieras se produce un intenso vacío que te hace darte cuenta de lo infeliz que eres y que estás viviendo en función de las demandas de los demás olvidando tus propios sentimientos, proyectos, deseos”, comenta Coca Sepúlveda.

Para Maud Ferres esta sensación de reventar contra lo establecido sería la culmine de un proceso acumulativo por años e incluso desde la niñez. “No nos damos cuenta de nuestras frustraciones o angustias y no las procesamos en el momento correcto, cuando todavía son pequeñas eso termina por erupcionar en algún momento, por eso hay que dejar que los niños pataleen y tomen conciencia de lo que sucede”.

En tanto que Ricardo Said, ingeniero civil y master en PNL (rsaid@inprochile.cl), el pensar que todo está mal en la vida y que nada resulta, junto al deseo instantáneo que todo cambie se debe a creencias que han sido implantadas en el subconsciente y que paralizan e impiden mirar y aceptar la vida tal como es. Para salir del estado, propone usar todos los recursos internos y externos disponibles.

“Hay que partir por reconocer los síntomas (qué nos sucede), indagar en las causas para explicarnos de dónde, cómo y por qué tenemos estos sentimientos disfuncionales”.

Aconseja que la reflexión sea siempre con una mirada hacia lo positivo. “Por ejemplo, si tenemos problemas de enfermedad, debemos concentrarnos en la salud que queremos y no la enfermedad que no queremos”.

El especialista en Programación Neurolingüística comenta que habría que generar una estrategia de solución con metas menores para que en suma, resulte el objetivo buscado.

“Tienes que aprender que tu estado depende exclusivamente de ti, jamás de un tercero y que la resolución para aliviarte sea ecológica, que no te afecte a ti ni a otros. Ahora si se falla en el intento, debes tomarlo como una retroalimentación y no como un error, puedes pensar: si lo que hago no da los resultados deseados, hago otra cosa”, advierte.

Es decir, para no llegar a estos estados emocionales alterados, habrá que aceptar los propios sentimientos y emociones, darse el espacio y “entender que la luz y la oscuridad son un todo, donde hay momentos que no son lo esperado o lo deseado y que todo, pero todo, sin excepción tiene un inicio y un término. Nada es absoluto ni eterno. A veces bastará con gritar al viento o rezar para aliviarse, pero otras tal vez se necesite pedir ayuda”, reflexiona Ricardo Said.

Para Maud Ferres la solución estará con no identificarse con la frustración porque siempre habrá una salida. “Es como estar en medio de un laberinto y si te empiezas a asustar, a ofuscar, te vas a perder más. Tienes que estar centrado para que la intuición sea la que te guíe, pero para que la intuición funcione y podamos escuchar a nuestro ser interno tienes que estar armónico, sin cargas, liviano”.

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