Si su hijo adolescente llega un día de estos a la casa con el pelo pintado de rosado, con un 'piercing' en la lengua, con una cresta o con los ojos delineados, lo más seguro es que usted no sepa cómo obrar.
Por más obvio que parezca, lo primero que debe hacer es respirar profundo y pensar antes de hablar. Empiece por entender que los adolescentes necesitan tener identidad y quieren ser diferentes, y las tribus urbanas, un fenómeno social cada vez más extendido, hacen parte de esa búsqueda.
"No hay que satanizarlas (...). Son una expresión de cambios radicales en las sociedades", dice el sociólogo Fernando Quintero, investigador en culturas juveniles.
Sepa que estos grupos se caracterizan por su particular forma de vestir y de arreglar su pelo, por escuchar música de ciertas características, por su modo de hablar y por sus ideologías. Tienen sus propios discursos y narrativas, agrega Quintero.
Suelen ser contestatarios e ir contra las normas. "No es bueno ni malo que los jóvenes estén en tribus. Estas no deben satanizarse. No obstante, adquieren una connotación negativa cuando en ellas se consume drogas o se realizan actividades delincuenciales, como sucede en ciertos casos", señala Darío Quimbay, psiquiatra de niños y adolescentes.
Así esté al borde del desespero, no trate a su hijo como enfermo por pertenecer a una tribu urbana. Tampoco le prohíba todo. Ni se le ocurra quemarle la ropa o los CD o llevarlo a la peluquería. La intolerancia no es la solución y no es aconsejable discriminarlo ni mucho menos expulsarlo del núcleo familiar.
"Debe existir un diálogo abierto en el que el adulto manifieste su desacuerdo; el joven no puede esperar a que le acepten todo, pues necesita normas", indica el psicoanalista Luis Fernando Orduz.
Sin embargo, esto no significa que no pueda llegar a acuerdos con su hijo. Escúchelo y, usted, desahóguese. Lo único que no se negocia con él son los valores como la vida, la seguridad y la integridad física, recalca Quimbay.
Infórmese sobre este fenómeno, consulte con expertos "de manera que se le pueda mostrar al joven las consecuencias de su decisión", recomienda la psicóloga jurídica Ana María Guerrero.
Entienda por qué el adolescente actúa de esta manera, muestre interés en lo que hace e intente comprender qué quiere decirle con su actitud. Conozca sus amistades y controle el uso que él hace de la tecnología, pues en la red pueden aparecer personas peligrosas.
Otros conceptos
"Lo que no encuentra en la casa lo busca afuera. Hay tribus para la transición de la edad escolar a la adolescencia y de la adolescencia a la edad adulta. El joven no tiene por qué buscar en la calle un tipo de estructura que facilite su desarrollo psicológico", opina el psiquiatra Álvaro Franco.
En esto coincide la psicóloga Guerrero: "El abandono de los padres puede llevar a los hijos a buscar vínculos afectivos en estos grupos".
Cuándo prender las alarmas
Sin importar en qué tribu urbana está, preocúpese si su hijo muestra conductas autodestructivas, se torna agresivo, abusa del alcohol y de las drogas, está muy retraído o descuida su estudio o alimentación.
Unos se adaptan y otros luchan por la aceptación
"Ser 'otaku' (interés por el anime) te deja expresarte", dice María Alejandra, de 16 años. 'Owaki' es su seudónimo japonés. Dibujar la acercó a esta cultura hace 5 años y medio. Le gusta hablar de series y dibujar con otros 'otakus'. Sus padres y compañeros la apoyan. Owaki' quiere ser 'mangaka' (dibujante de cómic japonés).
Nicolás, de 16 años, militante de la Guardia Roja en Santa Fe, lucha para mostrar que ser barrista no es ser delincuente. "Es compartir la pasión por el equipo, es unirnos con lo que nos representa".
Pero para sus padres ser 'barrista' solo es un peligro innecesario. "Vestir la camiseta y morir por ella es una bobada (...). Si él lo hace, al Santa Fe no le afectará", insisten. Pero él quiere seguir con su pasión.