Francisca Barra, El Mercurio.
Por treinta años mantuvo una relación clandestina con la esposa de su mejor amigo. Ulises Leighton (“Esperanza”, TVN), el personaje telenovelesco que Osvaldo Silva interpretado actualmente en la TV, se caracteriza entre otras cosas por ser el más ruin de los patas negras, al engañar a un ser querido, que le entregó total confianza.
Como actor, le costó justificar tal traición, pero Silva conoce de enredos amorosos y de las más desdichadas situaciones del corazón. No por nada lleva desde 1969 participando en las producciones dramáticas de diferentes canales. Hoy, algunas mujeres, aún enamoradas de él, recuerdan su época de oro como galán, participando en clásicos como “Bellas y audaces” y “A la sombra del ángel”.
Pero sus reflexiones del amor y las relaciones no solo se ajustan a su trabajo en televisión. Además de llevar 32 años de casado con la también actriz Cecilia Cucurela, lleva décadas montando en teatro “Matapasiones”, un teatro concert que enseña los abusos que el género masculino ha hecho sobre el femenino.
Actualmente, además de preparar el primer Festival de Teatro en Valdivia, está a puertas de estrenar “Des-concierto para dos”, que contará con humor los puntos de vista de los amantes, esposos y divorciados.
“Siempre le digo a la gente que no se case, que se conozcan antes, que vivan juntos. Eso ayuda a que el día de mañana duren mucho más. He visto parejas que llevan 50 años de casados, y que se ven fascinados. Pero, tal vez, se casaron en otros tiempos, cuando la mujer estaba programada para el matrimonio y a aguantar muchas cosas”, comenta el legendario actor.
-¿Qué le parece interpretar, esta vez, a un hombre que engaña a su mejor amigo con su esposa?
“Fue difícil. Yo pedía que me explicaran cómo justificaban que un tipo anduviera con la mujer de su mejor amigo por treinta años y de forma clandestina. Está bien, el amigo era marino, andaba siempre de viaje... Pero creo que la posición de Ulises fue cómoda. El hombre vivía solo y la mujer tenía su casa. Al final eran amigos con ventaja. De hecho, ahora que están viviendo juntos, la situación es bastante más terrible. Así las personas se conocen en realidad, porque cuando están puertas afuera, son ‘contigo pan y cebolla’”.
-¿Es fácil ser el patas negras?
“No sé, creo que es la adrenalina la que hace que el hombre se sienta con más fuerza y energía. Es como el que se tira en un parapente; el que no te pillen, todo lo clandestino siempre tiene un atractivo”.
-¿Una aventura puede servir a un matrimonio que lleva muchos años, a “avivar la llama”?
“No creo. Yo no soy ningún santo, pero dependiendo de la edad y de cómo uno va creciendo, están los hombres vampiros que siempre necesitan a una mujer joven al lado, para potenciarse y sentir que todavía están vigentes. Pero en mi caso, creo que aparte de querer a tu pareja, debes admirarla como persona, y así es muy difícil que se caiga la relación, y uno pone en la balanza si vale la pena arriesgar tanto por una aventura. Ahora, si frivolizamos el tema, es muy pesado llegar a cierta edad y tener que comenzar todo de nuevo con otra pareja. No existe ninguna fórmula para ser papá, marido o amante, solo que a la persona que tienes al lado, tienes que respetarla”.
-Con 32 años de matrimonio, ¿cómo han evitado las tentaciones?
“Una de las cosas en las que más me cuido es que soy una persona bastante sensible y me encariño muy rápido de la gente. Así que podría llegar a enamorarme a cada rato. Por eso, me mantengo un poco distante de cualquier cosa que me pueda tentar”.
-Hay que ser cuidadoso.
“Cuando uno tiene una pareja y ha formado algo que te une, hay que pensar mucho antes de tirar por la borda todo eso, solo por un divertimento. En el caso de que se rompa una relación de mucho tiempo -porque nadie tiene nada comprado-, tiene que ser por algo mucho más grande que una pequeña aventura”.
-¿Y usted se cuidaba incluso cuando era galán de teleseries?
“En esa época (los 80) no era tan joven. Seguramente, si hubiera tenido menos años, me habría vuelto loco. Pero yo ya estaba armado. Había visto tanto alrededor; parejas que se habían armado y desarmado, y algunas que duraron muy poco. Yo traté de que no fuera así y no me arrepiento. No creo que lo haya hecho mal”.
-¿La infidelidad se vive diferente desde el punto de vista de una mujer que de un hombre? Ellas suelen decir que fue por falta de atención de sus parejas, y que en el caso de ellos, es porque son “frescos” no más.
“No, la razón es la misma. El hombre no lo reconoce tanto, pero también necesita que le hagan un cariñito, que lo mimen, que lo cuiden, que le digan que le queda algo bien, que de vez en cuando lo esperen con algo especial, una bebida con hielo, lo que sea. La infidelidad se debe a la falta de atención, falta del coqueteo sutil. Aunque lleven casados mucho tiempo, siempre es bonito el ‘corre que te pillo’, Subirse a un ascensor y pegarle un atracón a tu mujer. Eso le da un sabor distinto”.
-¿Cuáles son sus consejos?
“No doy ningún consejo, pero siempre les digo a mis hijos que uno tiene que partir por quererse a uno mismo. No llegar al grado de ser el centro, pero sentirse uno bien. En cuanto a las parejas, uno tiende a rodearse de gente que comparte la misma sintonía, y lo más importante es tener respeto por tu compañero o compañera”.
-¿Eso implica darle espacio y confiar en que no hará nada malo?
“Por supuesto. Uno tiene que tener sus espacios desde el principio. La Cecilia, por ejemplo, se junta con sus amigas una vez a la semana y con sus hermanos otro día. A veces se queda afuera en la casa de la hermana -al menos eso me dice a mí (ríe)-. Y solo tengo que confiar y respetar. Es como cuando empiezas a pololear con una mujer y te encanta cómo se viste, cómo se pinta. Pero cuando ya llevas una relación más profunda, le pides que no se vista ni se arregle más así. Eso es como llevarla a un claustro, donde nadie la vea”.
-Usted lleva décadas haciendo una obra donde habla de eso, del abuso de los hombres a las mujeres.
“Sí. Antes se decían frases como que no importa que la mujer haya muerto en el parto porque ya había cumplido su misión fundamental, que fue tener hijos. Eso lo escribió, sin duda, un hombre. Y las cosas que escribían las mujeres, prácticamente, nadie las leía. Pero ahora es al revés, sobre todo en Chile, donde hemos vivido siempre en un matriarcado. Las mujeres ordenan la casa, saben en qué se gasta la plata, son las que crían los hijos. Y al hombre le hacen creer que organiza la cuestión”.
-También es una posición bastante cómoda para ellos.
“De acuerdo, pero es una cosa inherente al género animal”.
-Entonces, en su matrimonio, ¿ella es la que lo manda todo?
“Yo tengo la última palabra: ‘sí, mijita’ (ríe)”.
-¿Cuántos años tiene?
“Tengo 62 años”.
-No se le nota.
“Lo sé, por eso lo digo (ríe)”.
-¿Cuál es su vicio privado?
“No tengo manías, las tuve cuando era joven. Yo vivo lo que me da la vida. Lo que sí, no acepto la impuntualidad. Es una disciplina que me inculcaron de chico. De hobbie, yo creo que mi profesión. La actuación me entretiene, lo paso bien. De repente uno es monotemático con el tema, pero eso le pasa a la gente que hace lo que le gusta. También me gustan mis perros. Tengo tres que son preciosos y viven conmigo en mi casa, en Batuco”.