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Los ídolos de tus hijos: ¿Qué tan bueno es que ellos admiren a personajes de la TV?

A veces los rostros que los niños elijen como modelo no se ajustan a los valores que como padre se quieren inculcar. Aquí, un experto nos indica cómo enfrentar esa situación y el respeto que como adultos se le debe tener a las preferencias de los menores.

07 de Octubre de 2011 | 15:59 | Emol
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Cuando Miley Cyrus apareció en un video fumando una sustancia alucinógena, muchos se preguntaron qué dirían todos esos niños, fanáticos de "Hanna Montana". Si bien la actriz se había despedido de su personaje y ya había cumplido los 18 años, su rostro seguía siendo enormemente ligado a la joven cantante de la serie. ¿Fue un error permitir que los hijos endiosaran a la artista?

Tener ídolos es algo tan ligado a la vida, como el propio crecimiento. Y, tal como lo indica el jefe Unidad Psiquiatría Infantil de Clínica Alemana, Alfonso Correa, su existencia se justifica con la necesidad no menor de ir adquiriendo una propia identidad.

Todo comienza alrededor de los 8 años, cuando los padres dejan de ser los superhéroes de los hijos, y buscan modelos en personajes de fantasía (de dibujos animados, juguetes o series) que para los 11 años, pasan a ser más reales, como cantantes, actores o incluso rostros de la historia, que no siempre calzan con los valores que se quieren transmitir a los menores.

Pero por mucho que el poster de Marilyn Manson se instale derechamente en la puerta de la habitación del menor, lo mejor es no oponerse. “Puedo transmitirle a mi hijo que a mí no me gusta esa persona, que preferiría que no tuviera un poster, pero jamás sacarlo a la fuerza u obligarlo a que no siga al ídolo, porque así no estaría transmitiendo ningún modelo de respeto”, explica Correa.

El psiquiatra comenta que no se debe temer a que los hijos vayan a imitar a los 14 años las conductas “malas” de la persona que admira -en el caso que las haya-, ya que a esa edad ya son capaces de diferenciar los valores positivos que quieren adquirir en su personalidad, de las cosas negativas que no quieren para su vida. Eso, siempre y cuando la labor de los padres en su desarrollo haya sido buena.

Sin embargo, antes de los 8 años no es tan fácil que el niño haga ese análisis, por eso, es preciso que el menor sea guiado para que separe las cosas que le gustan de un personaje de las que no le aportarán.

“Cuando ocurren cosas como las de Hanna Montana, es una oportunidad para hablar con el hijo y hacerle ver que puede admirar cosas de alguien pero no a la persona por completo. Lo importante es no desmoronar la imagen de su ídolo”, dice el psiquiatra.

Padres con limitaciones, lo mejor para un hijo

El respeto pasa a ser un factor primordial cuando los padres enfrentan los gustos que sus hijos van adquiriendo en su etapa de crecimiento, por más que éstos no sean del agrado de los mayores.

De hecho, el experto asegura que por mucho que el pelo y la ropa estén lejos del concepto de “buen gusto” de los padres, éstos debieran dejar que el adolescente, en este caso, cree su imagen a su gusto.

“Le puedo poner ciertos márgenes de lo que yo no voy a permitir, como que me empapele el comedor de posters o que no cene en familia, pero le tengo que dar espacio para que desarrolle sus intereses”, asegura. “No es que a uno le dé lo mismo su futuro. Se trata de encausarlo y de ser consecuente para ser un buen modelo”.

Y ese ejemplo ideal es justamente mostrarse como una persona que comete errores y que se está lejos de ser un ídolo. “Cuando los papás dejan de ser un modelo, es porque los hijos tienen más conciencia de que se equivocan, que tienen errores, y ojalá que uno como padre ayude a que se den cuenta de eso desde temprano”.

Correa explica que la mejor forma de ayudar a un menor a crecer es mostrándole que no se tienen las soluciones a todos los problemas. “A veces uno pretende mostrarse ideal ante el hijo, diciéndole: ‘siempre voy a estar contigo’, y eso no es verdad. Hay que erradicar esa sobreidealización que uno como padre promueve, de tal forma que la caída del pedestal sea más suave. No se trata de mostrarse débil. El mensaje es al revés: ‘yo soy capaz de enfrentar mil limitaciones’”.

Esto hará que el menor se valore a sí mismo, no sintiéndose tan mal cuando cometa sus propios errores. Y, como cuenta Correa, hará que no se tienda a endiosar tanto a las personas.

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