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Cómo orientar a hijos anarquistas y rebeldes

Aconsejan estar atentos a su conducta, guiarlos y siempre poner límites claros.

08 de Julio de 2011 | 16:53 | Francisca Vargas V.

Ser rebelde, no pescar, confrontar o transgredir las normas pueden ser actitudes típicas de la adolescencia, pero cuando esta conducta es sin respeto o pone en riesgo la vida de las personas hay que “tomar cartas en el asunto”.


El querer diferenciarse de los demás y encontrar la identidad personal es el proceso típico que se vive cuando se avanza a la adultez, pero hay que avanzar con calma y con la contención parental aunque claro esto los chicos no lo tienen en cuenta.


Entonces buscan llamar la atención y oponerse a las normas. “Lo peligroso es cuando se vuelcan al alcohol, las drogas o se vuelven antisociales y confrontacionales sin considerar si se hace daño o no a las personas que lo rodean y quieren”, explica la psicóloga de la U. Católica, terapeuta familiar y de pareja, Yvette Yunis Muñoz.


Para orientar hay que partir con los padres o los responsables con mayor experiencia de vida y manejo de las relaciones interpersonales. La idea es guiarlos para que ejerzan su “poder” pero en forma democrática para que el niño o la niña pueda asumir a sus padres con reales autoridades. “Si eres muy autoritario lo más probables es que vas a generar más obstinación, anarquía y más intentos por tener el poder”, agrega.


Por otra parte, la conducta “laissez faire” o dejar hacer por parte de los padres generaría una conducta igual de oposición, anarquía o confrontación porque los chicos necesitan saber cuáles son sus límites y para ello están sus padres.


“Obviamente las relaciones humanes se caracterizan por tener dificultades y diferencias que se tendrán que ir aclarando o repactando durante toda la vida. En el caso de los adolescente con sus papás, esta forma de repactar las reglas, las conductas a seguir, tienen que derivarse de una conversación donde el niño en general pueda respetar o conocer como válidas esa intervenciones de los papás”, sostiene la psicóloga.

“Soy vegetariana”

María Isidora Hurtado tiene 16 años, se cortó el pelo estilo mohicano, decidió no comer carnes rojas, blancas ni pescado y hacer danza como hobby. Le va bien en el colegio pero no tolera la falta de compromiso o el desinterés de sus pares en cualquier situación. Su madre, Paula Valderrama, la observa y apoya pero se mantiene firme cuando bordea los límites de conducta sobre todo con la alimentación. “Veo que ella está probando, siguiendo sus intereses pero no puede quedarse comiendo lechuga porque eso no alimenta y eso le cuesta entender. La voy a llevar al doctor para hacer exámenes y buscar una guía profesional porque la apoyo en su opción, pero tengo que velar que no quede desnutrida en pleno crecimiento sobre todo con las actividades físicas que realiza”, comparte.


Para Yvette Yunis Muñoz el amor incondicional se manifestaría en este tipo de actitudes, donde solo se tiene que estar presente y disponible cuando los hijos lo necesiten. La idea es aconsejar y orientar en los momentos precisos cuando ellos mismos piden sutilmente una ayuda.


“Hay que darles confianza porque son mitad adultos y mitad niños y están pensando por ellos mismos y tienen la capacidad adulta para poder evaluar las situaciones. No hay que menospreciar sus habilidades, sólo tienes que ayudar a modular esas expresiones”, plantea la psicóloga PUC.


En ese sentido, habrá que aprender a conocer sus gustos, intereses y hasta las nuevas amistades, sugiriéndoles que visiten la casa pero jamás haciendo juicios peyorativos sobre ellos, solo descripciones. La idea es conocer y no crear anticuerpos.


Por lo tanto, será necesario que los papás desarrollen una habilidad bien precisa, que es moverse en las aguas inquietas con los hijos.


“Cuando los chicos están en este periodo los padres también entran en una etapa difícil, porque se conectan con su propia adolescencia y se cuestionan sobre la etapa adulta que viven, donde es muy probable que puedan resolver sus propios conflictos a través de los problemas o experiencias que surjan con sus hijos adolescentes”, concluye la terapeuta familiar y de pareja.


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