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Alfredo Lamadrid: La TV de Lamadrid

No se problema mucho en contar que por ser un perfeccionista, lo apodaron “Lamaldad”. Es bueno para reírse y hasta para bailar. Y, como no, para conversar. ‘Humanamente hablando’, Alfredo Lamadrid recibió en su casa a Tendencias y Mujer para hablar de la TV actual y de cómo se divierte fuera de pantalla.

28 de Octubre de 2011 | 16:48 | Por Ángela Tapia F., Emol
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María Ignacia Concha, El Mercurio.
Once temporadas de “Humanamente hablando”, y sus programas “Cada día mejor” y “Mesa reservada”, han tenido por 17 años a Alfredo Lamadrid en la pantalla, entrevistando a un número incontable de personajes. Es bueno para conversar, y se nota.

Apenas llegamos a su casa en Quinchamalí, nos conversó de cuánta cosa se nombró, antes de empezar oficialmente la entrevista. Y por lo mismo, asegura que es uno de esos afortunados que pueden decir que su trabajo les entretiene.

No siempre estuvo frente a una pantalla. Este periodista de la Chile -otrora actor de teatro y fotonovelas- fue el cerebro detrás de programas que fueron leyenda en la televisión chilena, como “Cuánto vale el show” y “Chilenazo”, dirigió un tiempo “Éxito”, y hasta hizo su propia película, el año 1990 -“Todo por nada”. Pero desde el año 1994 que Lamadrid decidió asarse al otro lado de la cámara, para aparecer en pantalla entrevistando famosos, y es así como mantiene, hoy en día, un espacio que parece inexistente en la parrilla programática chilena, uno más pausado, dirigido, tal vez, a un público que extraña la amabilidad y el tono de las producciones de antaño.

“No vivo pegado en el pasado, soy muy realista. Pero hay cosas que eran más gratas. Se vivía mejor, había menos competencia, la gente era más solidaria. Parece que el día era más largo. Antes había tiempo para juntarse, conversar, la gente convivía más. Se ha perdido tanto la conversación. Vivimos corriendo sin pensar lo que estamos haciendo y esas cosas del modernismo no me gustan mucho”, cuanta, sentado en un sofá de su living, mientras su esposa (Patricia Ojeda), corta rosas y otras flores para adornar los floreros del comedor de la terraza, donde pronto almorzarán en familia y con amigos.

-Siempre se le ha escuchado decir que las cosas no son como antes, que hoy la farándula tiene una televisión muy superficial...
“Creo que la gente recibe lo que se les entrega. Pero creo que la televisión en general, desde mi modesta opinión, se ha ido por el camino más fácil, buscando solamente los números del rating”.

-¿A usted no le importa el rating?
“A nosotros (como programa) nos importa el rating como a toda la gente que está en la televisión. Pero creemos que el rating  sólido se consigue tratando de poner contenido y calidad en el mensaje.
“La sintonía es muy importante porque es el balance de tu trabajo, pero capta solo la gente que está viendo un programa, no si le gusta la calidad o no. Entonces, se presume que si lo ve mucha gente, el programa es bueno, pero no siempre es así”.

-¿Extraña los viejos tiempos, esa televisión de antes con un trato diferente a los televidentes y a los invitados? ¿Le molesta la actual?
“No, no tiene por qué molestarme. La televisión está en un momento solo capta el momento de crisis que hay en el mundo, en cuanto a valores. Los principios de las personas se han ido perdiendo, la vanidad personal y la superficialidad están muy presentes. La televisión fotografía y entrega eso. Pero yo creo que a la gente le interesa programas con contenido.
Por ejemplo, la serie de ‘Los 80’ es la de más alta sintonía y está excelentemente hecha, con buenos actores... Esas cosas nos deben hacer pensar un poco”.

-Siendo un detractor de la farándula, ¿cómo lo ha hecho para no entrar en ella en todo este tiempo de trabajo?
“No hago nada especial. Lo básico es que mantengo amigos de toda la vida, y no me relaciono mucho con la gente del trabajo. Hago una diferencia que me parece fundamental entre compañeros de trabajo y amistad real, manteniendo siempre mis círculos sociales distintos a mi trabajo. No participo mucho en eventos ni esas cosas, porque no me llaman la atención. Tengo una vida distinta no más”.

-Pero lleva 17 años entrevistando. ¿Tampoco ha hecho buenas migas con sus invitados de sus programas?
“No. Tuve una vez más relación con Carlos Villagrán, ‘Kiko’, porque grabamos un comercial con él, yo como director. Se iba al martes siguiente y un domingo lo llamé al hotel –porque a veces los artistas están bien aburridos ahí- y lo invité a mi casa, para el día siguiente. Lo fui a buscar, compartimos con mis hijos que estaban locos con él y lo fui a dejar. También invité una vez a Camilo Sesto, porque lo había entrevistado varias veces antes y una de esas veces me regaló un encendedor de oro. Yo me corté un poco, y me pareció que tenía que retribuirle de alguna manera. No le iba a regalar otro encendedor, así que lo invité a almorzar a mi casa con mi familia. Tuvimos una tarde maravillosa. Almorzamos, se puso a cantar con guitarra... Fue estupendo.
“No me gusta mezclar mi vida con el trabajo, porque son mundos distintos. De los amigos verdaderos que tengo, espero todas las lealtades del mundo. Del ambiente de la televisión, todas las lealtades, pero también las deslealtades del medio”.

-Bueno, no se hará amigo de ellos, pero más de alguno lo habrá emocionado. Se ha visto a varios llorando en sus entrevistas.
“No, la verdad es que no. Soy bien malo para llorar. En esos momentos, estoy preocupado de cumplir el objetivo de la entrevista, de tocar los temas, que no se me vaya nada. Aunque conmovió Bonvallet, cuando le pregunté por su primera esposa. Ahí él perdió el control y lloró. Fue bastante complicada la situación, y tuvimos que irnos a comerciales porque él no se contenía. Después, con otra persona que me pasó también fue con Daniel Encina, el músico. Había fallecido su esposa hace muy poco y le pregunté que cómo le había afectado esa situación, y él se emocionó.
“Cuando hago una entrevista, no pretendo que la persona llore. Hay gente que le gusta buscar la emoción para que el público también se emocione, pero eso a mí me complica porque me obliga a salirme de ese tema para que se tranquilice. Las personas creen que es lo mejor que a uno le pasa, pero no”.

-¿Qué hay de cierto de que usted es una persona de temer en su trabajo? Por ahí se le conoce como “Alfredo Lamaldad”.
“Yo soy muy perfeccionista en el trabajo, y encuentro que los chilenos somos un poco al lote. Entonces, pedí la perfección cuando fui gerente en Canal 11, y si la gente no respondía a eso, actuaba con más fuerza. Ahí me pusieron ‘Lamaldad’ y un montón de cosas más. Pero después, cuando me fui del canal, me echaban de menos (sonríe)”.

-Hemos hablado mucho de trabajo, ¿a qué hora se divierte?
“Me divierto trabajando y con mi familia. No lo digo por esto que hoy todos dicen que la familia es lo más importante. Siempre fui familiarista. Me gusta estar con mi grupo más cercano, bailar...”.

-¿Bailar? Quién lo diría.
“Sí, yo bailo casi todo. Para el Dieciocho hacemos hasta una pequeña fonda aquí y bailamos cueca. En los matrimonios no soy la estrella, pero trato de hacerlo bien. También me gusta jugar tenis, la bicicleta, y caminar. Tengo récord de caminatas, me voy caminando de cualquier parte al centro”.

-¿Desde Quinchamalí?
“No, eso es demasiado. Pero sí desde Holanda, que es donde queda la revista. Me distrae, veo gente”.

-¿Lo acosan?
“Tengo que reconocer que la gente me habla con mucho afecto y mucho respeto, entonces, no me complica. Al contrario, trato de ser lo más amable con todo el mundo. Porque en el fondo, toda mi trayectoria se la debo a la gente. He estado expuesto a ella siempre, siendo actor, como director, y ahora que soy un poco más conocido por aparecer en pantalla. Ya tengo 37 años en la televisión y creo que  si tengo todo ese tiempo, es porque la gente ha apoyado las cosas que he hecho. Por lo tanto, se lo debo todo a ellos. Lo demás es cuento”.

-¿Cuál es su vicio privado?
“Juego tenis, porque creo que me hace bien para la salud, y el otro hobby que tengo es conversar. Mi casa siempre es un espacio de conversación con amigos. Me gusta almorzar en familia los sábados y domingo y tener una sobremesa larga. Yo aprendí mucho de mis padres, escuchándolos y compartiendo con ellos. Así que me gusta quedarme hasta las cinco de la tarde, conversando con una buena copa de vino. Un profesor me enseñó que detrás del cristal de una copa se conoce a la gente”.

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