La sensación de nido vacío, sentimiento de pérdida o liberación sexual son algunas de las emociones contradictorias que pueden embargar a una mujer cuando se somete a una operación de histerectomía o extracción del útero.
La intervención, que se realiza por indicaciones médicas variadas, implica recorrer un largo camino de dudas e incertidumbres que las mujeres deben sortear muchas veces sin apoyo y en solitario.
El doctor Enrique Oyarzún, ginecobstetra de la Clínica UC San Carlos de Apoquindo, explica que la operación se efectúa siempre como última salida ante la presencia de tumores, prolapsos y alteraciones de los flujos rojos. “Es decir, en el caso de mujeres sobre 40 cuando hay hemorragias o sangrados excesivos durante la menstruación o sangrados anormales y en el caso de mujeres jóvenes, por alternaciones o hemorragias en los embarazos y partos”.
Añade que cuando se saca el útero existen tres vías quirúrgicas posibles: abdominal, laparoscópica y vaginal. La que utilice el cirujano dependerá de los antecedentes de la paciente, ya que hoy no se darían recetas masivas sino que deben ser ajustadas a cada caso particular.
Por otra parte, existe la indicación en que las histerectomía estén diferenciadas por edades. Si se realizan a los 40, 45 y hasta los 50 años y salvo que no exista mayor complejidad ni riesgos de desarrollar otras enfermedades, se dejan los ovarios y trompas de Falopio, “porque hay estudios científicos que señalan que tras la menopausia los ovarios continúan secretando sustancias que tienen efectos positivos en las mujeres”, asegura.
Agrega que si la paciente no le ha llegado la menopausia se le recetará terapia de sustitución hormonal hasta que lo necesite o cumpla una edad cercana a los 49 años, que es el momento en que la mujer tiene generalmente su menopausia.
Consecuencias físicas y psicológicas
Oyarzún invita a desentrañar racionalmente los efectos colaterales de vivir sin útero con la siguiente reflexión, que aborda las implicancias que tiene esta operación en la vida de una persona: “Antes de una cirugía como ésta, hay que preguntarse si ¿salva, prolonga o mejora la calidad de vida? Si las respuestas son afirmativas no cabe duda que se está haciendo lo correcto”.
Los desequilibrios, al parecer, irían más por el lado psicológico que físico, puesto que el gineco-obstetra asegura que está comprobado que no tener útero no altera la vida ni goce sexual.
En ese sentido, la psicóloga Marcia Aure Rigart (marciaaure@hotmail.com), comparte que hay mujeres que se sienten liberadas en su vida sexual con estas operaciones ya que no existe la posibilidad de embarazarse y tienen una vida sexual más relajada, espontánea.
“En cambio, hay otras que se han dedicado a ser madres y la imposibilidad de volver a serlo las hace sentir tristes, vacías, con poca capacidad creativa y surge en ellas, un duelo”.
El asunto se complicará si la mujer tiene menos de 30 años y la histerectomía le impide completamente la posibilidad de ser mamá. “Acá la pena es doble porque se pierde un órgano y la maternidad, lo que la lleva a sentirse incompleta, fracasada y será más complejo si se tiene pareja y hay que asumir las expectativas de tener familia de otra manera”, dice.
En esta situación, asimismo, cuando la maternidad no ha sido un objetivo de vida el asunto será más llevadero.
Cualquier sea el caso, ante cualquier “pérdida” queda la enseñanza de valorar la vida, lo que se tiene, ha vivido y las nuevas oportunidades que surgen tras enfrentar ciertas enfermedades y cirugías como ésta, que llevan a despojarse de una parte de sí misma.