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Curiosidades científicas del sexo

¿El clítoris es un pene? ¿Quién fue el primer hombre en recibir un implante de peneano? ¿Le resultó? Una psicóloga burlona relata una y mil historias del quehacer científico sexual.

26 de Agosto de 2011 | 17:02 | Emol
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Hablar del sexo con todas sus letras y recovecos puede resultar incómodo para algunas personas, y ni siquiera la comunidad científica escapa de ese pudor.

Aquellos fisiólogos sexuales que se atrevieron desde viejos tiempos a estudiar directamente las respuestas a estímulos, el desarrollo, secreciones, sensaciones y todo lo que tuviera que ver con la vida sexual humana, han debido enfrentar las miradas desconfiadas de colegas, y comentarios hacia su persona que incluyen calificativos como “pervertidos”.

A ellos la psicóloga estadounidense Mary Roach dedicó su libro “Entre piernas”, como un “homenaje a quienes han osado hablar del sexo y hoy siguen plantando cara a la ignorancia, la cerrazón, la mojigatería y la defensa a ultranza de las ‘buenas costumbres’”.

Roach ha sido catalogada por The New Yorker como “la pluma científica más burlona de Estados Unidos”, virtud que pudo demostrar en su primer libro, “Fiambres: la fascinante vida de los cadáveres”, y que esta vez regresa con un sinfín de curiosidades acerca del cuerpo humano, en el plano sexual, que han sido por años investigadas por los expertos.

Así, por ejemplo, nos enteramos que Marie Bonaparte, bisnieta de Napoleón, “tenía la melena larga y rizada, unos preciosos ojos castaños y el clítoris a tres centímetros de la vagina”. Este último rasgo le preocupaba profundamente, ya que aseguraba que la ubicación que tenía era la culpable de que su vida sexual con el príncipe Jorge de Grecia fuera un fiasco.

Como explica Roach, si bien él era un “homosexual latente”, sí esperaba tener descendencia con Marie e intentaba cumplir sus obligaciones. Y por parte de ella, Bonaparte tenía un generoso apetito sexual, pero el sexo no le satisfacía.

Es por esto que, junto con realizar un largo estudio acerca de cómo influía la ubicación del clítoris en la relación sexual, pidió en dos ocasiones que los médicos le reubicaran el suyo. Lamentablemente, sin los resultados esperados.

Otra historia, tal vez más optimista es la que Roach cuenta del primer hombre impotente al que se le implantó una prótesis de pene. Corría el año 1952, en EE.UU. y “un negro veterano de la Segunda Guerra Mundial de veintitrés años” –como informan los medios de la época- llegó a un hospital aquejado de tener una erección desde hace dos días.

Los médicos drenaron los cuerpos cavernosos, pero el procedimiento dejó una cicatriz tan profunda “que su tejido eréctil dejó de hacer honor al adjetivo”, comenta Roach.

Cuando el paciente regresó quejándose que desde entonces no podía tener una erección –algo que no le creyeron así que, como pudo, debió demostrarlo a los médicos- se convirtió en el primer hombre en recibir un implante peneano (una tira de cartílago) en la historia del hombre.

Al parecer, el paciente pudo retomar su vida sexual. Y existen dibujos de la época de su pene, “colgado ahora en una posición semierecta  que le permite ponerse la ropa cómodamente”, comentó en los documentos el doctor que lo operó.

“(Pero) a juzgar por el dibujo, cuesta creer que el hombre pudiera vestir con comodidad nada que no fuera una túnica, y eso siempre que no le importara dejar la impresión de tener el miembro enhiesto a perpetuidad”, dijo la autora.

¿Disfunción eréctil femenina?

La fisiología sexual, la disciplina que ejercen y ejercían los médicos del libro de Roach, está enfocada en estudiar qué ocurre, por qué y cómo hacer para que ocurra mejor.

Tal tema, al referirse al plano sexual, costó que fuera tratado con seriedad y profundidad en un primer tiempo, cuando, paralelamente, sí se estudiaban otros aspectos naturales de la vida humana, como el dormir o el comer.

Por eso, Roach hace un llamado a apreciar los hallazgos científicos sobre el sexo, que muchas veces pueden ser tan desconcertantes como decir: “El clítoris es un pene”.

Roach explica que, ya en un comienzo, el feto femenino y el masculino tienen un “apéndice similar al clítoris”, pero que el del hombre crece hasta convertirse en un pene, mientras que el de la mujer se queda prácticamente en su estado embrionario.

Ya en la adultez, como cuenta, es posible apreciar que el clítoris tiene una “especie de bulbo sensible”, lo que vendría a ser el glande, con muchas terminaciones nerviosas sensibles, e incluso, tiene un tronco con dos cámaras expandibles, que se llaman “cuerpos cavernosos”.

Pero las similitudes entre macho y hembra no terminan ahí. El clítoris tiene, además, ¡un prepucio! “Y, por supuesto, el clítoris también se dilata cuando su propietaria se excita, aunque no lo haga de una forma tan rápida y extravagante (como el pene)”. Y claro, no hay eyaculación clitoriana.

Ante esta realidad, no es de extrañar, entonces, que puedan existir  disfunciones sexuales en la mujer, atribuibles a la falta de riego sanguíneo o, dicho de otro modo, una “disfunción eréctil del clítoris”.

Por esto, y como consejo, Roach asegura que se ha demostrado que practicar deporte ayuda a tener una mejor respuesta sexual por parte de las mujeres, “ya que el ejercicio habitual mejora la circulación sanguínea (...) aunque es posible (dice, citando a una investigadora del tema) que las mujeres que están más en forma simplemente estén menos cohibidas a la hora de la verdad y, sin tener que preocuparse por su aspecto físico, puedan concentrarse en las sensaciones de su cuerpo”.

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