“Soy una de la mayoría de las mujeres sin hijos que un día se despertó y se dio cuenta que se olvidó de tenerlos (...) Estuve muy ocupada a los 20 y a los 30, yendo a la universidad, viajando, con mis hobbies y el trabajo voluntario, y construyendo mi carrera. En el momento en que sentí algún ‘llamado’ ya tenía casi 45. A esas alturas no tenía sentido armar una familia”.
El testimonio es de
Ellen L. Walker, una psicóloga estadounidense que en el último tiempo se ha encargado de mostrarle al mundo que vivir en pareja y sin hijos no tiene nada de malo. A través de su libro “Complete without Kids: An Insider's Guide to Childfree Living by Choice or by Chance”, ella presenta diversos testimonios que muestran cómo la vida marital a veces se ve reforzada con la ausencia de niños. Todo esto, a pesar de los ojos curiosos de personas que, según explica, no pueden comprender este estilo de vida sin pensar que quienes optan por no tener hijos son malas personas o, en el caso de las mujeres, nunca se realizaron como seres humanos.
Walker, quien está casada y disfruta de sus dos perros terrier, Bella y Scuppers, aseguró esta semana que existe una serie de prejuicios que las parejas que no quieren descendencia deben afrontar. Entre ellas, que la gente piense que son infértiles o que viven “en un perpetuo estado de sufrimiento”, como señaló a The Huffington Post.
“Un segundo error común es pensar que las parejas sin hijos no les gustan los niños. Pero muchas parejas y solteros sin hijos aman compartir su tiempo con sus sobrinos o los hijos de sus amigos (...) La verdad es que muchos adultos sin niños se sienten bastante contentos y gastan muy poco tiempo pensando en cómo sería sus vidas si hubieran tenido hijos”.
Como señaló la psicóloga en la televisión estadounidense, existen varios sacrificios que algunas personas han optado por no realizar, y que son importantísimos a la hora de criar a una persona. Y menciona hechos tan cotidianos como el esfuerzo económico, dormir menos, ser más organizado, o dejar de lado sueños personajes de realización profesional.
“Los adultos sin hijos realmente valoran su libertad, independencia y la capacidad de controlar sus vidas (...) Yo soy capaz de llegar a mi casa después del trabajo y hacer lo que me plazca, incluyendo cenar afuera, ayudar en un grupo de voluntarios, acostarme temprano o pasar la tarde al teléfono con una amiga”, comentó Walker, agregando que la crianza de un hijo requiere, por lo menos, ocho horas diarias de dedicación.
“Puede sonar egoísta, pero si creemos que ser padres es una elección, entonces está la opción de decidir no serlo (...) La mitad de los matrimonios terminan en divorcio y cada vez más, debido a que no tienen tiempo para estar juntos. Traer un niño a la familia produce todo tipo de cambios: una pareja tendrá menos tiempo y energía para el sexo, menos tiempo de ocio juntos, un ingreso menos flexible y más responsabilidades día a día. Estos cambios pueden tensionar una relación, incluso si es sólida”.
Hacia una vida sin hijos
No fue hasta que llegó al fin de su edad fértil que Ellen se preguntó si realmente quería ser madre. Y, como lo ha comentado en su blog, encontró muy poca información que le sirviera de guía para tomar la decisión correcta.
Es por eso que elaboró una lista de preguntas que le ayudaron a sentirse más segura de que no se arrepentiría en el futuro.
-“¿Soy consciente de la enorme responsabilidad de cuidar a un niño desde su nacimiento hasta los 18 años (y probablemente más)?”
Walker señala que más de la mitad de los embarazos en EE.UU. no son planeados, pero que es importante que una mujer tenga una visión de lo que será su futuro y si en él, un hijo podrá crecer de manera sana y feliz.
-“¿Estoy lista para el compromiso de criar a un hijo?”
Como explica la psicóloga, criar a un niño de manera sana requiere dedicarle no solo mucho amor, sino que también ocho horas diarias. “Esto significa menos tiempo para tu carrera, pasatiempos, amigos, descanso, matrimonio, o el cuidado personal”, comenta, agregando que en términos económicos, se estima que hasta los 18 años se gasta en la crianza unos 220 mil dólares. “¿Estás preparada financieramente para esto?”, pregunta.
-“¿Realmente disfruto estando cerca de los niños?”
Walker invita a preguntarse si se siente a gusto compartiendo con niños, en actividades familiares o casas de amigos, donde ellos juegan alrededor.
“Sinceramente, no me gusta jugar con la mayoría de los niños. Soy una persona más de adultos, y reconozco y acepto eso. Si fuera a tener un hijo, tal vez, de manera egoísta, esperaría que se convirtiera en un ‘pequeño adulto’ (...) Algunos padres hacen eso y creen que está bien... Yo no lo creo”, comentó.
-“¿Existe alguna instancia en la que me pueda poner en el rol de padre para ver qué se siente?”
“Muchas personas no han tenido la oportunidad de estar cerca de niños y sus familias, y no han analizado los costos, sacrificios que se deben hacer, tiempo comprometido, o la posibilidad de que su hijo pueda tener una discapacidad”, escribió la psicóloga, quien aconseja, tanto a quienes sí quieren ser padres como a los que no, que investiguen y se acerquen a familias para preguntarles su experiencia. “Esta es, después de todo, la decisión más grande que una mujer tomará en su vida”.
-“¿Estoy dispuesta a renunciar a tenerlo todo en orden por ser madre?”
Consciente de la presión social para que la mujer sea buena en su carrera, buena esposa, buena ama de casa, buena madre y buena amiga, Walker espera que cuando se tome la decisión de tener un hijo, haya la suficiente claridad de saber que otros aspectos de la vida -algunos muy importantes, según cada persona- se verán afectados por esta nueva vida que pasará a ser la prioridad ante todo.
-“¿Tengo en mi vida la estabilidad que un hijo necesita?”
“Un niño merece ser traído a un hogar donde haya suficiente tiempo, dinero y energía emocional para su pleno cuidado (...) Si estás en una relación difícil, considera antes de discutir si tener una familia, ver a un consejero de pareja. Muchos creen de manera errónea que traer un hijo al mundo los unirá más, pero puede ocurrir todo lo contrario, debido a la tensión que causa la llegada de un nuevo bebé al hogar”.
-“¿Tengo la red de apoyo necesaria que me ayude a criar a un hijo?”
Walker explica que se debe ser realista a la hora de evaluar las facilidades que se tienen para traer un niño al mundo. En este punto, indica la importancia de evaluar el entorno que ayudará en la tarea de la crianza, ya sean familiares, amigos, un trabajo que dé flexibilidad en casos de emergencia, o la capacidad monetaria de contratar niñeras, enfermeras o lo que sea necesario para mantener protegido a un hijo.
-“¿Tengo cualidades personales que me permitan criar de manera sana a un hijo?”
En esta última pregunta, la psicóloga explica que en muchas ocasiones ha escuchado a mujeres decir que no se creen capaces de ser buenas madres, ya que venían de familias disfuncionales y temen cometer los mismos errores. A ellas, Walker asegura que no tiene por qué ser regla un pasado familiar complicado con un futuro similar. Sin embargo, sí es importante examinar si se tiene la paciencia, voluntad y ganas de sacrificarse por darle lo mejor a un hijo.
“Muchas madres afirman que vale la pena abandonar algunas cosas por la alegría que reciben de sus hijos”, concluye.